El gasto de los países de la UE en Defensa se ha incrementado en la última década, pero es apenas una tercera parte del de EEUU.
La Unión Europea fue un proyecto ideado para traer paz al Viejo Continente después de treinta años marcados por dos guerras devastadoras y ha logrado este objetivo durante ochenta años, al menos dentro de las fronteras comunitarias, pero parece que la calma está tocando a su fin conforme los tambores de guerra suenan cada vez más cerca de Bruselas. "La guerra en Europa ya no es una fantasía", ha advertido el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, reclamando un mayor compromiso presupuestario en materia de defensa. "La OTAN no puede seguir siendo creíble a menos que los miembros europeos aumenten su credibilidad militar", ha afirmado.
Durante un encuentro organizado por Nueva Economía Fórum, Borrell ha alertado que "el paraguas estadounidense que nos ha protegido durante la Guerra Fría y después puede no estar abierto todo el tiempo". La razón es aritmética sencilla: Estados Unidos asume más de dos terceras partes del gasto militar de la treintena de países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) mientras que los países de la UE apenas aglutinan el 22,5%, lo que no solo ha suscitado quejas por parte de Washington, especialmente durante la era Trump, sino que además deja a Bruselas a merced de los recursos de los que disponga EEUU, que pueden verse distraídos por los problemas en Oriente Próximo (como es la crisis del mar Rojo) u otras regiones, además de la propia agenda internacional estadounidense.
En concreto, Estados Unidos destina al gasto militar el 3,5% de su PIB, de acuerdo con los últimos datos de la OTAN, de julio del año pasado. Esta cifra no solo es la segunda mayor de toda la Organización, solo por detrás de Polonia (donde el gasto en Defensa se disparó a raíz de la guerra en Ucrania), sino que duplica el promedio del resto de países. Así EEUU va seguido en esta clasificación de Grecia (3%), Estonia (2,7%), Lituania (2,5%), Finlandia (2,4%), Rumanía (2,4%), Hungría (2,4%), Letonia (2,3%), Reino Unido (2,1%) y Eslovaquia (2%), con lo que apenas once países quedan por encima de la cota del 2% del PIB que se marca como objetivo el Atlántico Norte para poder garantizar una defensa conjunta. Y apenas tres países (Estados Unidos, Reino Unido y Grecia) se situaban por encima de esta cifra hace una década, antes de la ocupación rusa de Crimea.
El problema, más que la cantidad de países que alcanzan el objetivo, es que la mayor parte de estos son pequeños o no forman parte de la UE, como Reino Unido. En cambio, los grandes países de la Unión quedan todavía, a pesar del incremento del gasto militar de los últimos años, por debajo de esta cifra. Así, el gasto en defensa cae al 1,9% en Francia, al 1,6% en Alemania, al 1,5% en Italia y al 1,3% en España. Aunque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha comprometido a alcanzar este nivel del 2% del PIB, España es todavía el tercer país de la OTAN que menos gasta en defensa, por delante de Bélgica (1,1% del PIB) y Luxemburgo (1,3%), si bien las cifras son más elevadas que en 2018 (0,9%).
Todo ello, unido al peso cada vez menor de la economía europea frente a la estadounidense, hace que el gasto militar total en Estados Unidos triplique al de toda Europa. En concreto, EEUU gastó en defensa 860.000 millones de dólares el año pasado (unos 790.500 millones de euros al cambio actual), frente a los 283.950,1 millones de dólares de la Unión Europea. Y, si se toman las cifras individuales de cada país, la diferencia es abismal, ya que la primera potencia mundial va seguida a mucha distancia de Alemania (68.079,7 millones), Reino Unido (65.762,8 millones), Francia (56.649,1 millones), Italia (31.585,3 millones) y Polonia (29.105,2 millones). Y las nuevas incorporaciones europeas, como Suecia, no van a alterar este desequilibrio.
Pero, más allá del gasto en sí, está la reticencia de la población y los gobiernos europeos a involucrarse en misiones militares, incluso en los casos en los que hay más intereses europeos que estadounidenses en juego. Es el caso de la guerra en Ucrania, donde el envío de material militar y la imposición de sanciones por parte de los países europeos ha ido siempre a rebufo de EEUU, con excepción de algunos países del este, pero también de la crisis del mar Rojo, un canal de abastecimiento crítico para Europa, o de los conflictos en países subsaharianos como Mali, donde los mercenarios rusos han ganado la partida a Francia, reduciendo el suministro de uranio para las centrales nucleares galas.