Se nota que hablas desde la práctica y eso siempre enriquece el debate. Coincido en varias cosas: el inmobiliario no es la panacea, menos aún en el contexto actual en España. Tiene riesgos evidentes —liquidez limitada, fiscalidad creciente, conflictos legales— que muchos minusvaloran. Por eso entiendo que hayas salido escaldado y lo desaconsejes.
En cuanto a la indexación o la cartera permanente, me parece muy respetable, aunque a veces se transmite como una solución universal, sencilla y sin esfuerzo, cuando en realidad no lo es tanto. Que “solo requiere un par de horas al año” puede ser cierto para quien tiene formación, contexto y experiencia en mercados, pero no necesariamente para quien no ha pisado el mundo financiero más allá del banco. Entender realmente en qué estás invertido, cómo te afecta un ciclo económico, o qué implica fiscalmente rebalancear, no es inmediato. De hecho, basta mirar qué pasó durante la pandemia: en marzo de 2020 el S&P 500 cayó un -34% en solo 33 días. Muchos inversores “indexados” sin convicción salieron corriendo en pérdidas, y se perdieron la recuperación posterior, que fue histórica. Lo mismo ocurrió en 2008, cuando el índice cayó un -56% desde máximos, y pasaron casi cuatro años en recuperar niveles previos.
Sobre los asesores financieros, no te quito razón: hay mucho vendehumo, mucho comercial mal camuflado de profesional. Pero también hay buenos profesionales, serios, que entienden fiscalidad, productos, planificación y perfil de riesgo. Cuesta encontrarlos, claro. Como todo en la vida. Pero existen. Meter a todos en el mismo saco es injusto, sobre todo para quien sí aporta valor real a determinados perfiles de inversores.
Respecto al tema de los hijos, me parece un asunto personalísimo. Entiendo que desde una óptica puramente patrimonial, los hijos supongan una merma financiera evidente. Pero no todo en la vida se reduce a rentabilidad económica. Mis padres seguro que habrían vivido con más dinero sin mí, y yo lo mismo sin mis hijos. Pero no tengo duda de que, igual que ellos me dieron sentido a mí, mis hijos me lo dan a mí ahora. Y eso vale más que cualquier fondo indexado.
Por último, sobre la tranquilidad con la cartera: sí, se puede automatizar y descansar. Pero creo que esa paz solo la tiene quien entiende los mercados y sabe leer lo que ocurre. La mayoría no está ahí. Por eso no veo mal que haya quien prefiera contar con ayuda profesional, o incluso dedicar tiempo a formarse, a mirar su cartera con algo más de regularidad, o a diversificar más allá de fórmulas únicas.
Al final, todos buscamos vivir tranquilos con lo que tenemos y con lo que somos. Cada camino es válido, pero lo que para unos es fácil, para otros requiere mucho más que unas horas al año y una hoja de cálculo.