Ya que te has mojado tanto, me veo en la obligación de compartir una anécdota personal y real.
Hace más de veinticinco años de esto, y lo recuerdo como uno de los recuerdos más amargos, en mi vida personal.
Una señorita me denunció socialmente de acosarla sexualmente (no lo hizó mediante demanda legal).
A pesar de que en esa época el "Me too" no estaba ni se le esperaba, toda la comunidad la apoyo sin fisuras, y sin que ella aportase la más mínima prueba.
Yo estaba atónito, pues no sólo no tenía esa intención con ella, sino que además las cuatro palabras que cruzaba con ella al día, ella me hacía participe y complice, de las típicas cosas que puedes compartir, con alquien en quien confías.
Lo peor de todo, es que era meramente imposible que yo pudiese hacer eso, pues aunque eramos compañeros de trabajo, nuestro horarios no coincidían, pues cuando ella entraba, yo salía, y viceversa.
Sin embargo, siempre he pensado que como ella era joven, rubia y bien parecida, y yo tenía un cargo de jerarquía superior a ella, todo el mundo daba por bueno su relato.
Bueno, más bien un relato inexistente... porque cuando le preguntaban en que consistía el acoso, ella se limitaba a decir que no iba a entrar en detalles por pudor, con lo que dejaba libre imaginación a los presentes....
Para mi fue un período de aislamiento y condena social, que me abandonó a la más absoluta soledad, y condenado a un ostracismo, que no tenía muy claro como iba a acabar. E impotencia, muchísima impotencia.
Gracias a Dios, ella misma se delató, y tiempo después todo el mundo me pidió disculpas, y el río volvió a su cauce, pero fuerón tres meses, que no se los deseo a nadie.
Os preguntaréis cómo se delató, pues sencillo, la señorita aunque no lo aparantaba, padecía algún tipo de transtorno psicológico, y a los dos semanas de acusarme a mí, acuso a otro compañero. A las dos semanas siguientes a un cliente, así hasta un total de 10 varones, en el plazo de tres meses. Varones algunos de ellos, que todo el mundo conocía, y tomaba por venerables señores.
Con lo que según fue aumentando progresivamente el número de acusados, se fue descubriendo el pastel.
Hasta que llegó un día, en que la señorita desapareció, y nadie volvió a saber de ella.
Siempre me he preguntado, que hubiese sucedido, si por cosas de la vida, la señorita hubiese desaparecido, sin haber acusado a nadie más.
El estigma de acosador, tal vez no me lo hubiese quitado en la vida.
Al final, son casos donde hay siempre verdugos y víctimas.
Será por mi caracter optimista y jovial, que siempre intento tomarme la vida a broma.
No por ello tengo excusa, si ofendo a alguien en este foro.