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En estos días, tristes para muchos puesto que están perdiendo sus viviendas, sus coches, sus empleos e, incluso, su plato de lentejas, comienzan a ver la luz en las páginas salmón las cifras de seis a siete dígitos que representan los beneficios de gran número de grandes empresas y corporaciones. También del seguro y, sorprendentemente, de la banca.

A mí, que soy duro de mollera y blando de corazón, se me antoja que (mira por donde) eso no está bien en muchos casos y, en otros, simplemente no es elegante pavonearse.

Y digo que no, que me revuelve el estómago porque no es lógico, ni decente, ni medianamente comprensible que quienes están echando gente a la calle, reduciendo plantillas, lo hagan no a causa de sufrir pérdidas sino simple y llanamente porque sus beneficios en lugar de estar a 50 años luz de los de cualquier pyme solo están a 48.

Y digo que no, porque no se comprende que la banca esté amarrando hasta el último céntimo para disponer de liquidez, empiece a vender las viviendas ejecutadas que son las únicas que obtienen financiación y, mientras, anuncie beneficios astronómicos. Tal vez uno de sus mejores años...

Y digo que no, ya que me alucina que los salarios de los grandes ejecutivos, responsables de cuanto sucede por su mala e imprudente gestión, puedan crecer hasta el infinito mientras se presentan ERE con que salir del paso. Paga el pato quien no debe.

Y digo que no, porque en estos momentos de prudencia algunas aseguradoras están volviendo a primas que no se veían desde principios de los noventa. ¿Suficiencia has dicho?¿Solvencia II? No sé aún si están intentando un suicidio financiero o si es tan malo lo que ofrecen que ni siquiera justifica ese precio que pretenden cobrar. La otra alternativa es igualmente terrible: que no paguen sus compromisos. Igual también se están forrando.

Algunos tendrían que leerse su propio manual de Responsabilidad Social Corporativa. Verían qué lejos está lo que hacen de lo que dicen. Esa es una vieja historia.
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