Es una pena para los accionistas de PFE que el Torcetrabip se muera o que esté en coma varios años. Sería un gran suplente para llenar el vacío que va a dejar la expiración de la patente del Lipitor dentro de tres años. Pero el mercado sabe lo que es una gran pharma. Sabe que sólo un 3,50% de los medicamentos llegan al mercado. Es el único riesgo que tiene el sector porque, una vez en el mercado, las ventas están garantizadas. Por otro lado, los márgenes son tan grandes, que ese pequeño 3,50% de éxitos producen una cantidad de dinero tal que permite recuperar con creces las pérdidas producidas por el 96,50% de fracasos. Lo que ha pasado con el Torcetrabip son gages del oficio. Tan aburrido como eso.
En una empresa como PFE, con la fortaleza financiera que tiene y la posición de privilegio en el mercado mundial, el éxito es cuestión de tiempo. Si sus directivos son honrados, no hay escándalos contables y cumplen con la regulación jurídica de cada país, la supervivencia de la empresa a largo plazo está prácticamente garantizada. El Torcetrabip forma parte de ese normal 96,50% de fracasos. Lo raro sería que llegase al mercado. Pero tarde o temprano llegará un medicamento que sí lo hará y el fracaso del Torcetrabip quedará olvidado bajo montañas de cash.
Hubiera sido fantástico que pudiera comercializarse, por supuesto. Pero el fracaso en este sector es algo tan normal y, por tanto, tan descontado que la caída del precio (de momento) no ha sido nada atractiva. Por debajo de $26 PFE está barata. Si yo no tuviera acciones ya compradas, hubiera aprovechado para comprar. Pero siendo la cuarta empresa con más peso en mi cartera, una caída tan pequeña por algo tan normal y tan descontado... en fin, no merece ni un artículo. Y es que, queridos amigos, si somos inversores de largo plazo con perspectiva empresarial, para nosotros ayer no pasó nada.