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                                                            FERNANDO ESTEVE MORA

El Banco Nacional de la Isla de Laputa es una institución patética, algunos dicen que su patetismo raya con lo  grotesco. Y es que tras la pérdida de soberanía monetaria de Laputa una vez que este país decidió abandonar su moneda nacional (la pasita) e integrarse con otras islas en un área monetaria con una nueva moneda, el airo, los burócratas de ese  Banco Nacional perdieron su razón de ser, la definición de la política monetaria de Laputa como la  autoridad monetaria que eran. Les quedó, meramente, el papel de policías o vigilantes del comportamiento del sistema bancario (o sea, de una pare del sistema financiero), pero ya sea por desidia ya por incapacidad manifiesta para ese trabajo, el caso es que su productividad en él ha sido nula o incluso negativa pues -hay que reconocer- que hicieron rematadamente mal el papel de reguladores.

Y es que no vigilaron como debían, con el resultado de que posibilitaron e incluso fomentaron,  pues no quisieron verla, la generación de una enorme burbuja especulativa en los mercados inmobiliarios, que, cuando estalló se llevó por delante  no sólo buena parte del sistema financiero (curiosamente aquél en que había fuerte control y participación de los ciudadanos pues era propiedad del sector público) sino de la propia economía real, pues desaparecida la posibilidad de emitir una moneda propia, los préstamos en airos deben devolverse en airos lo que obligó a hacer una política de salvamento del sistema bancario que supuso la austeridad para toda la población que tuvo que "abrocharse" aún más los cinturones a pesar de no tener ninguna responsabilidad en ese desaguisado. Nadie duda de su completa inutilidad, que por cierto, tampoco nada les ha costado, pues siguen cobrando todos los que en él "trabajan" exorbitantes remuneraciones por no hacer nada. Nada salvo tratar que se les perdone esa su costosísima estupidez y recuperar su prestigio, y para ello han seguido una curiosa política de "comunicación": defender y fomentar la oligopolización del sistema bancario, vendiéndola como la política más adecuada para que el sistema bancario sea eficiente, y por otro lado, defender la libre competencia en los mercados de hamburguesas  atacando cualquier intento de regularlos y, por supuesto, "dándole caña" a los sindicatos de hamburgueseros tratándolos como oligopolios que, en este caso, sí disminuyen la eficiencia económica.

Un ejemplo más de esa paradójica por no decir contradictoria propuesta de política económica es el reciente informe que han elaborado acerca de la repercusión de un decisión que se tomó desde el Gobierno de Laputa: la subida del precio mínimo de las hamburguesas. El caso es que la población de Laputa come hamburguesas. Y las come de diferente calidad. Hay hamburguesas para veganos, muy caras y muy sanas; hay hamburguesas de buena carme pero caras; hay hamburguesas de carnes de calidad intermedia, y hay, finalmente, hamburguesas de mala y de muy mala calidad, las que en el mercado cuestan 12,5 airos o menos, todas repletas de grasas trans, aditivos químicos y demás desastres nutricionales. Son hamburguesas cuya contribución a la salud publica, fuera de saciar el hambre más elemental aportando las mínimas calorías,  es muy baja y, con seguridad, negativa a largo plazo. Pero, como es de esperar, como su precio es bajo todavía hay lamentablemente muchos laputienses, sobre todo jóvenes, que las venden y consumen. El Gobierno de Laputa quiere que esto cambie, quiere que las gentes se "acostumbren" a hamburguesas de mejor calidad, y para ello, una política obvia es subir el precio  de las hamburguesas malas.

Y eso es lo que hizo, subió el precio mínimo de las hamburguesas. La lógica está clara. Al ser las hamburguesas-bazofia de golpe más caras, mucha  gente -por el conocido como Efecto Sustitución- se irá pasando a las hamburguesas de mejor calidad, de precio superior,  lo que, a la larga, se traducirá en una mejor salud de la población; lo que -sin duda- supondrá además un estímulo para un mayor crecimiento económico. Sucede, por otro lado, que como fruto de diversos programas educativos y de incentivos, ha ocurrido en años previos que el crecimiento del consumo de hamburguesas de tipo medio-bajo y de hamburguesas-bazofia (o sea, todas aquellas de un precio inferior a 12,5 airos) ha sido sistemáticamente inferior (en torno a un 5% menor) que el  consumo de hamburguesas de "cierta" calidad. Pero al Gobierno de Laputa esto no le ha parecido suficiente y, por ello, decidió  en 2019, subir el precio mínimo de las hamburguesas un 22% (hasta los 9 airos)  lo que afectó de modo directo  a los compradores y vendedores de hamburguesas-bazofia. Si bien, ha de decirse de salida que el consumo TOTAL de hamburguesas creció realmente ese año.

Pero, aparece aquí el Banco de Laputa, que aunque a "ellos" no les vaya nada en el asunto de las hamburguesas, no puede evitar el meterse donde no le llaman, quizás porque quiere distraer a las gentes y no les llamen y les pidan cuentas respecto a lo que está haciendo o no haciendo en lo que debería ser su oficio: el control del sistema bancario persiguiendo su mayor eficiencia.

El caso es que su Servicio de Investigación, que otrora fue muy ensalzado,  ha pergeñado un extenso informe en el que dice que como consecuencia de esa subida, la compraventa de hamburguesas  NO CRECIÓ TANTO COMO PUDO HABER CRECIDO. Más concretamente, el Banco de Laputa estima que las ventas de hamburguesas de precio inferior a los 12,5 airos fueron entre un 6 y un 11% MENORES DE LO QUE PODRÍAN haber sido. Ni qué decir tiene que, ya de por sí, la estimación de lo que se pudo perder de lo que pudo haberse tenido, parece cosa de magia. Y lo es. Pero el Banco de Laputa es reconocido por tener un departamento de brujometras que dejaría en jardín de infancia a Hogwarts, la famosa Escuela de Magia de Harry Potter. Pero volviendo al tema,  el efecto estimado mágicamente es, a lo que parece, no  demasiado bueno para el Banco de Laputa, pues aunque reconoce que las hamburguesas-bazofia no son nada buenas para la salud, dicen que las cuestiones nutricionales no son cosa suya, no son "asunto suyo", que una hamburguesa es a fin de cuentas una hamburguesa.

Para resumir. No es que a consecuencia de la subida en el precio mínimo de las hamburguesas que el consumo de hamburguesas de tipo medio-bajo y de hamburguesas-bazofia haya decrecido en ese año 2019 (del año 2020 y de lo que llevamos de 2021 nada se puede decir pues el COVID-19 los ha hecho años raros, raros), sino que no ha crecido todo lo que piensan que podría haber crecido, cosa muy diferente. 

Y, para acabar, en conclusión puede decirse es que el impacto sobre la salud pública de la subida del precio mínimo de las hamburguesas arbitrado por el Gobierno de Laputa no ha sido el suficiente. Sigue habiendo demasiado uso de esas hamburguesas de calidad infecta. 

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  1. #2
    09/06/21 20:56
    Cuando escuché la noticia quedé asombrado por los poderes de adivinación de los expertos. Son capaces de calcular numéricamente el devenir de una ucronía, de un mundo paralelo. Para dejar atónito a cualquiera. Pero mi mente morbosa quiere más. Podrías ilustrarme sobre en qué datos y razonamientos se basan estos espectaculares resultados.  
  2. #1
    09/06/21 17:24
    No será una península en vez de una isla?
    Le preguntaré a unos amigos míos que se dedican a la brujometria.