La mayoría de los analistas y estrategas del mercado trabaja con números. A más números, mejor. Existen incluso casos extremos de gente que, a más se equivocan, más números miran. Como si por ver más números fuera a cambiar la dirección del mercado y el resultado de sus inversiones.
Pese a su mala fama, los especuladores aportan más beneficios que inconvenientes al mercado. Por definición, especulador es un inversor de corto plazo, no un tipo malvado con tridente y cuernos. Y esa característica de operar a corto plazo aporta liquidez al mercado.
A veces magnificamos las capacidades de los bancos centrales. Y, nos guste o no, el que manda es el mercado. Una cosa es que la decisión del BCE de comprar 60.000 millones de euros al mes en bonos europeos sea ponerles el viento a favor, y otra, considerarla una red de protección como la del circo.
En Noviembre publiqué un libro -“¿Y yo, que hago con mis ahorros?” (Deusto) – uno de cuyos objetivos era ayudar al inversor conservador a obtener una rentabilidad superior a la que ofrecen actualmente los depósitos bancarios (otro era evitar que le den “gato por liebre” al comprar productos financieros)
El déficit y las deudas forzaban una política de austeridad. Desgraciadamente, el camino elegido por los gobiernos para el saneamiento de las cuentas públicas no se ha basado en reducir los “michelines” del Estado, es decir, los gastos improductivos, las duplicidades, los “cargos de confianza”, el senado, etc...
En los mercados es muy conocida la figura de los llamados “cazadores de gangas”, pero hasta ahora nadie le ha puesto nombre a los inversores que basan su decisión de invertir en un país o zona geográfica en función de que se pueda producir un proceso de estímulo económico o monetario.
“Up & Down with The Rolling Stones”: así se llama un libro que escribió una persona cercana al grupo, un chaval que montó el primer club de fans y lo que hoy llamaríamos un “blog” sobre el grupo (entonces una revistilla de cotilleos sobre sus andanzas).