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"Al mismo tiempo que mejora la organización de los mercados de inversión, aumentan, sin embargo, los riesgos del predominio de la especulación. Los especuladores podrían no resultar perjudiciales si fueran como burbujas dentro de una corriente empresarial estable; lo grave se produce cuando es la empresa la que se convierte en una burbuja en medio del desorden especulativo... Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es probable que el trabajo se haya hecho mal". John Maynard Keynes - Teoría general del empleo, del interés y la moneda, 1936.

Dudo mucho que Keynes fuera un profeta. También descarto que tuviera poderes adivinatorios o que hablara con Dios, como hacen otros. Lo que ocurre es que hay personas que son capaces de leer lo que realmente está frente a sus narices y, a fuerza de observar, descubrir lo que sostiene el decorado. Así, pienso que algunos idiotas andan diciendo que Keynes profetizó nuestra actual crisis. Lo que ocurrió es que durante décadas, desde que la Administración Kissinger decidió fabricar papel moneda por encima de las reservas de oro (ante el grave déficit que sumía a los Estados Unidos de América principalmente por los gastos derivados de la guerra de Vietnam ¿coincidencia?) la economía especulativa ha ido sustituyendo paulatinamente a la productiva. Dominándola.

Aquí, en nuestras islas, una aerolínea puede irse al garete porque sus socios no son empresarios del transporte, interesados en el transporte y conocedores del ramo sino inversores de capital riesgo que quieren liquidez ¡ya!.

Aquí, en nuestras islas, hemos conseguido elevar el precio de un erial o de una marisma protegida hasta el precio de mercado del coltan. No ha habido problema para lograr la recalificación de espacios naturales, la concesión de licencias destruyendo territorio o transformando suelo rústico en polígonos industriales.¡Había tanto bote de cola-cao que enterrar!

Quien tenía un ladrillo tenía un tesoro. El vecino ponía a la venta pidiendo locuras y algún alemán soltaba el dinero sobre la mesa, aprovechando que el euro iba a exigirle de dónde procedían sus marcos. Y si el vecino sacaba una fortuna ¡tonto el último…! Hasta que hemos conseguido que aquí no haya quien pueda comprarse una casita decente sin tener que abandonar por ello la decencia.

Para quienes nos dedicamos al seguro, empezaba una extraña peregrinación hacia el absurdo.

Por una parte casi todos los bancos venían exigiendo a sus clientes que el seguro de incendios (En realidad, el multirriesgo) tuviera por suma asegurada el capital financiado, no el de reconstrucción. Evidentemente eso solo se pide si no se tiene p… idea de lo que es un seguro de incendio y de cómo funciona. Así que tenemos a miles de clientes bancarios pagando como primos por algo que nunca van a percibir. Al seguro se la trae al pairo cualquier cosa que no sea el coste de reconstrucción puro y duro. Y al intermediario bancario cuanto mayor es la prima, mayor la comisión que percibe. Solo pierde el cliente.¡La banca gana!

Por otra parte, muchas entidades financieras iniciaban un peligroso cortejo con prácticas prohibidas. Y así, pasándose por el arco del triunfo las Leyes de Mediación, de Competencia, de Condiciones Generales de la Contratación, Consumidores y Usuarios, Código Civil y Penal y cuanto se pusiera a tiro en materia de derechos han abandonado este lado de la balanza para adueñarse claramente del lado oscuro de la fuerza. ¿Cómo? Mediante la sencilla técnica de explotar el miedo de su cliente ante la eventualidad de no poder comprar una casa o de tener que pagar más por ello si los seguros no eran intervenidos a perpetuidad por la banca o caja. La calidad del producto o del servicio aportado, así como la correspondencia riesgo-contrato era lo de menos: lo importante era explotar el filón de clientes “cautivos” y alcanzar el nirvana: el "objetivo" comercial. Esto, por sí solo, ha sido grave, muy grave. Pero lo increíble es que ha permitido que clientes que no tenían capacidad de endeudamiento hayan pasado el scoring por el simple y absurdo método de abandonar a la fuerza su paquete de seguros en las manos del banco o caja. Es decir, la financiera ha expuesto dinero procedente de depósitos de sus clientes o del interbancario en una operación netamente imposible simplemente a cambio de unas tristes comisiones de seguro. Para mear y no echar gota.

Para quien desconozca el sector he de aclarar que un seguro medio de hogar deja una comisión bruta de unos 30 € al año. Y se supone que hay que gastar parte de ellos en prestar servicio, aunque la experiencia demuestra que el servicio postventa en la bancaseguros no es para echar cohetes, salvo honrosas excepciones que, probablemente, han de existir. Treinta euros no deberían conducir a nadie con formación suficiente y lealtad hacia su entidad a asumir el riesgo de una hipoteca basura.

Nuevamente no se atiende a la economía productiva sino que se especula ganando a costa de empobrecer a otros. Asumiendo un riesgo real y desproporcionado.

Hasta cierto punto, menos mal que esta crisis evitará que la cosa vaya a peor. Pone freno. Pero tendrá efectos demoledores: entre otras cosas está demostrando que un sector (informado) que no se fía de sus miembros no merece la confianza del consumidor.

Ahora que el consumidor ya no tiene fe ciega en ese proveedor y, además, tiene marcado a fuego que ha sido objeto de chantajes y amenazas puede convertirse en un peligroso enemigo. Si la gente que está harta de que se le impongan contratos no deseados o de que se le diga qué, con quién y cómo tiene que contratar so pena de destrozarle el bolsillo acude a denunciar estas prácticas, que son prohibidas, el aluvión de denuncias y demandas puede demoler el maltrecho prestigio y las cuentas de más de una entidad. Si el diseño de estas prácticas procede de los Consejos de Administración, sus CEO deberían contar con una RC de Administradores y Directivos. Hay una gran distancia entre un tonto aislado haciendo burradas en una sucursal y la planificación estratégica de un Guantánamo finaciero para familias y empresas. Si se trata de entidades con control público ya me dirán cómo se podrá justificar lo injustificable y qué efectos colaterales tendrá.
Recordemos a Voltaire: "Si alguna vez ven saltar por la ventana a un banquero suizo, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar".

Igual asistimos a la refundación de David contra Goliat.
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