Ayer hablaba de la oportunidad de invertir los fondos de reserva de la seguridad social en deuda pública española; en el post advertía que otra decisión no tendría sentido alguno, salvo que estuviésemos hablando desde un prisma financiero; y jamás económico. De hecho el primer comentario decía que parece que defiendo que se invierta el dinero de nuestras pensiones en deuda pública como si fuese la mejor inversión posible. Este es el mejor ejemplo de lo que trataba de exponer como una visión desde el sistema financiero y no desde un enfoque del campo de la economía. El problema no es tanto si estamos ante una buena inversión o no; si no si deberíamos estar ante una inversión o no. De hecho, creo que es un buen momento para cuestionarse la existencia misma del fondo de reserva de la seguridad social.
La primera confusión es la eterna distinción entre los sistemas de reparto y los sistemas de capitalización. Recordemos que los sistemas de capitalización se basan en la inversión de determinadas cantidades para conseguir una rentabilidad que sería la base del sistema, mientras que los sistemas de reparto se basan en que las personas que están en activo cotizan para el mantenimiento de las personas que ya no están en activo. El concepto es completamente distinto y es importante tenerlo en cuenta. Evidentemente, tanto la cantidad “ahorrada” por el sistema de capitalización como la rentabilidad y seguridad son claves en la sostenibilidad del sistema, pero no lo son en el sistema de reparto, hasta el punto de que hasta hace relativamente poco ni existía.
Independientemente de la discusión sobre si el sistema de pensiones ha de ser de reparto o de capitalización, (esa es otra discusión), estas diferencias se tienen que tener en cuenta para analizar las decisiones. Por tanto para analizar la lógica de un sistema u otro, debemos tener en cuenta las diferencias o el análisis será totalmente errado.
Al ser un esquema de reparto, lo que importa no es la cantidad total de prestaciones, sino la diferencia entre cotizaciones y prestaciones que en cada momento podrá ser superávit o déficit. Sin el fondo de reserva de la seguridad social, (y sin la distinción que a veces nos encontramos y otras no), la seguridad social no sería más que otra partida en el gasto del estado y otra fuente de ingresos en el estado. En aquellos momentos en que la seguridad social tuviese superávit, se cubrirían gastos de otras partidas, mientras que cuando esta estuviese en déficit sería una parte de gasto más. Es decir; lo mismo que la partida de desempleo. Este concepto se ha venido olvidando, (vuelvo a repetir) por el concepto financiero y el proceso que ha provocado que esto se ha convertido en economía, y esto no es lógico desde un punto de vista económico, por una razón que voy a tratar de explicar usando un símil.
Tradicionalmente se nos ha contado que el estado debe comportarse como una familia, pero este símil no tiene ningún sentido, salvo que se pretenda confundir. El estado no es más que un instrumento de los ciudadanos para mejorar la vida de todos. En este sentido es mucho más apropiado usar el concepto de comunidad de vecinos que el de familias. A fin y a cuentas una comunidad de vecinos no es más que el conjunto de unos vecinos que se unen por una determinada razón, (tener la propiedad en el mismo edificio o urbanización), para conseguir una serie de servicios de una forma más barata y más eficiente que cada uno por libre, así como gestionar servicios comunes.
Si en su día yo he tratado de explicar que a nadie en su sano juicio se le ocurriría destinar el importe de las cuotas comunitarias a generar negocios para los proveedores, en esto ocurre más o menos lo mismo. En cualquier comunidad tenemos una serie de gastos, algunos imprevistos y otros imprevistos, pero que en definitiva se tendrán que pagar. Evidentemente toda comunidad debe tener unos fondos determinados para operar, pero de la misma forma todos entendemos que los fondos, (al igual que las cuotas), han de ser siempre los mínimos, de acuerdo a unos principios determinados.
Pero está claro que si una persona plantea en una junta de vecinos la oportunidad de ir aportando dinero para constituir un fondo para afrontar cualquier posible gasto en el futuro, será probablemente rechazado. Lo normal será tratar de evitar en lo posible que se llegue a una situación en la que el gasto se produzca y por otra parte, incluso en el caso de que sea inevitable, lo que se buscará es programar determinados gastos repartidos para evitar estas cosas y llegar al concepto de derrama para pagar esto.
¿A alguien se le ocurriría poner un fondo para uno de los gastos de la comunidad?. Y lo peor de todo; ¿Qué opina alguien del que proponga poner un fondo para pagar unos gastos en el futuro mientras se están pagando gastos del presente a costas de derramas?. ¿Qué opinaríamos de una comunidad de vecinos que esté pidiendo dinero a sus vecinos o a los bancos mientras tiene depósitos en el banco que le están rentando menos?. Sería completamente de locos. Pues esto es lo que está ocurriendo actualmente en un entorno en el que España tiene una parte del presupuesto público en superávit y otra en déficit. Lo cual por una simple cuestión aritmética siempre (salvo que los dos sistemas estén en déficit que sería igual), supone que el estado necesita más recursos que los mínimos para funcionar. Esto es lo realmente paradójico de la situación: ¿Es liberal esto?. ¿Tiene algún sentido que se me pida dinero para cubrir el presupuesto y además para invertir?. Mejor o peor inversión, lo normal es que las inversiones las realice cada uno, pero sin embargo un sistema de seguridad social, por definición, no es una inversión, sino que es un gasto que asume el estado que se cubre con unos ingresos.
En este concepto está claro que la situación menos mala, cuando dividimos el estado en una especie de compartimentos, es que el dinero que le sobra a una parte del estado, se preste a la otra parte del estado; o lo que es lo mismo, que el dinero que sobra de una parte se dedique a financiar el endeudamiento de la otra parte, para limitar lo máximo posible la cantidad de dinero que hay que destinar al estado.