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                                          FERNANDO ESTEVE MORA

LLama la atención la respuesta -digamos que- perruna de la "gente de derechas" (incluyendo sus "intelectuales": periodistas, economistas mediáticos y políticos) cuando surge el tema de las relaciones entre el sector privado y el público. Y si la llamo "perruna" es porque lo es, porque es previsible y repetitiva, como lo es el proceder de los perros cuando una vez y otra, incansablemente hasta la extenuación, responden de la misma manera cuando sus amos les lanzan un palo o una pelota. Para las gentes de derechas, el "palo" o la "bola" que se les lanza y al que se lanzan como locos sin pensárselo ni siquiera una vez  es cualquier propuesta de incremento del presupuesto del sector público. Da igual, sea lo que sea de lo que se trate (salvo si el aumento presupuestario va para la policía, el ejército o la Iglesia Católica, para ser objetivos) , responden siempre lo mismo: por un lado, que  nada hecho por el sector público será mejor y/o más barato que si hubiera sido hecho por el sector privado, y, por otro, que cada vez que crece el sector público ello le quita espacio económico al sector privado, lo expulsa. En suma, que como criterio general, para la derecha, el sector público no sólo sería un sustituto imperfecto y malo del sector privado sino que, por usar de un concepto extraído de la Biología, su relación sería de tipo Parasitario.

Por supuesto que los menos "perrunos" dentro de esas gentes de derecha reconocen que hay algunas actividades -pocas- en las que difícilmente (o sea, muy costosamente) el sector privado puede sustituir al público. Es el caso , por ejemplo, de la provisión de  bienes públicos puros, pero para el resto de actividades o sectores siempre cabe imaginar una solución privada y mercantil. Es decir, que para la derecha  para cualquier problema social o económico (el libro más apropiado para empaparse de esta manera de ver el mundo es sin duda el de David D.Friedman,  La Maquinaria de la Libertad: Guía para un capitalista radical, que en su versión inglesa llevaba cómo subtítulo lo siguiente: "cómo vender el estado en pequeñas piezas"), desde la administración de justicia hasta la protección frente al crimen, la sanidad  o a la defensa nacional siempre es factible imaginar una solución "idealizada" más que ideal  de tipo mercantil.

Una consecuencia de esta perspectiva neoliberal del mundo a la que no se suele prestar la atención que merece es que  el deterioro de los servicios públicos (por ejemplo por falta de financiación o por mala gestión política) ha de ser contemplado por quienes tienen esta manera de entender la cosa económica  con buenos ojos, e incluso, estimulado. Es decir, que un objetivo implícito de los políticos de derechas es siempre gestionar ineficientemente el sector público cuando alcanzan el poder político. Y ello por dos razones. Por un lado, porque los ciudadanos buscarán entonces en el sector privado la forma de satisfacer las necesidades que gracias a su ineficaz gestión ahora el sector público ya no cubre. Y, por otro, porque el deterioro del sector público  no haría sino "abrir los ojos"  de la gente a la verdad revelada, al evangelio neoliberal, que así irían dejando de prestar apoyo en las urnas a los partidos "estatistas" en lo económico. La implicación obvia, repito, es que no es nada extraño que la derecha gestione mal la "cosa pública". Es lo lógico y consistente con su forma de entender el funcionamiento de la economía que incluye considerar al sector público como un parásito que vive a expensas del sector privado. Y ¿acaso no hay que acabar con los parásitos?

Y sin embargo, ¡ay! sin embargo, las cosas una y otra vez no parecen acomodarse a esas expectativas de la derecha. Un ejemplo cercano lo tenemos en el deterioro constado de la sanidad pública en España, un deterioro generalizado pero que se acentúa y mucho en las comunidades autónomas gestionadas por la derecha. Como era de esperar la gente ha respondido a ese deterioro de dos maneras. Por un lado,  quejándose  (ejerciendo la opción de la VOZ en la terminología de Hirschman) pero, por otro, también contratando sanidad privada (la opción de la SALIDA en Hirschman).

Pero lo curioso es que esa sustitución de la atención sanitaria pública por la privada no está siendo bien vista por el sector de los seguros sanitarios privados que están constando cómo no pueden sustituir a la sanidad pública eficientemente. Y ello se notó tanto en su incapacidad de responder a la epidemia de Covid, como en los tratamientos médicos que puede proporcionar (mucho menos avanzados), como en el nivel de atención (con  listas de espera y demoras en la sanidad privada que nada tienen que envidiar ya a las de la sanidad pública).

Y es que carece de sentido pensar como los neoliberales que el sector público como parásito del privado siempre y para todo tipo de servicios y actividades. Sin una buena sanidad, enseñanza, investigación básica, infraestructuras, comunicaciones y funcionariado  públicos no puede medrar económicamente el sector privado por lo que los intentos de minarlo o de reducir su tamaño suelen  ser contraproducentes para el sector privado.

Y es que la relación entre uno y otro sector más que ser de tipo parasitario, como creen los neoliberales, de modo que el crecimiento del público implica necesariamente el decrecimiento del privado, es  mucho más compleja, de modo que es normal -al menos en una economía desarrollada- que se caractericen dentro de unos amplios márgenes por adoptar otras formas, como lo son el Mutualismo y el Comensalismo.

Dicen los biólogos que una relación entre dos especies es de tipo Mutualista si cada una se beneficia del comportamiento de la otra, y que es Comensalista si una de ellas se beneficia de lo que hace la otra sin perjudicarla ni beneficiarla. Pues bien, aunque a diferencia de lo que ocurre en el mundo natural, donde las relaciones entre especies, sean del tipo que sean, están muy establecidas, en el mundo social humano suceda que las relaciones mudan con cierta rapidez, me da la impresión que por lo general la relación dominante entre lo público y lo privado en los ámbitos en que pueden coexistir casi nunca es de tipo parasitario sino más bien de tipo  mutualista o incluso  comensalista, es decir, que o bien el sector privado vive económicamente de lo que el sector público no puede abarcar, como sucede en los estados del bienestar europeos de tipo nórdico, o, a la inversa, el sector público vive de lo que el sector privado no abarca como es el caso de los EE.UU. 

La pregunta sería entonces la de que en qué tipo de economía comensalista se prefiere vivir. 


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