La dolorosa salida de Elon Musk
La batalla del fundador de Tesla contra el despilfarro del Estado, de la que tanto se ha hablado, ha tenido resultados inciertos.
Lo que comenzó con una motosierra termina en un suspiro. La inminente salida de Elon Musk de Washington cierra anticipadamente el capítulo más extraño de la presidencia de Donald Trump. Según sus propios parámetros, el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk ha fracasado. Lejos de lograr sus ahorros de 2 billones de dólares, tan anunciados, Doge podría acabar costándole caro al contribuyente. Mientras tanto, Musk ha perjudicado seriamente a Tesla, donde pronto volverá. ¿Había un método oculto en toda esta locura?
Entre los escombros se pueden vislumbrar dos beneficios para Musk. El primero es el valor psicológico que, para él y para Trump, representa hacer daño a sus enemigos. En este caso se aplica el tópico de que un divorcio caro vale cada céntimo. Desde la toma de posesión de Trump, el patrimonio neto de Musk ha caído en unos 130.000 millones de dólares . Sin embargo, ha infundido miedo en la burocracia, desde la CIA hasta el Departamento de Educación. Los inconvenientes del valle de lágrimas de Doge -una plantilla desmoralizada y malos titulares sobre ahorros inexistentes- pueden presentarse como una victoria. Musk atacó al Estado profundo. Con algo de ayuda de los tribunales, la burocracia se ha defendido, pero está gravemente herida.
El segundo beneficio de Musk podría tardar en hacerse realidad. La "Cúpula Dorada" de Trump, que pretende replicar la "Cúpula de Hierro" de Israel para todo Estados Unidos, podría suponer uno de los mayores desembolsos para los contribuyentes desde la iniciativa de defensa estratégica de Ronald Reagan, más conocida como "Star Wars". De hecho, la cúpula de Trump podría incluso rivalizar con el Proyecto Apolo de la NASA, que costó 280.000 millones de dólares en dinero actual. Dado que el escudo antimisiles necesitaría depender de de una red de satélites, SpaceX, de Musk, sería la mayor beneficiaria. La compañía ha formado un consorcio para la Cúpula Dorada con Palantir y Anduril, dirigidas por sus amigos de las grandes tecnológicas.
Por tanto, el impacto duradero de Musk en Washington podría ser desviar una gran parte del dinero de los contribuyentes estadounidenses a su imperio. Como regalo de despedida, éste no estaría mal. Que mejore la seguridad nacional de EEUU ya no es su problema. Lo mismo cabe decir de si los contratos de la Cúpula Dorada se consideran despilfarro, fraude o abuso. Cuando solo una empresa puede desempeñar las funciones más importantes del proyecto, hay pocas posibilidades de que se abra un proceso de licitación abierto.
Sin embargo,
Musk se ha perjudicado a sí mismo y no muestra signos de que esto vaya a parar. Lo que ha propiciado los boicots a Tesla en Europa y en parte de EEUU no es Doge, sino la insana compañía que Musk mantiene en su plataforma X. La falsa campaña publicitaria londinense que llamaba a Tesla "Swasticar: de cero a 1939 en tres segundos"- surgió como reacción a su inclinación a la extrema derecha, no a su guerra contra la burocracia.
A menos que consiga moderar sus gestos, la marca Tesla seguirá contaminada. Conseguir que Pam Bondi, la fiscal general de Trump, califique de terrorismo doméstico el vandalismo a los concesionarios de Tesla indica que Musk sigue sin tener ni idea de su problema de imagen. No es la primera vez que la psicología puede ser un mejor predictor del comportamiento de la administración Trump que la ideología.
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