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Un tal Heinrich formuló una teoría que me parece muy fácil de entender destinada a comprender qué conduce al siniestro. Su planteamiento parte de la existencia básica de dos elementos: los elementos ambientales donde se desarrolla una actividad y la actitud de las personas que interactúan con la misma.

Así, de la combinación de estos dos factores surgen cuatro posibles escenarios:
- ambiente seguro con personas seguras: no hay siniestro.
Ejemplo: trabajadores no fumadores en un almacén de vigas de hormigón.
- ambiente seguro con personas inseguras: no hay siniestro.
Ejemplo: trabajadores fumadores en un almacén de vigas de hormigón
- ambiente inseguro con personas seguras: no hay siniestro.
Ejemplo: trabajadores no fumadores en una carpintería con silos y buen orden y limpieza.
- ambiente inseguro con personas inseguras: ¡echa a correr!
Ejemplo: trabajadores fumadores en una carpinteria sin silos, desordenada y sucia.

El empresario muchas veces no ha tenido en cuenta que apenas puede actuar sobre las actitudes de su personal. Puede prohibir fumar y fumarán a sus espaldas. Cuando el Jefe se acerque la colilla irá a parar bajo algún mueble, donde no se vea... y pueda iniciar un incendio.

Lo que sí puede controlar el empresario es el ambiente de trabajo, donde existirán riesgos que intentarán acabar con todo. Así, puede volcar sus esfuerzos, su capacidad organizativa y ¿por qué no? algo de dinero en adecuar sus instalaciones, maquinaria, espacios y procesos al objeto de evitar que las actitudes encuentren un solo punto donde iniciar el desastre.

Sorprende, una vez que estás metido en el ajo, ver cuantos desastres pueden evitarse ¡gratis! Solo hay que pararse a pensar un poco. O contratar a alguien que lo haga, como experto.

Algunos corredores de seguros contamos con capacitación para desarrollar este tipo de análisis. Además, muchas veces la Gerencia de Riesgos previa a la contratación de un seguro, determinando acciones tendentes a reducir la probabilidad de siniestro o, si no es posible actuar sobre el elemento aleatorio, reducir su intensidad para contener las pérdidas hasta un cierto umbral, conduce a interesantes reduciones de costes en los programas de seguro. Dicho de otro modo: pensar ahorra dinero. A veces mucho.

Pero lo más importante es lo que no se quiere reconocer pues tras un siniestro grave se producen tres situaciones de enorme trascendencia:
- existe paralización de la actividad en la mayoría de los casos, exigiendo un consumo de recursos excepcional mientras los ingresos caen en picado hasta alcanzar el cero absoluto. Nunca he encontrado, hasta la fecha, a un solo empresario que en su programa de seguro tuviera adecuadamente medido el efecto de la pérdida de beneficios.
- ante un accidente mayor el personal suele ser despedido. No se puede mantener sin operaciones. Ello comporta la pérdida del capital humano, del conocimiento de los medios de producción, procedimientos internos y de los clientes. Es una pérdida irreparable.
- la paralización de la actividad normalmente supone desatender a los clientes quienes acaban recalando en otros proveedores. Y suelen quedarse ahí, si llega el caso de que la actividad retoma sus operaciones. Ello significa que aunque nos reconstruyan los bienes dañados por el siniestro estaremos sin clientes.

Tan solo mediante una adecuada adaptación del ambiente, analizando y controlando riesgos, financiándolos adecuadamente y desarrollando un plan de contingencias podemos pensar que una empresa podría enfrentarse a un gran siniestro con expectativas de supervivencia.

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