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                                     FERNANDO ESTEVE MORA

Está claro que con lo del precio de la electricidad no hay arreglo posible. A la opacidad interesada en el diseño del funcionamiento del mercado mayorista, cuya comprensión excede de todo límite, se agrega lo -digamos que- peculiar de las políticas diseñadas para "arreglar" el  supuesto malfuncionamiento de ese mercado.

Y, sin embargo, los "fundamentos" del asunto están más que claros (y aquí: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4873960-iluminando-don-pablo-iglesias-asunto-precio-luz , y aquí: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/428741-george-bernard-shaw-regulacion-sector-electrico en este blog aparece una descripción de los mismos). Se trata de un sector en el que se usan distintas tecnologías (hidroeléctrica, eólica, solar, nuclear, gas, carbón) para generar electricidad con distintos costes unitarios. Dicho con otras palabras los costes marginales de producción de electricidad tienen una estructura escalonada, siendo las tecnologías de generación de energía eléctrica que quema gas o carbón las más caras. Es decir, que cuando la necesidad (ergo, la demanda) requiere que se expanda la producción, llega un momento en que hay que recurrir al uso de una tecnología más cara: la del gas por no decir la del carbón. Pero también hacer lo mismo  es necesario cuando por sequía, o ausencia de viento o por paradas técnicas de las nucleares, también hay que acudir a quemar gas o carbón para generar electricidad lo que es más caro no sólo por el coste de la "materia prima" prima sino también por la necesidad de adquirir derechos de contaminación.

Ello se traduce en que, las empresas (que -por cierto. no conforman un sector competitivo sino oligopolístico) pueden obtener unas enormes ganancias procedentes no de beneficios obtenidos por lo bien que lo hacen en lo "suyo", o sea, haciendo electricidad, sino que les llegan como caídos del cielo -"windfall profits", los llaman-  (rentas económicas en el argot de los economistas) a consecuencia de que el mercado fija los precios marginalmente, es decir de forma que el precio del último kilovatio que se produce (el kilovatio marginal) determina el precio para todos los kilovatios producidos y vendidos aunque se hayan generado con tecnologías más baratas o incluso a coste cero (caso de la hidroeléctrica producida en centrales más que amortizadas)

Esa fijación marginalista de precios indigna a la gente, a los políticos y, a lo que parece, a un amplio número de economistas mediáticos que arremeten contra la fijación marginalista de precios sin que se les caiga la cara de vergüenza. Cada vez que los oigo pienso que debería haber también un carnet de puntos para ejercer como economista como lo hay para los conductores, de modo que a un economista que dijese una burrada como ésa, deberían quitarle la posibilitad de ejercer como tal hasta que no pasase por un examen de Economía elemental.

Porque hay algunas cosas de Micro y Macroeconomía que todo economista no debería nunca olvidar. Y una de ellas es saber que la fijación marginalista de precios, que obliga a que el precio cubra los costes de generación del último kilovatio producido o kilovatio marginal, es, por muy absurda que le parezca a la gente,  la forma CORRECTA de fijar precios. Es la forma EFICIENTE de fijar precios. Es la forna ADECUADA de fijar los precios.

Cierto es que como consecuencia de ella, dado que se paga el mismo precio por todo kilovatio sea cual sea su coste de producción,  los consumidores pagan por todos los kilovatios que consumen un precio muy elevado y que las grandes empresas eléctricas se embolsan correspondientemente unos pingües "beneficios" llovidos del cielo. Pero la solución no pasa por bajar los precios ARTIFICIALMENTE e INEFICIENTEMENTE, "topando" por ejemplo el precio del gas como la actual Ministra de Industria ha propuesto y conseguido en Bruselas. Eso es un absurdo económico de todas todas.

¿Qué se podría haber hecho? Pues, por ejemplo, algo muy sencillo. Y lo es porque el ministerio tiene todos los datos, toda la información para hacer una política mucho más eficiente. Sabe del consumo de todos y cada uno. Sabe de la producción de todas y cada una de las empresas. Sabe de los precios  y de los costes de producción de cada kilovatio. Y sabe, consecuentemente, del volumen de beneficios extra inmerecidos y "caídos del cielo", o "rentas económicas", de cada empresa eléctrica. Y sabe por eso mismo, que se los puede quitar impositivamente sin que ello tenga efectos reales sobre la capacidad productiva puesto que no son una remuneración por la excelencia de su "trabajo" sino un "regalo" inmerecido.

Y sabiendo todo eso, mi pregunta es la de que porqué no ha hecho el ministerio del ramo algo parecido a lo  que pergeñaron para la gasolina y el gasoil para la automoción. Es decir, ¿por qué no han procedido a gravar esos beneficios caídos del cielo y luego repartirlos entre los consumidores (para compensar de algún modo la inevitable subida de precios) en atención a un criterio tan elemental como los kilovatios consumidos? Imaginemos, por poner un ejemplo fácil, que una familia ha consumido 100 kilovatios en un periodo de dos meses  y que los beneficios caídos del cielo para la eléctrica que le suministra servicio ascienden a tal cantidad en ese periodo que por kilovatio ascienden a 20 céntimos. Pues bien, en la siguiente factura, la familia recibiría una transferencia de 0,20 x 100 = 20€ provenientes de los beneficios "caídos del cielo" que de ella sacó inicialmente su empresa eléctrica.

Obsérvese que mediante este sencillo mecanismo, los precios no se distorsionarían. Es decir, el precio de la luz sería el que fijase el mercado. O sea, altísimo, como es lógico y natural que lo sea dada la especial situación en los mercados que estamos viviendo. Frente a la tontuna de topar el precio del gas, dejar que el precio de la luz suba  está bien pues, por efecto sustitución, ese elevado precio sirve para  incentivar a los consumidores a buscar o invertir en fuentes energéticas (placas solares) alternativas. Pero lo que no habría sería un efecto renta negativo tan enorme sobre los consumidores a consecuencia  de esos "beneficios caídos del cielo" en la medida que los consumidores se verían compensados en gran medida por las transferencias que recibiesen. 

Por contra, "topar" el precio del gas es un despropósito. No sólo no incentiva a la transición energética a tecnologías más baratas y ecológicamente sostenibles, sino que además y a escondidas requiere una financiación (dado que el tope o precio-límite del gas para generar electricidad se pone más bajo que su precio de  importación) pues hay que compensar a las eléctricas, ya que de otro modo el estado tendrá que hacer frente  a un crecimiento del llamado "déficit de tarifa".

O sea, que bajo mano, con el plan del Ministerio,  los consumidores habrán inevitablemente de pagar a las eléctricas la factura asociada al  tope en el precio del gas.  El Ministerio afirma que, una cosa por otra, al final todos los consumidores saldrán ganando aunque sea poco. Mucho más fácil, simple y eficiente es un mecanismo como el aquí propuesto. Y,  habiendo ya instrumentado uno parecido como se ha dicho para la gasolina y el gasoil, no veo la razón por la que no se hubiera podido hacerlo en el  mercado eléctrico. Fuera, obviamente, de que una vez más nos encontremos ante la conocida situación de "captura del regulador", que es el modo "técnico" de referirse a  lo que la gente conoce como las "puertas giratorias". O sea, que los "cargos" del Ministerio nunca jamás se atreverán a "controlar" o sea,. restringir de formas radical los "beneficios caídos del cielo" de las eléctricas pues, a fin de cuentas, no les interesa "enemistarse" hoy con sus futuros "empleadores"  pues, tarde o temprano, bien  saben que acabarán en sus nóminas.
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