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General Electric: fuera de juego

Ayer General Electric dejó de formar parte del índice Dow Jones Industrials. La empresa era la única superviviente desde que se creara el índice en el año 1896 y, aunque recientemente su peso era ya menor, creemos que el evento merece una reflexión.

En primer lugar, lo ocurrido es un recordatorio. Un recordatorio de que vivimos en un mundo cambiante que exige la continua adaptación de los modelos de negocio, donde ni siquiera General Electric, previamente alabada por el gran trabajo de su equipo directivo, se ha salvado de la quema.

El punto de partida en este caso concreto: malas decisiones de asignación del capital. La compra de negocios vinculados al petróleo y al gas cuando el precio del petróleo rondaba los 100 dólares, la adquisición de Alstom en 2015 o la recompra de acciones propias a un precio alto han acabado pasando factura. La disrupción tecnológica y una economía donde cada día los activos tangibles tienen menor importancia, no han hecho sino acentuar una dinámica desfavorable.

El tiempo ha demostrado el gran impacto que pueden tener en el largo plazo las políticas de asignación de capital, y como inversores no sólo debemos fijarnos en el flujo (de beneficios o cash flow) que se genera y cuanto pagamos por él, sino también que uso se le da. Por ejemplo, algunos estudios afirman que el dividendo ha explicado más de un 30% de los retornos totales de la bolsa en el largo plazo. Otras decisiones, tales como amortizar la deuda o las posibles adquisiciones, tienen un impacto igualmente relevante, pero con una contribución en agregado más difícil de medir.

Otro ejemplo puede ser la recompra de acciones. Recomprar acciones puede ser una política de valor añadido si se hace al precio adecuado. Si, como vemos a menudo, la empresa anuncia un plan de recompra de acciones a cualquier precio, se corre el riesgo de sobrepagar. En estas ocasiones el dividendo podría ser una mejor alternativa para retribuir al accionista.

Tomar decisiones acertadas de asignación del capital es difícil, y adaptarse a un entorno cambiante es sin duda una tarea exigente que requiere del talento y acierto del equipo directivo de la empresa. Ignorar o errar en una de las dos vertientes hará que la otra sea insostenible, en cuyo caso lo mejor que puede ocurrir es que la compañía deje de ser representada en un índice obsoleto y cada vez menos representativo.

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