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Ha bastado un repunte en las expectativas de inflación y una subida de las tasas de retorno de los bonos a largo plazo para que el mercado, en aquellas acciones donde se descontaba una historia en vez de dinero, ajustara rápidamente sus expectativas con sonoras caídas y esperando con ansias las palabras del presidente de la FED.

Para poner en contexto, desde máximos recientes Tesla se ha dejado algo más de un 30% (llegó a ser cerca del 40% a media sesión del viernes 5 de marzo), el Nasdaq un 15% y en cambio el Eurostoxx apenas un 2%. Obviamente la rentabilidad acumulada en estos tres activos para su inversores ha sido muy diferente y de ahí que las caídas desde máximos sean las que son, pero también lo era hace unas semanas antes de empezar a oír que aparece el fantasma (antes escondido) de la inflación.
Curioso es el caso de Apple que baja también un 15% desde máximos siendo una compañía sin apenas deuda, con dividendo y con un gran poder de fijación de precios en sus productos.

Retomando el título del artículo parece que con el aviso de la inflación cierta coherencia vuelve al mercado y comenzamos a hablar de términos hasta hace no mucho obviados y olvidados, si el precio de una acción no es más que el valor presente de sus beneficios futuros, había (o hay) ciertos valoraciones que no parecen muy justificables. Mucho se había hablado de burbuja  comparándola con la del año 2000, pero también es cierto que muchas de estas compañías si que tenían actualmente una imagen y una bonita historia que contar; habrá que ver si el mercado quiere además de titulares, dinero contante y sonante.

El descuento de flujos futuros, gracias a Irving Fisher, es muy intuitivo con la renta fija y sirve para valorar un bono acorde a la rentabilidad que le exigimos según el riesgo asumido y el vencimiento pero con la renta variable, donde los flujos futuros son inciertos y el vencimiento es indefinido la cosa se complica.
El modelo de descuento de dividendos de Gordon-Shapiro trata con un simple fórmula de poder calcular el valor actual de una compañía según el dividendo (D), una tasa de crecimiento (g) y la tasa de descuento que se aplica(k), asumiendo que el cobro de dividendos y su crecimiento es perpetuo.

modelo Gordon-Shapiro
modelo Gordon-Shapiro


Obviamente el modelo es teórico y simple por lo que se ignoran muchos otros factores que influyen a la hora de valorar una compañía.

Mencionaba anteriormente a Irving Fisher, aunque su figura quedó en entredicho por su error de predicción sobre la crisis del 29, fue un gran economista que introdujo (como haría Keynes con su animal spirits) la influencia de las decisiones de los individuos que forman el mercado en su conjunto, y su preferencia por la inmediatez hizo considerar el tipo de interés como el precio del tiempo.

Por tanto si descontamos los flujos futuros teniendo en cuenta el riesgo de que no se cumplan las previsiones y la preferencia por el presente, hace que según la teoría de descuento de flujos se valoren los ingresos futuros (a partir de 10 años por ejemplo) como casi insignificantes a valor actual.

Si descontamos al 8%, en el año 10, el factor de descuento ya es equivalente a 2, es decir 100 euros de dentro de 10 años "valen" apenas 50 a día de hoy, pero el tiempo pasa (nos vamos haciendo viejos, como dice Calamaro) y cuando pasen 10 años si se cumplen las expectativas 100 euros estarán ajustados nada más por la inflación.
Lo explica muy bien William Bernstein en su libro ya mencionado en otros post anteriores, "Los cuatro pilares de la inversión", sobre el efecto con el tiempo de descontar los dividendos según la tasa de riesgo que asumamos.


William Bernstein "Los cuatro pilares de la inversión"
William Bernstein "Los cuatro pilares de la inversión"


Hasta hace unos días se valoraba a las compañías no por sus beneficios sino por lo que podrían llegar a ser, y se daba por hecho que en el futuro conseguiría grandes beneficios y con tipos de interés negativos, la tasa descuento percibida por los inversiones hacía que, al revés que lo marca la teoría, cuanto más grandes sean esos beneficios futuros previstos y más lejanos en el tiempo mayor valor actual tenía la compañía, por eso hemos visto valoraciones en la nombrada Tesla de 1.000 veces el beneficio actual o el éxito de la salida a bolsa de Airbnb en pleno parón turístico mundial.

Lo dicho, ha bastado un repunte en las expectativas de inflación para que muchas de estas compañías con múltiplos desorbitados sucumbiesen, al menos temporalmente, a la gravedad del mercado.


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