Europa se acabará 'quemando' si apaga artificialmente las crisis de deuda: "Francia es un síntoma. El BCE es la enfermedad"
Los tambores de una nueva crisis de deuda en la eurozona están sonando fuerte con
Francia en el centro de la hoguera. La
imposibilidad de fijar una hoja de ruta fiscal saludable en medio de una prácticamente inédita inestabilidad política está
carcomiendo las finanzas de la segunda economía de Europa. Aunque la secuencia parece estar sucediendo a cámara lenta, cada nuevo paso errático de los políticos galos supone un salto preocupante en los rendimientos de la deuda soberana. Una escalada que lleva aparejado el siempre presente
riesgo de contagio al resto de la región. Ante esta situación, la mayoría de analistas opta por un tono de advertencia más que de alarma. Esta cierta
'tranquilidad' subyacente descansa sobre los hombros de un Banco Central Europeo (
BCE) que invariablemente ha salido a la palestra (chequera en mano) a calmar las aguas. Sin embargo, esta estrategia de respuesta acarrea un riesgo aún mayor que puede
comprometer el futuro de la eurozona.
Con el 'fuego' de la deuda empezando a quemar los dedos de los pies de Francia, es cierto que el BCE no ha hecho 'nada'. Las comillas simples se deben a que el eurobanco no ha ejecutado ninguna acción directa. Pero si algo se ha aprendido de los bancos centrales en los últimos años es que con las palabras se puede hacer mucho. Las declaraciones hechas estos días por la presidenta del BCE, Christine Lagarde, ciertamente han podido pasar desapercibidas, pero se antojan más que reveladoras. Lagarde concedió a inicios de semana una entrevista a una emisora de radio francesa en la que hizo dos comentarios notables. En primer lugar, afirmó que está monitorizando "muy de cerca" los rendimientos de la deuda pública francesa. En segundo lugar, celebró que Italia pronto abandonará el procedimiento de déficit excesivo de la UE, al reducir su déficit al 3% del PIB.