Acceder
Yo soy un chico (de 46, aclaro) de ciencias y recuerdo con entusiasmo mis primeras prácticas en el laboratorio de química analizando lo que se ha dado en llamar REACCIONES EN CADENA.

Estas consisten, abreviando, en que la energía que se libera en una pequeña cantidad de una masa concreta de reactivo, en presencia de un agente oxidante, se propaga con una velocidad que crece exponencialmente generando nuevas reacciones hasta que se alcanza un nivel de saturación o que reacciona todo el reactivo.

Existen unos bonitos elementos llamados catalizadores que aceleran el proceso.

¿Les suena?

Lo interesante de este asunto es que el reactivo no mueve ficha si no hay oxidante y si se pone en contacto con el catalizador... no hay quien lo pare.

Así, señores, las instituciones financieras, las sociedades de inversión, los agentes financieros, los refinanciadores, clientes y, porqué no, muchos líderes de ventas del sector asegurador, se han puesto las botas durante mucho tiempo. Para ello solo han tenido necesidad de borrar dos palabras del diccionario: cautela y límite. El sentido común estuvo de "vacaciones" largo tiempo. Supongo que interno en Guantánamo.

A todo este reactivo solo le faltaba un agente oxidante: y llegó. La famosa burbuja inmobiliaria, que se había extendido como la niebla del páramo sobre nuestro sesudo primer mundo,estaba siendo observada con asombro: "¡no estalla!" decían todos, "¡sigamos creciendo!" concluían. Pero tal crecimiento no era sino especulación que engordó a unos a costa de la mayoría.

Y así, mientras ciertos ejecutivos bancarios podían sumar 70 millones de euros a su plan de pensiones (ubicado en un paraíso fiscal, claro) las familias sentenciaban su futuro con hipotecas que iban más allá de su esperanza de vida y, además, suponían tal porcentaje sobre sus ingresos fijos que, en la práctica, les convertía en esclavos de su decisión. A cadena perpetua.

Y así, mientras los intereses bajaban, también bajaban los buitres de los cielos y caían sobre el dinero de quienes buscaban más y más rentabilidad. ¿Riesgo? ¡Pero si está garantizado por Lehman Brothers o tal o cual banco islandés!

Mientras, se iba mascando la tragedia. Unos hacían negocios, abriendo operaciones suicidas pero las endosaban a otros que no tenían ni idea de la calidad del subyacente. Esos, sin el más mínimo pudor,no se molestaron en adoptar una mínima dosis de diligencia, preguntando "eto ke é", y sin saber qué estaban dando a su cliente (eso espero), le garantizaban lo que fuera con tal de crecer en el ranking.

Y así nos ha ido. Y así nos irá.

Por fin apareció el catalizador: el miedo. Como ninguna entidad financiera se fia de las restantes ("seguro que están tan podridos sus activos como los míos", se dirán) pues resulta que el interbancario está desaparecido en combate. No hay dinero que prestar y las entidades temen que el pánico agolpe a sus clientes frente a las puertas de sus templos pidiendo la pasta. No la tienen, lo saben y eso les obliga a retener fondos para contar con la liquidez necesaria con objeto de satisfacer a los primeros que reembolsen y que dichas operaciones aporten una imagen de liquidez y fortaleza ante los nerviosos espectadores.

Este miedo, esta huída hacia delante que consiste en que la banca no deje circular el dinero, reteniéndolo, tiene otro efecto añadido: no hay lugar para la financiación de la empresa. Así, a pelo, sin soporte bancario ¿quien navegará el proceloso mar de la crisis?

Las empresas, como los particulares, han vivido una borrachera de oportunidades y de diversificación: de oportunidades en las que no cabía la originalidad:eran las mismas para todos, hasta la saturación. De diversificación metiéndose en cosas de las que no se tenía ni idea. ¿Cuantas veces en estos años me ofrecieron participar como promotor? Perdí la cuenta, preocupado, viendo el agua pasar. "Para financiar las aventuras existen las cuentas de crédito" me decían. Así un producto diseñado para cubrir puntas de tesorería negativa se ha convertido en una herramienta donde cada día del año hay punta negativa. Y al primer fallido, el castillo de naipes cae por su propio peso. Sin cimientos, estaba escrito.

El empresario se ha burlado del seguro de crédito y ahora el seguro de crédito se lava las manos: no lo quiere. Advierte el proverbio árabe que hay que cavar el pozo antes de tener sed. Pero hay que saber dudar para escuchar proverbios. Solo son consejos de la experiencia.

El empresario se ha burlado de los seguros de Administradores y Directivos o bien nadie se los ha ofrecido... Ahora que salen a la luz tantos concursos de acreedores más de uno acabará perdiendo todo su patrimonio privado y el de su pareja. Toda una vida por la borda, solo por no ser previsor.

Y por no haber atendido cuando daban en clase de química las reacciones en cadena.
¿Te ha gustado mi artículo?
Si quieres saber más y estar al día de mis reflexiones, suscríbete a mi blog y sé el primero en recibir las nuevas publicaciones en tu correo electrónico
  • empresario
Accede a Rankia
¡Sé el primero en comentar!