La finalidad de todo bechmark es comparar el comportamiento de un fondo con el comportamiento de un índice o de un grupo de fondos semejantes. Así, el inversor puede saber cuál es el fondo que más retorno ha generado y el que menos retorno ha producido en un mismo grupo y para un periodo de tiempo determinado.
Las gestoras saben que los fondos que durante el último mes/año han batido al índice de referencia reciben mayores aportaciones que los que no lo han batido. Y toda su política comercial y de inversión gira en torno a la superación del benchmark. Ya no se trata de obtener retornos de calidad para el cliente, sino superar al benchmark en el último mes. Esta política tiene una doble consecuencia que dificulta la obtención de buenos resultados a largo plazo:
- Los gestores intentan estar siempre por ecima de su benchamark y de su grupo de fondos. Para ello, centran toda su estrategia en la operativa a corto plazo, y no en inversiones que puedan generar retornos saludables de forma consistente en el largo plazo. Cargan sus carteras de acciones muy calientes, frecuentemente muy sobrevaloradas porque lo que les importa no es el valor, sino la tendencia (se juegan las comisiones, los bonus y, muchas veces, el puesto de trabajo).
- Ningún gestor puede permitirse el lujo de tener una cartera distinta a la de sus competidores. Es lo que comenta Fernando en su blog, hay mucho "Borreguismo" en el sector. Las carteras están muy correlacionadas con el índice y, debido a las comisiones, los fondos están condenados a obtener retornos inferiores. Para cubrir estas pérdidas, los gestores toman posiciones añadidas de mucho riesgo, cuyo objetivo es batir al benchmark a corto plazo.
Lo más curioso es que los inversores particulares también nos sometemos a un benchmark y, de forma innecesaria, caemos en los mismos errores que los gestores profesionales. Toda la industria, por tanto, está infectada de borreguismo y enfocada hacia un corto plazo que no lleva a ningún sitio.
La únca forma posible de salir de este círculo vicioso es cambiar nuestro concepto de beneficios. Los inversores en valor debemos centrarnos en los beneficios empresariales y no en los retornos de nuestra cartera. El riesgo de nuestras inversiones será el propio de los negocios subyacentes de las empresas, y no la desviación típica de los retornos de la cartera. Este cambio nos obliga a pensar a largo plazo, como auténticos propietarios de las empresas que compramos. Romper con el borreguismo y con el cortoplacismo son ingredientes necesarios para obtener retornos consistentes a largo plazo.
Tambiés es importante actuar con mentalidad largoplacista cuando invertirmos a través de un fondo de inversión. Si creemos en el gestor y en la política de inversión, salirnos del fondo por estar un año por debajo del índice es un tremendo error. Cuánta gente se habrá salido del fondo del mítico Bill Miller este año sólo porque ha sido el único de los últimos 15 en los que no ha superado al S&P. Francamente, si yo tuviera que apostar entre el criterio de los clientes o el criterio de Bill Miller, hipotecaría la casa a favor del genial gestor.
La mayor parte de los gestores profesionales y de los inversores particulares son incapaces de superar al índice precisamente por su obsesión de superarlo. Debemos pararnos a pensar qué es realmente lo que buscamos como inversores y qué les estamos exigiendo a nuestros gestores. Sólamente siendo sinceros con nosotros mismos seremos capaces de establecer una estrategia inversora que cubra nuestras necesidades. Pero claro, esto va en contra de la naturaleza humana. Pan y Circo, señores.
NOTA: recomiendo el magnífico artículo en el blog de Fernando sobre el encuentro de Rankia. En él habla del "borreguismo" (qué término más acertado, Fernando!) y de la penosa realidad de la industria de los fondos de inversión (entre otras muchas cosas).