Muy buen análisis. Coincido contigo en que la geopolítica se ha convertido en el verdadero motor de los mercados, y que la economía es cada vez más una herramienta estratégica —más aún en un mundo en el que los bloques están cada vez más definidos.
Lo más llamativo es cómo se ha difuminado la línea entre política exterior, defensa y economía. Lo de los aranceles ya es casi anecdótico comparado con lo que vemos ahora: exportaciones de tecnología bloqueadas, sanciones que cortan financiación, inversiones condicionadas a alineamientos políticos... y sí, esta dinámica beneficia a las potencias que manejan la incertidumbre como arma. EEUU lleva tiempo en ese juego.
Lo que ocurrió este fin de semana deja una sensación de imprevisibilidad que mina la confianza en los propios pilares del sistema global. Ya no se trata solo de conflictos abiertos, sino de qué puede pasar de un día para otro con la cadena de suministro, con las rutas marítimas, con la energía, con el acceso a ciertas tecnologías... todo está en juego.
Y lo de China, como bien apuntas, no es precisamente pasividad. Es cálculo. Pekín está dejando que el frente de Oriente Medio desgaste a su principal competidor sin mover demasiado el tablero, porque sabe que llegará su momento.