El fondo estadounidense ultima liderar la colocación privada de 1.000 millones al 7,5%
Esta fórmula les permitía
negociar con solo unos pocos fondos de capital riesgo especializados en deuda, en lugar de acudir a los mercados públicos, lo que les exigía un mayor ejercicio de transparencia y les complicaba fijar un precio con facilidad, presionados por las dudas del mercado. Finalmente, tal y como informó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), han conseguido colocar la deuda a un precio del 7,5%, con vencimiento en 2030. Deutsche Bank ha sido el banco colocador en la transacción. Osborne Clarke y Proskauer Rose se han encargado de los asuntos legales.
El principal suscriptor de este bono es el fondo Apollo, que lidera la colocación junto a los fondos Golden Tree y Dianator. Apollo es un gigante del capital riesgo, con un contundente arma para entrar en el capital de las compañías, como
acaba de realizar con Applus o
la adquisición de Primafrio en 2021. Pero también es uno de los vehículos, a través de su rama de deuda privada, al que suelen recurrir las empresas con problemas para recabar dinero cuando tienen los mercados cerrados. En este área prestó dinero a Naviera Armas, que terminó en manos de sus acreedores, o a Lecta, además de participar en varias operaciones de deuda ligadas al ladrillo vinculadas a la crisis inmobiliaria.
Apollo integrará un grupo de acreedores de la compañía que está formado por grandes nombres de las finanzas como BlackRock, Blackstone, Allianz o las ramas de gestión de activos de JP Morgan y Deutsche Bank, todos ellos presentes en los bonos de la empresa. Según indican algunas fuentes consultadas, la primera intención de Apollo era abordar un acuerdo más amplio, que contemplase la entrada en el capital, un aspecto que finalmente la compañía ha descartado. Ya hace cerca de dos años que Grifols planteó una ampliación de capital en la que diese entrada a un fondo de capital riesgo, con lo que reducir su endeudamiento.
En su momento negociaron con firmas como KKR o CVC.
En esta ocasión la compañía ha afrontado estas negociaciones con la familia Grífols fuera de la gestión, pilotada por Stephen Meyer como presidente de la compañía y el recién llegado Nacho Nabia como consejero delegado. Aunque Grifols ha conseguido blindar el capital de la irrupción de este fondo, lo cierto es que ha dado entrada ya al capital riesgo en el perímetro del grupo. El hecho de que un solo vehículo asuma casi toda la emisión hace, además, que la nueva deuda sea en realidad una especie de crédito privado más que un bono, previsiblemente condicionado al cumplimiento de determinadas ratios financieras, lo que puede derivar en la conversión de esa deuda en capital.
Pactar con Apollo ha permitido a Grifols emitir esta nueva deuda a un precio más contenido del que hubiesen exigido los mercados. Frente al 7,5% que pagará, los dos bonos que vencen en 2028 (el vencimiento más cercano al de la deuda de Apollo) pagan una rentabilidad del 9,3% para los 1.400 millones y algo más del 10% para otros 600 millones. En cualquier caso este precio constreñirá más aún las cuentas de Grifols, frente a la rentabilidad que exigen los inversores. Esta deuda paga un cupón del 3,8% y el 4,7%, respectivamente. Con respecto a los bonos que espera sustituir, estos pagan un interés del 1,6%, muy inferior al que deberá afrontar ahora la compañía.
Con estos 1.000 millones de deuda vendidos a Apollo, Grifols pretende amortizar una de las dos emisiones de bonos que vencen el año que viene. El objetivo es reemplazar unos bonos no garantizados que vendió en 2019 por 905 millones. Mientras, con respecto a los otros 1.000 millones de deuda garantizada, la compañía prevé repagarlos con los 1.600 millones que obtendrá de
la venta a Haier de su 20% en la compañía china Shanghai RAAS. Espera cerrar este acuerdo de venta, que rubricó en diciembre del año pasado, durante el primer semestre de este 2024.
A mayores, la compañía debe afrontar también el vencimiento de una línea de crédito de 900 millones. En este caso, sin embargo, espera que la refinanciación sea mucho más sencilla, pese a que
el BCE ha pedido explicaciones a las entidades sobre su exposición a la compañía. Su siguiente punto clave será en 2027, cuando deberá devolver 770 millones en bonos y dos préstamos sindicados por 2.600 millones en suma.
La principal duda de las agencias de rating para que Grifols pueda culminar con éxito esta refinanciación está en su capacidad para generar caja. El incremento en el coste de la deuda elevará las tensiones sobre la liquidez de la compañía. Por este motivo
S&P y Fitch han bajado el rating hasta B, cinco escalones por debajo del grado de inversión, para la primera, y un peldaño por encima, B+, para la segunda. Moody’s, por su parte, mantuvo su nota en B2, pero rebajó la perspectiva a negativa.