Todos los que tengan cierta edad, habrán pasado por la decisión de “cuando” cambiar de coche. Llegado un momento, o más bien unos quilómetros, siempre nos encontramos con una disyuntiva, (en el caso de que se pueda elegir, claro).
A partir de un momento determinado, los gastos en reparaciones y mantenimiento se disparan, por lo que empieza a ser interesante cambiar de coche. Por supuesto nos encontraremos con otra serie de parámetros como seguridad, comodidad, imagen y todos estos atributos que son difícilmente cuantificables, pero que no afectan a lo que voy a exponer. Estos atributos afectan a la decisión de cuando se cambia de coche, hasta el punto de que explican porque nadie cambia de coche en el mismo momento. Es decir, si estos parámetros no influyesen, todo se reduciría a un coste de seguir con el antiguo con una serie de costes o pasar al nuevo con otros costes.
Pero vamos a tirar del famoso Ceteris Paribus y obviar estas cosas, manteniéndolas constantes. La razón es que me interesa que se entiendan las diferencias que la situación general impone a las decisiones y como afectan. En primer lugar entendamos que estamos en un contexto en el de inflación en el que somos conscientes de que el coste de comprar un coche dentro de unos meses supondrá un dinero adicional.
En este sentido, cuando nos toque una operación de mantenimiento grave, o una avería grave, o simplemente el coche haya llegado a unos determinados quilómetros, nos tendremos que plantear determinados gastos, que se ahorrarían cambiando el coche. La opción de retrasar la compra del nuevo vehículo lleva consigo el coste de tener que pagar un precio mayor cuando finalmente se cambie el coche, de tal forma que la subida de precios actúa como incentivo, (y en determinados casos muy fuerte), para que las decisiones de compra se aceleren.
Este proceso fue demasiado evidente en el caso de los pisos, en los que la subida espectacular de precios, era un coste adicional para no comprar. ¿Tenía sentido vivir alquilado hasta comprar cuando cada tres meses subían 6.000 euros?. Con unos ingresos normales, jamás, porque cuanto más tiempo pasase, mayor sería el coste.
Cuando estamos en un proceso deflacionario, el efecto es exactamente el contrario. Volviendo al ejemplo del coche, seguimos teniendo en cuenta el coste de las reparaciones del antiguo, pero es que el tiempo en este caso actúa en sentido contrario. Es decir, si esperamos que los precios de los coches bajen, esto afecta a la decisión a favor de seguir gastando dinero en el anterior, ya que parte o todos los gastos que tengamos en el coche a sustituir pueden ser compensados con la diferencia de precio derivada de esperar.
Desde luego no es demasiado diferente de lo que ocurre con los pisos. Hoy retrasar la compra de una vivienda es claramente un ahorro de dinero, que compensa todos los gastos que podamos tener por retrasarla de una forma muy clara. No es tanto que las personas tengan más tiempo para ahorrar, (aunque no sea demasiado fácil), sino que el ahorro derivado de la bajada de precio es un considerable ingreso.
Por estas razones siempre hemos escuchado a todo el mundo con aquello de “la vivienda no va a caer”, “los coches no van a caer”, etc… y por esto en la presentación de la ley de economía sostenible, (un engendro de la anterior legislativa que pronto se va a superar). Se anuncio la desaparición de la deducción para vivienda habitual, para el año siguiente, con el objetivo claro de imponer a todo el que estuviese en disposición de comprar una vivienda, el coste de retrasar la decisión. Es decir, se encarecía a futuro la compra de vivienda para tratar de incrementar las ventas en ese momento. Con la vivienda se ha probado también con la bajada del IVA a las viviendas nuevas, que en teoría comenzaba con fecha de caducidad.
Pues tras estos fracasos del anterior gobierno, intentando reactivar, mediante el uso de las tácticas que cualquier comercial conoce, un sector determinado, (muy tocado), no son más que el precedente de la táctica que ha lanzado el viernes 27 de abril, el ministro de economía en la rueda de prensa tras el consejo de ministros.
En esta rueda de prensa, el gobierno utilizó el método que impuso Acebes en la comunicación de las novedades tras el fatídico 11-M, para que sin decir absolutamente nada, dejar la sensación clara a todo el mundo de que se van a subir los impuestos indirectos el año que viene.
De esta forma, lo que está intentando el gobierno, no es otra cosa que buscar un efecto llamada para tratar de reactivar el consumo de un buen número de bienes, probablemente con especial incidencia en el del sector del automóvil, que se basan en la reposición de compras, presionando a todas aquellas personas que de alguna forma estén en condiciones de plantearse esta compra con la vieja amenaza de que si no compran ahora en el futuro será más caro.
Desde luego es una medida de escaso recorrido, de la misma forma que nos hemos encontrado en los repuntes de ventas de vivienda o incluso en el período de mayo y junio de 2010, donde una vez anunciado el incremento de IVA de dos puntos se produjo una ligera recuperación del consumo, precisamente por el efecto anticipación.
Evidentemente es difícil calificar como negativa una medida que trata de fomentar la actividad, pero en este caso, como en los otros que se han mencionado, en definitiva se trata de buscar un pico puntual de consumo, que no va a solucionar nada, a costa de inducir a determinadas personas de la sociedad a tomar una decisión en base a una información errónea; (lo que en castellano se llama engañar), ya que cuando el efecto llamada se reduzca nos encontraremos con las lógicas bajadas de precios, que se corresponden con los desplomes en el consumo derivados de la concentración en los momentos del engaño.