Sinceramente, yo creo que en el mundo actual, la pobreza entendida en el sentido de las gentes que cuidaba Teresa de Calcuta por poner un ejemplo, no creo que permita un estado de felicidad. Quizá hace cincuenta mil años la cuestión podría entenderse de otra forma, puesto que apenas una cueva, unas herramientas sencillas y una tribu con la que vivir eran los límites de la civilización humana.
Hoy, siendo pobre de solemnidad del ejemplo mencionado, ver cómo tus hijos no tienen un mísero bocado que llevarse a la boca, o tu mujer morir en un parto por no tener asistencia médica, etc,....creo que evitará de todo punto ser feliz si por felicidad entendemos todos algo parecido.
Decir lo contrario es hipocresía.
Para mí hay unas pocas cosas en la vida que no tienen precio posible, y cuyo valor no se puede medir en dinero. Faltaría más. Pero luego resulta que el dinero es más importante que muchas otras cosas, y desde que nacemos (al menos los que no nacemos en la plutocracia) recibimos un constante bombardeo socio-mediático de desprecio al dinero, sentando las bases de una relación con éste que no es sana.
El dinero ha de ser respetado, sin olvidar que es buen siervo pero mal amo. Cuando el hijo de Abel Matutes le pedía al padre un cochazo nuevo , éste le decía: "¿Pero tú sabes lo que cuesta ganar una peseta?? . Ahora el hijo es igual que el padre, y con el Ushuaia por ejemplo ha dado un pelotazo empresarial de narices.