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Era mi cliente más veterano. Pasaban los años y no conseguía satisfacer su encargo, nada menos que un coto de caza de 500 hectáreas como mínimo.

Es muy difícil que esas inmensas propiedades salgan a subasta porque sus propietarios suelen ser más espabilados que el resto y, si se ven en dificultades saben vender a tiempo, saldan las deudas y a otra cosa.

Durante el inmenso tiempo transcurrido desde el primer contacto, salieron algunas fincas a subasta, pero ninguna era de su gusto, unas por demasiado pequeñas, otras por carecer de caza suficiente, y otras por ser de caza menor. Ninguna cumplía sus expectativas. Hablábamos cada tres o cuatro meses y al transcurrir los años empezó a parecer que el negocio no iba a poder ser. Aún así, yo seguía con la escopeta cargada (nunca mejor dicho) y le llamaba con las pocas novedades, aunque sólo fuera para charlar.

Hasta que por fin detecté que salía un fincón en un lugar muy típico de cazadores. Antes de llamarle hice las averiguaciones propias de mi oficio asegurándome de que no hubiera cargas y de que la finca era de caza mayor. Su interés fue inmediato y enseguida supo, por referencias, de qué finca se trataba. Joder con los cazadores, al final se conocen todos y todos han cazado en todas partes.

La experiencia de aquella subasta me dejó marcado y no sólo porque conseguí mi comisión record, sino porque por un tiempo trabé contacto con un mundo del que apenas nadie sabe nada: el de la gente que tiene dinero de verdad, cantidades inmensas de dinero, pasta gansa.
No había ni un sólo subastero de los habituales y cada licitador iba acompañado por uno o varios asesores o abogados o lo que fueran. Por supuesto mi cliente también llegó con su abogado al que yo ya conocía porque había tenido que explicarle detalladamente paso a paso todas las incidencias del procedimiento judicial por el que la finca salía a subasta, además de volver a examinar el expediente de cabo a rabo, esta vez él y yo juntos.

Naturalmente fui yo quien voceé nuestras posturas porque portaba su poder notarial de representación y sus instrucciones habían sido muy claras, "esta es la cifra máxima que quiero pagar, pero mientras yo no te haga señal de parar, tú sigue subiendo". Su cifra quedó volatilizada en los primeros segundos y la puja continuó durante lo que me parecieron eternidades, yendo y viniendo los millones de pesetas como si se tratara de céntimos, siendo la puja más estresante de toda mi carrera. Yo también me jugaba mucho.

Bueno, finalmente nos la adjudicamos por un verdadero pastizal y colorín colorado. Estos días la actualidad informativa ha hecho que me acordara mucho de él y le he llamado. Ahí está, aún feliz con su finca como un niño con zapatos nuevos. Por lo visto reformó el pabellón de caza, ampliando el comedor y añadiendo algunos dormitorios. Y gracias a la finca sus negocios florecen. Al parecer invita a sus amigos, clientes, socios.... y algunos jueces y ex-ministros también se dejan caer por allí, pero no quien estáis pensando, je-je
Qué cosas.

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  1. #3
    Anonimo
    24/02/09 11:25

    Cierto, ni golf ni nada, a la gente de mucha barilla le va lo de: platooo!!

  2. Top 100
    #2
    23/02/09 21:03

    No, no, nada que ver con el coto de Jaén. De hecho ambas fincas están bastante alejadas y ésta es más pequeña, pero por lo que me han contado, el mundo de los negocios y el de la caza mayor están estrechamente unidos.

  3. #1
    Anonimo
    23/02/09 19:24

    Si que es casualidad, si...
    Me parece que has dado demasiadas pistas sobre la finca, como para dejarnos saber por cuanto os la adjudicasteis... ;)
    Lo que hace el azar... sin ti, quiza no hubiera habido noticia ginegetica estos dias pasados.

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