Estos días en los que los sufridos ciudadanos estamos pasando las de Caín para pagar el impuesto sobre la renta de las personas físicas correspondiente a 2016 es un momento fantástico para meditar en qué está el gobierno gastando nuestro dinero.
Ese dinero no es de todos, sino que el dinero es de los ciudadanos a quienes nos lo han quitado. Otra cosa es que luego se gaste para todos o se gaste solo en los pocos privilegiados de siempre.
Actualmente ya da lo mismo que gobiernen los socialdemócratas de izquierda o que lo hagan los socialdemócratas de derecha. El resultado es siempre el mismo: el gasto social para alimentar el gigantismo del estado de bienestar siempre se incrementa. Ni siquiera la peor crisis de los últimos 69 años ha tocado ni un ápice de este gasto social.
Así, hoy, hemos llegado alegremente a un 100% de deuda sobre PIB tras mantener a toda costa el gasto público.
Y si hay que aumentar la deuda, se aumenta y sanseacabó.
Y yo me pregunto qué interés tendrán los políticos europeos en convertir a la antes pujante sociedad occidental en una sociedad mendicante, egoísta y resentida.
El asistencialismo estatal es el camino más efectivo para lograr que los europeos se conviertan en gente incapaz de gestionar su vida y que prefiere ponerla en manos de terceros que la gestionen por él, aunque tenga que ser quitándole la pasta al siempre sufrido ciudadano contribuyente.
Porque es necesario saber que en este mundo nada es gratis: todo lo que el Estado te da se lo ha robado previamente a otro.
¿Y cómo hemos llegado a esta situación?
Todos estamos de acuerdo en que el Estado debe actuar en sus competencias obvias: la administración de justicia, la seguridad de las personas y protección de la propiedad privada, el control de fronteras, las relaciones exteriores, la defensa exterior y la planificación de obras de infraestructura. La mayoría estamos de acuerdo en que también debe garantizar el acceso a la educación (en todos los niveles) y la salud.
Y para de contar.
Todo lo que pase de ahí es meter la nariz en los asuntos privados de la gente.
Durante los últimos quince años el llamado "Estado de bienestar" se ha disparatado hasta límites que jamás se nos hubiera ocurrido hace solo dos décadas. Y además se ha convertido en un estado opresor.
En España, la bonanza artificial de los primeros años de este siglo le permitieron al gobierno de Zapatero incrementar el Estado del Bienestar hasta un punto que la realidad demostró que era imposible de financiar. Aquello fue un gran engaño que finalizó cuando Europa le obligó a echar el freno y tuvo que dar marcha atrás en sus últimos avances.
Pero cuando a un drogata le recortas la dosis se cabrea y eso es lo que explica el divorcio del PSOE con sus votantes desde 2010. Le dieron la espalda precisamente cuando empezó a hacer lo que había que hacer, sacar la tijera y amagar con recortar, aunque sin apenas hacerlo.
Y todos los gorrones sociales del estado de bienestar se echaron las manos a la cabeza, se pusieron a patalear y a chillar a los cuatro vientos que los gobiernos de Zapatero y Rajoy les habían recortado sus derechos.
Cuando en realidad apenas hubo recortes más allá de congelar el salario de los funcionaros dos años, que hubiera que pagar unos céntimos más por las medicinas y que la ratio de alumnos máximos de cada aula subiera en dos o tres.
Ah y que para obtener becas los estudiantes tuvieran que acreditar con sus notas que de verdad les interesa estudiar y no solo pintar la mona. Por lo visto ahora les exigen aprobar sus asignaturas, ¡que abuso, que despropósito!
En España se ha sufrido mucho en estos años, eso es verdad. Pero no han sido los gobiernos de Zapatero y Rajoy los que nos han hecho sufrir, sino la pedazo de crisis que ha asolado nuestra economía, ha cerrado miles de empresas, disparando el número de personas sin trabajo, reduciendo los salarios un 20% y reduciendo durante años a la nada los beneficios de los empresarios supervivientes.
Y ahora que las cosas van un poco mejor, los socialistas de todos los partidos no solo quieren restablecer las pocas prestaciones que se redujeron, sino que proponen avanzar muchísimo más allá.
Pero... ¿hasta dónde puede crecer el Estado del Bienestar? ¿Cuál es su límite?
Para los socialistas de todos los partidos tal límite no existe. Están dispuestos a incrementar el gasto social hasta el punto de que no se pueda costear con los impuestos que estamos pagando ahora sino que se costee con los impuestos que pagarán nuestros hijos y nietos dentro de treinta años.
Los esclavos del sobredimensionado estado social que conserva la derecha y que la izquierda quiere ampliar aún más somos los ciudadanos más dinámicos y productivos de España. A partir de los primeros cincuenta mil euros de ingresos, aquí se soporta la presión fiscal más alta del mundo porque empiezan a aplicarnos el tipo marginal máximo del impuesto sobre la renta, lo que causa un destrozo monumental al dinero disponible y que hace que nos cueste levantarnos todos los días por la mañana.
Esto es la hostia. Los gorrones sociales tienen tal ansia de dinero público que ya no les basta con el dinero que la Administración es capaz de recaudar actualmente sino que insisten, chillan y patalean para que los gobiernos de ahora echen mano de los presupuestos de dentro de treinta años.
¿Es eso democrático, que los votantes de ahora no solo decidan sobre los presupuestos actuales sino que con sus votos obliguen a los gobiernos a meter mano en los presupuestos que se elaborarán en 2030?
Dos ejemplos recientes. En Alemania, el Partido Verde ha propuesto la provisión de "asistencia sexual" con cargo a la Seguridad Social. En Italia, se aprobó un bono de 500 euros para que todos los que cumplan 18 años puedan gastarlo en cultura.
Son estas políticas asistencialistas las que han acostumbrado a la población más vulnerable e improductiva a vivir de gratuidades, sin realizar el más mínimo esfuerzo.
Este próximo sábado se celebra en Madrid la marcha de los indignados.
Pero...
¿Quién es esta gente y por qué está tan indignada?
Debido a nuestra ascendencia animal, de una naturaleza envidiosa y celosa, algunos humanos están frecuentemente tentados de parasitar o depredar la producción de sus vecinos. Tomar sin dar nada a cambio.
Si echas la vista atrás les verás en tu clase de EGB pidiéndote los deberes ya hechos para copiarlos, repetir un año tras otro porque eran incapaces de dar un palo al agua, escaquearse siempre de arrimar el hombro para sacar los trabajos adelante. Si llegaron a la universidad les recordarás votando siempre a favor de hacer puente, de retrasar los exámenes o, mejor aún, de que nos los hubiera. Y si alguna vez te tocaron de compañeros de trabajo universitario recordarás que todos los demás aportaron lo que les tocaba menos el gorrón aquel.
Por lo visto ya no les basta con que el Estado de bienestar les provea de enseñanza y sanidad gratuitas. Ahora también exigen una renta básica por la cara y no tener que pagar por la casa ni por la energía. Y lo llaman "sus derechos".
Y ojo, que cuando dicen que tienen derecho a una vivienda, en realidad lo que están diciendo es que somos nosotros quienes tenemos la obligación de pagarles esa vivienda. Porque las políticas asistencialistas les han acostumbrado a vivir de gratuidades, sin realizar ni el mínimo esfuerzo.
Por un lado nos echan en cara a los demás nuestro aprecio por el dinero y nuestro afán de riqueza, pero a ellos les gusta nuestro dinero más que a nosotros mismos y lo codician y sueñan con él a todas horas porque es el que sufraga su holgazanería.
Se están volviendo avariciosos.
Lo que me recuerda al inquilino aquél con el que me tomé un café y que a la hora de pagar me dijo que lo hiciera yo porque él odiaba el dinero y no tenía. El muy hijoputa, que estaba viviendo en una casa de mi propiedad y privándome de los 500 euros mensuales que yo podría obtener por su alquiler. Y encima cobrando el tipejo los 425 euros que le pagamos entre todos los contribuyentes.
Por eso, cada vez que oigo "ayuda pública" lo sustituyo en mi cabeza por "limosna pública" y así lo entiendo mejor.
Pero ya no es una limosna que mejore nuestro karma, porque no es algo que demos voluntariamente sino que nos lo quitan por la fuerza. Si no lo pagamos nos meten en la cárcel.
Como al pobre Messi, que después de haber sido no se que año el mayor contribuyente a nuestro fisco, con más de 50 millones de euros entregados, ahora le condenan a 21 meses por no se qué migajas que se olvidó de pagar. O que ocultó en defensa propia, como habría hecho cualquiera.
Y volviendo a los gorrones sociales, lo cierto es que hay que señalar que estos yonkis del gasto social están ganando la batalla que se está librando entre los que queremos pagar menos impuestos y los que quieren vivir de ellos. Porque está ganando poder una propuesta política basada en esa ideología que lleva toda la Historia conduciendo al hambre y la miseria a los pueblos que se dejan engatusar por ella. No faltan ejemplos, pero en Venezuela no supieron ver el ejemplo viviente de Cuba y de Corea del norte y se empeñaron en aplicar sus mismas políticas y el resultado lo estamos viendo ahora mismo con nuestros propios ojos.
Porque en estos países colectivistas la frase todos trabajarán según su capacidad y recibirán según su necesidad se ha convertido en "todos trabajarán tan poco como puedan y recibirán todo lo que puedan conseguir". Y así, claro, ninguna economía puede salir adelante.
Ahora en España estamos sosteniendo entre todos los contribuyentes a un diez por ciento de parásitos, pero ante este panorama de explotación fiscal cada vez son más los que se apuntan al "todo gratis" y dejan de tirar del carro. ¿Qué pasaría si, como ocurre en esos sistemas colectivistas, toda la población se apuntara al todo gratis?
Por eso me parece incomprensible ver en la España de 2017 a gente con el puño en alto cantando la internacional o manifestándose en la calle con la hoz y el martillo.
¡Menudos zoquetes!