Estimado Ramon13,
Lo primero, te felicito por haber encontrado un artículo tan esclarecedor. Relata perfectamente la situación actual.
Creo que este artículo resume muy bien las dos posturas en boga:
Por un lado, tenemos la postura keynesiana: estamos ante una crisis de demanda, por lo que la salida lógica es reactivar la demanda mediante gasto público, financiada con emisión de Deuda pública y apoyada en una política monetaria expansiva (por ejemplo, contando con la colaboración el Banco Central para emitir billetes, y comprar con ellos la deuda soberana emitida por el Gobierno). Para esta corriente de pensamiento, los efectos expulsión o crowding-out no son relevantes en una situación de desempleo, así como tampoco son relevantes (o al menos son secundarios) los efectos sobre la inflación. Lo que realmente importa para este enfoque es reactivar la demanda a corto plazo para reactivar, a su vez, el crecimiento de la economía.
Por otro, está la postura neoclásica o monetarista, llamémosla como quieras. Se resume en lo siguiente: la política acertada en esta situación de crisis no es actuar mediante estímulos fiscales y monetarios, ya que los estímulos fiscales producen inflación a largo plazo y efecto expulsión sobre la inversión privada en el corto plazo; mientras que la política monetaria expansiva, al expandir la masa monetaria, sólo provoca inflación, pero no reactiva el crecimiento. Según este enfoque ¿cuál es la política a adoptar para salir de la recesión?
En primer lugar, reducir los costes de producción, fundamentalmente, los salarios. Con estos menores salarios, descenderá tanto el coste de producción de las empresas como los precios; la caída de inflación supone un aumento en los salarios reales, por lo que el descenso en la demanda, que en principio es lo que podríamos esperar cuando se reducen los salarios, se vería compensada por los mayores salarios reales; al mismo tiempo, los menores costes salariales supondrán una recuperación de la rentabilidad de las empresas. Ambos efectos combinados (mayores salarios reales + mayores márgenes empresariales) se supone que recuperarían la demanda agregada de la economía. Al mismo tiempo, la bajada de precios haría los productos nacionales mas competitivos en el exterior, con los que el estímulo de las exportaciones también apoyaría la demanda.
En segundo lugar, hay que realizar una reducción en gasto público con el objetivo de conseguir un presupuesto equilibrado, por dos razones: para evitar el “efecto expulsión” es decir, que el sector público no capte fondos del sector privado que podrían ser utilizados para la inversión; y para que, al tener el sector público un presupuesto equilibrado, no emitir deuda pública que a largo plazo genere inflación.
Por último, la receta en política monetaria en este enfoque es imprimir sólo la cantidad de dinero compatible con el crecimiento de la economía a largo plazo, pero no mas, porque mas cantidad de dinero generaría inflación.
Al final, lo que subyace detrás de una u otra teoría es el modo en como se piensa que se ajusta la producción a las variaciones en la demanda; si piensas que ante una variación de la demanda, las empresas ajustan la cantidad que producen, estarás mas de acuerdo con el enfoque keynesiano; si por el contrario, piensas que ante una variación de la demanda, la cantidad producida permanece constante, y lo que se ajustan son los precios, pues estarás mas de acuerdo con el enfoque neoclásico – monetarista.
Particularmente, yo me posiciono mas cerca de los postulados keynesianos, porque no me creo gran parte de las premisas neoclásicas (por ejemplo, no me trago la sustitución factorial, que es una de las piezas centrales de su doctrina), y por lo que me dicta la experiencia. Pero ¡quién sabe! La Economía no es una ciencia exacta, por lo que no podemos estar seguros al 100% de cuál de los dos enfoques es más acertado. ¡No podemos hacer pruebas de laboratorio!
Bien, una vez soltada toda la parrafada anterior, volvamos al artículo: como sé que eres un asiduo lector del blog “Oikonomía” del profesor Esteve, supongo que este artículo te trae a la memoria, igual que a mi, “El Catch-22 de la economía española”. Realmente, ésta es la situación, la que relatan tanto este artículo que has colgado como el del profesor Esteve. España tiene su capacidad de maniobra muy restringida: estamos ante una crisis de demanda, por lo que lo acertado, en mi opinión (y, por lo que creo, también en opinión del Gobierno de ZP, así como de varios economistas del FMI), debería ser una política fiscal expansiva y política monetaria expansiva. Pero España en este momento no puede implementar ninguna de estas dos políticas: por un lado, la política monetaria está en manos del BCE, y éste no está muy por la labor de llevar a cabo una política monetaria expansiva, ni de comprometerse a emitir dinero para comprar Deuda soberana de los países de la Zona Euro; Por otro lado, si España acomete una política fiscal expansiva en solitario, los mercados nos penalizan, por lo que no podemos colocar nuestras emisiones de Deuda soberana, o, si queremos hacerlo, debemos pagar una “prima de riesgo”. Es decir debemos pagar mas intereses a quien compre la Deuda.
¿Cuál es la salida? En mi opinión, una salida posible sería que el BCE emitiera dinero y comprase Deuda de los países de la Eurozona; esto, combinado con una política fiscal expansiva coordinada entre todos los países de la UE. ¡Pero esto sólo es mi receta, ya que soy keynesiano!
Para un neoclásico o monetarista, pues te dirá que lo mas acertado es reducir salarios (mediante una reforma laboral), reducir déficit público (mediante recortes en las prestaciones sociales), y reformar los mercados de bienes y servicios (para permitir que los precios caigan). Para mi, esto es erróneo, sólo generará mas paro, mas desempleo y menor crecimiento, porque los precios no creo que caigan.
Pero el problema central no es si optar por una u otra salida; el problema es que no tenemos otra opción; o presionamos políticamente contra los “corsés” que nos ha impuesto la UE (fundamentalmente, por causa de Alemania) y el BCE, para que varíen el rumbo de su política; o bien seguimos a pies juntillas el “plan anticrisis deflacionista” que nos han recetado los economistas neoclásicos.
En este aspecto, la situación de ZP me recuerda a la de Fernando VII: este rey quería seguir una política absolutista, pero cuando triunfó la sublevación liberal de Riego, no lo quedó mas remedio que aceptar la Constitución liberal de 1812. “Marchemos sinceramente, y yo el primero, por la senda constitucional” dijo con pesadumbre, lo que algunos liberales con ansia de revancha tradujeron por “Trágala, trágala, trágala / trágala, trágala, perro”.
Pues eso: el “trágala, perro” es la opción que ha escogido ZP: no le gusta el “plan anticrisis deflacionista”, pero no le queda otra; le quedaría la opción de intentar convencer a sus colegas europeos de que la política correcta es la keynesiana, aunque probablemente no lo intenta porque en el fondo piensa que no tiene suficiente fuerza o capacidad para convencer de su error a la UE, al BCE y sus colegas europeos. Y me pregunto ¿habría algún líder político en España capaz de hacerlo?
Que Dios nos pille confesados.
Saludos.