Una corrección bursátil está en camino. No es una cuestión de opinión, sino de matemáticas.
Cuando las valoraciones se alejan de forma extrema del valor intrínseco, la probabilidad de obtener retornos atractivos cae de forma drástica. Así lo plantea Oliver Rodzianko, quien advierte de que ignorar esta realidad equivale, simple y llanamente, a especular.
El S&P 500 se mueve actualmente en niveles de sobrevaloración que, según distintos enfoques estadísticos, son comparables —o muy cercanos— a los de la burbuja tecnológica de finales de los noventa. La diferencia entre estar “igual” o “ligeramente por debajo” es irrelevante: el exceso es claro.
La IA no elimina los ciclos
Parte del mercado defiende que la inteligencia artificial supone un cambio estructural sin precedentes. Otros la ven como una moda pasajera. Rodzianko se sitúa en un punto intermedio: la IA es una sucesión de avances relevantes que, con el tiempo, transformarán la economía, pero lo harán de forma cíclica.
Incluso aunque el gasto en IA no se detenga, se producirá en olas superpuestas. Y esas olas generan fases de euforia, seguidas de digestión del capital invertido. El problema es que el mercado ya descuenta beneficios y ganancias de productividad que aún están lejos de materializarse.
En este contexto, no puede descartarse que valores emblemáticos como Nvidia hayan alcanzado ya el máximo de esta primera fase del ciclo. El escenario más probable en los próximos meses sería un último tramo alcista —un melt-up— antes de una corrección más seria hacia 2027.
La historia no se repite, pero rima
Rodzianko recuerda que, históricamente, los índices bursátiles suelen alcanzar máximos antes de que el gasto en capital toque techo. Ocurrió en el boom de las telecomunicaciones, en el inmobiliario, en el shale oil y vuelve a verse ahora con la nube y la IA.
El paralelismo con la fiebre ferroviaria del siglo XIX es especialmente ilustrativo: enormes inversiones en infraestructuras físicas, expectativas desbordadas y un desfase temporal entre la construcción de activos y su verdadera rentabilidad. La productividad social acaba llegando, pero gran parte del retorno para el accionista se pierde por el camino.
Esta distinción entre retorno para la sociedad y retorno para el inversor es clave en el actual auge de la IA. No todo el valor creado termina reflejándose en la cotización de quienes financian la primera fase.
Por qué no será un nuevo 2000
A diferencia de la burbuja puntocom, Estados Unidos compite hoy en una carrera tecnológica real frente a China, y la necesidad de elevar la productividad es crítica dada la elevada deuda pública. Sin embargo, el error del mercado es asumir que esos beneficios llegarán de forma inmediata.
La realidad es que las grandes mejoras de productividad vendrán más de la robótica y la automatización industrial que de los modelos lingüísticos actuales, y eso requiere tiempo. Cuando el gasto en IA entre en fase de optimización, el ajuste podría parecerse mucho al de 2021-2022: severo, pero no terminal.
Conclusión: mantener, no perseguir
La recomendación implícita de Oliver Rodzianko es clara: prudencia y gestión del riesgo. No se trata de huir del mercado, sino de evitar perseguir precios en un entorno donde las expectativas ya descuentan un futuro casi perfecto.
Pensar de forma contraria al consenso no suele ser cómodo, pero es precisamente en estas fases cuando más valor aporta. Si la corrección llega —y todo apunta a que llegará— será una limpieza necesaria para sentar las bases de un nuevo ciclo alcista más sano y sostenible.