FERNANDO ESTEVE MORA
Leo con sorpresa cómo las gentes del PP se dan de codazos, se intercambian jolgorios, tisa y sonrisas, se felicitan y festejan la ocurrencia de su bienamado presidente, el señor Alberto Núñez Feijoo cuando el otro día, en medio del debate en el Congreso de los Diputados a cuenta de la corrupción (debate hipostasiado y absurdo y sobre un asunto que tendré que "hablar" en estas páginas), acusó al presidente del Gobierno, el señor Pedro Sánchez de haberse beneficiado de los dineros que su suegro sacaba de un negocio de saunas gays que regentaba y en el que, Núñez Feijoo afirmaba -con conocimiento personal de causa me imagino- que se practicaba la prostitución.
Pues bien, como es obviamente un asunto de pasta cabe aquí, en OIKONOMÍA, tratarlo.
Está claro que el "problema" para Feijoo y los suyos no es que el suegro de Sánchez le ayudase económicamente quizás al principio de su vida matrimonial. Eso es tan habitual que no es ni siquiera digno de mención. El problema para las genters del PP era el origen o las fuentes de esos dineros: las saunas gays y las posibles prostituciones que allí se hiciesen. Dado que, por lo que yo sé, el suegro de Sánchez no regentaba un prostíbulo gay sino una sauna gay, dejáremos de momento el asunto de la prostitución y nos centrarémos en lo de la sauna.
A lo que parece, para Feijoo y la gente del PP, el negocio de las saunas gays no es un negocio limpio, comm'il faut -que dirían los franceses- sino sucio en sí por más que oliera a lejía. Pues bien, me extraña que un partido que dice defender a los pequeños empresarios tenga tantos miramientos con el origen del dinero que un empresario obtiene regentando de forma legal un negocio legal, como lo es una sauna para gays.
Debería quizás, alguien de su partido que supiese algo del mundo clásico la incontestable respuesta que el emperador Vespasiano le dio a su tquismiquis y pijito hijo, Tito, cuando este le criticó por el origen del dinero recaudado mediante un impuesto sobre las letrinas públicas. Vespasiano le hizo olerlo y Tito se vio obligado a decir que no olía, non olet, Dicho de otra manera, en una economía de mercado todas las fuentes del dinero que puedan obtener los oferentes son -si son legales- tan valiosas las unas como las otras. Así que el que el suegro de Pedro Sánchez se buscase la vida en el negocio de saunas gays es tan respetable como el que se las busca produciendo obleas para las hostias o cilicios o imágenes de Santa Teresa. ¿O esd acaso el que lo condenable y maloliente para Feijoo y los suyos es que fuese un negocio de saunas gays?
Pero hay más. Ya va a hacer un siglo que un muy buen economista inglés, R.G.Hawtrey se le ocurrió hacer una distinción en mi opinión utilísima y que desafortunadamente los economistas han pasado por lato por su cada vez mayor desconocimiento de los conceptos básicos de su negocio y si dedicación exclusiva y monotemática a generar tablas de datos las más de las veces inventados y sin fundamento ni lógica alguna.
Hawtrey propuso que había que hacer una distinción entre dos categorías de bienes. Unos, a los que llamó bienes creativos, eran aquellos bienes cuyo uso y consumo proporcionaban a sus consumidores nueva o más utilidad, bienestar, placer...Es decir, se trataba de bienes que aumentaban cuantitativa y cualitativamente la satisfacción de quienes los usaban. Por otro, estaban los que llamó bienes defensivos que eran aquellos bienes que devolvían a sus consumidores y usuarios al nivel de bienestar o satisfacción básico o normal y que de algún modo habían perdido. En tanto que los bienes creativos eran bienes de compra discrecional, la compra de bienes defensivos era de alguna manera no-libre, obligada podíamos decir.
La distinción es fácil, certera y comprensible. Cada vez que vamos a la caja de ibuprofenos sabemos que esas pastillas -como el resto de los medicamentos del botiquín- son bienes defensivos, que nos vemos "obligados" a tomarlos no porque queramos o nos gusten sino porque nos duele algo o para evitar males mayores. por contra, la copa que un currante se hace cuando llega a su casa del trabajo o el cigarrillo que se enciende mientras se quita los zapatos y pone los pies encima de un cojín son bienes creativos: aumentan su bienestar. Y pongo esos ejemplos concretos a propósito para señalar que los bienes creativos no tiene porqué ser buenos bienes, o sea, saludables, morales y demás.
Y, por supuesto, nada tiene esta distinción que ver con la necesariedad de los bienes o las actividades y trabajos que los proveen. Tengo un buen amigo que es oncólogo y especializado en el tratameineto de enfermos deshauciados y terminales. Además, por ersponsabilidad y generosidad con los pacientes que se lo piden ha participado en varios procedimiento de eutanasia. Su trabajo es imprescindible, necesario, increíblemente valioso...pero -le digo- no es creativo en el sentido de Hawtrey. Sencillamente basta con comparar comparar cómo los familiares de sus pacientes le acogen tras alguna de sus necesarias intervenciones médicas,, afectuosamente sí, pero compungida y recogidamente: no hay felicidad, hay como mucho alivio en la medida que un padecimiento insoportable finaliza; y cómo acogen los familiares a los tocólogos cuando salen a decirles a los padres que todo ha ido bien, que el niño o la niña han vendido al mundo perfectamente: la explosión de júbilo, de alegría, de nueva felicidad es aquí patente. Tampoco, por cierto, creo yo que mi trabajo haya sido demasiado "creativo". Me gustaría pensar que na mayoría de mis alumnos se sintieron mejor gracias a lo que les enseñé... pero no estoy nada seguro de ello.
Pues bien, si con este perspectiva hawtreyiana abordamos el asunto del suegro de Pedro Sánchez podemos concluir algo con total certeza: que su actividad profesional como empresario de una sauna gay fue una actividad claramente creativa puessi de algo podemos estar seguros es que la gente que iría allí lo hacía para disfrutar y pasarlo bien. También con certeza puede decirser que el trabajo del susodicho suegro era sin duda infinitamente más creativo que el trabajo de Núñez Feijoo y de la mayor parte de políticos (por no decir todos).
Y si es así, ¿a qué viene demonizar esa actividad? Un buen liberal como se pretende, por cierto, debería siguiendo a James y John Stuart Mill que el objetivo de una sociedad es maximizar el bienestar o la felicidad de sus miembros, y si algunos de ellos disfrutan yendo a los servicios de las saunas, un liberal como Dios manda nada debería objetar a ello.
Queda el asunto de la prostitución. Por supuesto que, que yo sepa, nadie puede demostrar que el suegro de Pedro Sánchez regentase además de una sauna gay un negocio de prostitución. Pero, como economista sólo puedo decir una cosa y es que, aunque la izquierda parroquial haya decidido ser más papista que el Papa, ya que la Iglesia siempre toleró e incluso se benefició de la prostitución (los obispados medievales regentaban prostíbulos en todas las ciudades), no encuentro la menor razón por la que una persona si no es obligada, si libre y voluntariamente, decide prestar servicios sexuales a otra a cambio de dinero.
Lo propio y adecuado sería que esa actividad estuviese regulada económica, laboral, sanitaria y fiscalmente, para evitar de una vez toda la turbiedad y explotación y cutrerío que la rodea hoy por el hecho de ser alegal, y que con certeza crecerán conforme la izquierda parroquial y feminista la ilegalice como es su objetivo próximo. Pero para lo que aquí se trata, baste decir í que en el hipotético caso en que en la sauna regentada por el suegro de Pedro Sánchez hubiese habido prostitución, nada habría que decir desde la Economía y la moral liberal si esas relaciones hubiesen sido entre adultos y libremente consentidas y negociadas.
Leo con sorpresa cómo las gentes del PP se dan de codazos, se intercambian jolgorios, tisa y sonrisas, se felicitan y festejan la ocurrencia de su bienamado presidente, el señor Alberto Núñez Feijoo cuando el otro día, en medio del debate en el Congreso de los Diputados a cuenta de la corrupción (debate hipostasiado y absurdo y sobre un asunto que tendré que "hablar" en estas páginas), acusó al presidente del Gobierno, el señor Pedro Sánchez de haberse beneficiado de los dineros que su suegro sacaba de un negocio de saunas gays que regentaba y en el que, Núñez Feijoo afirmaba -con conocimiento personal de causa me imagino- que se practicaba la prostitución.
Pues bien, como es obviamente un asunto de pasta cabe aquí, en OIKONOMÍA, tratarlo.
Está claro que el "problema" para Feijoo y los suyos no es que el suegro de Sánchez le ayudase económicamente quizás al principio de su vida matrimonial. Eso es tan habitual que no es ni siquiera digno de mención. El problema para las genters del PP era el origen o las fuentes de esos dineros: las saunas gays y las posibles prostituciones que allí se hiciesen. Dado que, por lo que yo sé, el suegro de Sánchez no regentaba un prostíbulo gay sino una sauna gay, dejáremos de momento el asunto de la prostitución y nos centrarémos en lo de la sauna.
A lo que parece, para Feijoo y la gente del PP, el negocio de las saunas gays no es un negocio limpio, comm'il faut -que dirían los franceses- sino sucio en sí por más que oliera a lejía. Pues bien, me extraña que un partido que dice defender a los pequeños empresarios tenga tantos miramientos con el origen del dinero que un empresario obtiene regentando de forma legal un negocio legal, como lo es una sauna para gays.
Debería quizás, alguien de su partido que supiese algo del mundo clásico la incontestable respuesta que el emperador Vespasiano le dio a su tquismiquis y pijito hijo, Tito, cuando este le criticó por el origen del dinero recaudado mediante un impuesto sobre las letrinas públicas. Vespasiano le hizo olerlo y Tito se vio obligado a decir que no olía, non olet, Dicho de otra manera, en una economía de mercado todas las fuentes del dinero que puedan obtener los oferentes son -si son legales- tan valiosas las unas como las otras. Así que el que el suegro de Pedro Sánchez se buscase la vida en el negocio de saunas gays es tan respetable como el que se las busca produciendo obleas para las hostias o cilicios o imágenes de Santa Teresa. ¿O esd acaso el que lo condenable y maloliente para Feijoo y los suyos es que fuese un negocio de saunas gays?
Pero hay más. Ya va a hacer un siglo que un muy buen economista inglés, R.G.Hawtrey se le ocurrió hacer una distinción en mi opinión utilísima y que desafortunadamente los economistas han pasado por lato por su cada vez mayor desconocimiento de los conceptos básicos de su negocio y si dedicación exclusiva y monotemática a generar tablas de datos las más de las veces inventados y sin fundamento ni lógica alguna.
Hawtrey propuso que había que hacer una distinción entre dos categorías de bienes. Unos, a los que llamó bienes creativos, eran aquellos bienes cuyo uso y consumo proporcionaban a sus consumidores nueva o más utilidad, bienestar, placer...Es decir, se trataba de bienes que aumentaban cuantitativa y cualitativamente la satisfacción de quienes los usaban. Por otro, estaban los que llamó bienes defensivos que eran aquellos bienes que devolvían a sus consumidores y usuarios al nivel de bienestar o satisfacción básico o normal y que de algún modo habían perdido. En tanto que los bienes creativos eran bienes de compra discrecional, la compra de bienes defensivos era de alguna manera no-libre, obligada podíamos decir.
La distinción es fácil, certera y comprensible. Cada vez que vamos a la caja de ibuprofenos sabemos que esas pastillas -como el resto de los medicamentos del botiquín- son bienes defensivos, que nos vemos "obligados" a tomarlos no porque queramos o nos gusten sino porque nos duele algo o para evitar males mayores. por contra, la copa que un currante se hace cuando llega a su casa del trabajo o el cigarrillo que se enciende mientras se quita los zapatos y pone los pies encima de un cojín son bienes creativos: aumentan su bienestar. Y pongo esos ejemplos concretos a propósito para señalar que los bienes creativos no tiene porqué ser buenos bienes, o sea, saludables, morales y demás.
Y, por supuesto, nada tiene esta distinción que ver con la necesariedad de los bienes o las actividades y trabajos que los proveen. Tengo un buen amigo que es oncólogo y especializado en el tratameineto de enfermos deshauciados y terminales. Además, por ersponsabilidad y generosidad con los pacientes que se lo piden ha participado en varios procedimiento de eutanasia. Su trabajo es imprescindible, necesario, increíblemente valioso...pero -le digo- no es creativo en el sentido de Hawtrey. Sencillamente basta con comparar comparar cómo los familiares de sus pacientes le acogen tras alguna de sus necesarias intervenciones médicas,, afectuosamente sí, pero compungida y recogidamente: no hay felicidad, hay como mucho alivio en la medida que un padecimiento insoportable finaliza; y cómo acogen los familiares a los tocólogos cuando salen a decirles a los padres que todo ha ido bien, que el niño o la niña han vendido al mundo perfectamente: la explosión de júbilo, de alegría, de nueva felicidad es aquí patente. Tampoco, por cierto, creo yo que mi trabajo haya sido demasiado "creativo". Me gustaría pensar que na mayoría de mis alumnos se sintieron mejor gracias a lo que les enseñé... pero no estoy nada seguro de ello.
Pues bien, si con este perspectiva hawtreyiana abordamos el asunto del suegro de Pedro Sánchez podemos concluir algo con total certeza: que su actividad profesional como empresario de una sauna gay fue una actividad claramente creativa puessi de algo podemos estar seguros es que la gente que iría allí lo hacía para disfrutar y pasarlo bien. También con certeza puede decirser que el trabajo del susodicho suegro era sin duda infinitamente más creativo que el trabajo de Núñez Feijoo y de la mayor parte de políticos (por no decir todos).
Y si es así, ¿a qué viene demonizar esa actividad? Un buen liberal como se pretende, por cierto, debería siguiendo a James y John Stuart Mill que el objetivo de una sociedad es maximizar el bienestar o la felicidad de sus miembros, y si algunos de ellos disfrutan yendo a los servicios de las saunas, un liberal como Dios manda nada debería objetar a ello.
Queda el asunto de la prostitución. Por supuesto que, que yo sepa, nadie puede demostrar que el suegro de Pedro Sánchez regentase además de una sauna gay un negocio de prostitución. Pero, como economista sólo puedo decir una cosa y es que, aunque la izquierda parroquial haya decidido ser más papista que el Papa, ya que la Iglesia siempre toleró e incluso se benefició de la prostitución (los obispados medievales regentaban prostíbulos en todas las ciudades), no encuentro la menor razón por la que una persona si no es obligada, si libre y voluntariamente, decide prestar servicios sexuales a otra a cambio de dinero.
Lo propio y adecuado sería que esa actividad estuviese regulada económica, laboral, sanitaria y fiscalmente, para evitar de una vez toda la turbiedad y explotación y cutrerío que la rodea hoy por el hecho de ser alegal, y que con certeza crecerán conforme la izquierda parroquial y feminista la ilegalice como es su objetivo próximo. Pero para lo que aquí se trata, baste decir í que en el hipotético caso en que en la sauna regentada por el suegro de Pedro Sánchez hubiese habido prostitución, nada habría que decir desde la Economía y la moral liberal si esas relaciones hubiesen sido entre adultos y libremente consentidas y negociadas.