El pasado jueves el Gallina me envió el enlace de una noticia del Diario de Cádiz, cuya lectura me dejó perplejo y que muestra el daño irreparable que un pésimo asesoramiento puede acarrear.Entiendo perfectamente la desesperación de este señor, jubilado gaditano, para quien la pérdida de 50.000 euros es una calamidad, pero de ahí ha embestir como un kamikaze y adjudicarse nada menos que 225 viviendas en una subasta cuyo embargo había promovido él mismo, hay un abismo.
Como comenta Francisco Calvo, subastero murciano, lo primero que va a tener que afrontar en cuanto le den el auto de adjudicación es el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales, nada menos que el 7% sobre el valor del inmueble. Y como la promoción tiene una hipoteca anterior de un crédito a la construcción de nada menos que 20 millones de euros, no va a poder aplicar el impuesto solo sobre los 50.000 euros del precio de adjudicación, sino al menos sobre 20.050.000 euros, lo que le da a pagar la bonita cifra de 1.403.500 euracos del ala.
Y eso solo para empezar, porque cuando inscriba su título en el Registro de la Propiedad, le van a pasar una factura que se le va a encender el pelo.
Y todo para que, al final, si no le paga al banco dueño de la hipoteca los veinte milloncejos, éste la ejecute y la saque de nuevo a subasta, adjudicándosela, esta vez sí en serio, por el precio de la deuda o menos y dejando al subastero por un día con un palmo de narices.
Ah, y encima habrá tenido que pagar al lince de su abogado.