Lo bueno de veranear en Asturias es que desconecto desde el minuto uno y lo malo es que ahora tengo un blog y no esta bien tenerlo abandonado durante un mes completo. Sin embargo, me falta la inspiración para escribir sobre subastas dado que llevo tres semanas sin acudir a los juzgados, así que he decidido hacerlo sobre uno de los acontecimientos del verano asturiano, la superfiesta del "Descenso del Sella".
Digo superfiesta y digo bien, pues independientemente del carácter deportivo del descenso del río propiamente dicho, el descenso del Sella es un fiestorro continuo de viernes a domingo.
Ya durante los días previos el ayuntamiento de Ribadesella se ocupa de equipar la localidad con todo lo necesario para que los visitantes estén a gusto, habilitan inmensos prados como zonas de acampada, instalan meodromos en las esquinas, traen orquestas, instalan inmensos altavoces y hacen todo lo posible para que los miles de visitantes que acampan en los alrededores estén a gusto y se diviertan.
Generalmente vienen muchos mas visitantes de los que caben en los campings y en los prados habilitados por el ayuntamiento, así que no les queda mas remedio que desbordar dichos prados y terminan acampando en cualquier lugar mas o menos plano en el que haya algo de hierba. No importa, las autoridades locales comprenden la situación y, contentos por el éxito de la fiesta, se muestran sumamente comprensivos con todo el mundo y no ponen multas por nada de nada, a pesar de que todas y cada una de las isletas de dos kilómetros a la redonda acaban ocupadas por cientos de tiendas modelo "Dekatlon" de instalación inmediata.
Enseguida se monta la tienda, se abre el maletero del coche, del que salen botellas y mas botellas y comienza la música y el desparrame. Los vecinos del pueblo se muestran comprensivos con todo (que remedio) y los pocos veraneantes que se quejan lo hacen en petit comite. A mi todo esto me importa un bledo porque estoy a unos cuatro kilómetros hacia el interior y estos días me dedico a subir a Picos de Europa o a ir a la playa de la Vega, aunque mis hijos se rebelan y apenas les veo durante las fiestas, cuestión de gustos.
Pero llega el domingo y cuando las tribus de intrusos comienzan a desmontar las tiendas y a abandonar el lugar, los vecinos y veraneantes habituales comienzan a salir de sus madrigueras y siempre, verano tras verano, nos encontramos la inmensa cantidad de basura que estos tipejos sin educación dejan tras su paso. No se trata de que las bolsas en las que han metido sus basuras desborden los cubos, tampoco se trata de que hayan dejado las bolsas de basura en cualquier lado, se trata de que no han usado bolsas de basura. Han estado tres días tirando directamente al suelo todos sus desechos, sin preocuparse lo mas mínimo de meterlos en bolsas. De modo que los únicos espacios del pueblo que han quedado limpios en dos kilómetros a la redonda son los que ocupaban los mismos suelos de las tiendas de acampada, apareciendo el resto cubierto por un inmenso tapiz de basura.
A tanto llega la cosa que desde el mismo domingo comienzan a trabajar unas brigadas municipales para recoger rápidamente la basura, que es tanta, que tardan en recogerla al menos tres días.
Mi conclusión personal es que, además de ser los últimos de la OCDE en matemáticas e historia y de estar a la cola en abandono escolar, los jóvenes y jovenas de este país están a la cola en urbanismo.
Nota 1: He preferido iluminar este post con el cartel del verano pasado porque me gusta mucho mas que el de este, que nadie piense mal.
Nota 2: Siento no haber sabido poner acentos con este teclado británico que usa mi hija, Blogger ha colocado algunos, pero el resto se han quedado en el tintero...
