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Parte de Crisis: buscando barriles nuevos para el vino nuevo

Hoy toca entrada sobre coyuntura. Esta ha sido una semana dura en cuanto a números, con la publicación del dato de la EPA y la revisión del cuadro macroeconómico que nos prepara para nuevos ¿recortes? ¿impuestos? ¿reformas-esta-vez-sí-va-en-serio? Todavía resuenan los ecos del excelgate y las dudas sobre si la crisis de deuda es una estafa, un mal menor o una inocente metedura de pata. Y da la impresión de que, a falta de conocer los detalles del nuevo plan de reformas, el Gobierno sigue empeñado en meter vino nuevo en los barriles reventados de las viejas instituciones económicas. Si todo lo que Rajoy nos va a presentar es una huida hacia delante en la edad de jubilación y una nueva hornada de excepciones y bonificaciones a la contratación, casi es mejor que se abandone en los brazos de la inactividad política. Y nos vemos en 2015. O no.

 

Seguimos en recesión… y lo que nos queda

En efecto, la nueva previsión para 2013 es que vamos continuar en el pozo hasta las uvas, con una reducción del PIB en un 1,3% respecto a 2012. Habrá que esperar al 2014 para ver un ridículo crecimiento del 0,5% que, si se cumple lo que dice el cuadro del Gobierno, nos devolverá a una lenta recuperación productiva, siempre por debajo del mágico 2% creador de empleo. Sólo a partir de 2015 la inversión vuelve a contribuir positivamente al crecimiento y relevará al sector exterior como motor. Y desde luego, no debemos esperar nada del consumo interno, ni privado ni público. Por cierto, ¿no os parece muy optimista la evolución de las importaciones? ¿Nos va a ir suficientemente bien como para volver a comprar vehículos alemanes? Fuera bromas, si la economía española no empieza a contribuir al crecimiento en la UE, puede que a la economía europea no le vaya tan bien como dicen las previsiones. Cosas de la interdependencia económica…

Pues bien, si nos tomamos en serio los números, la receta parece clara: el que pueda, que se ponga a invertir pasta para asaltar el mercado internacional. No estamos para llorarle al cliente patrio ni muchísimo menos para pedirle a las Administraciones Públicas que hagan llover contratos.

Desempleo crónico

Una de las cuestiones que más sorprenden a propios y a extraños es que una economía pueda crecer a espaldas del empleo (porque esto no funciona con la lógica huevo-gallina). El Gobierno ha dejado claro que las expectativas son pésimas y, por mucho que critiquemos los métodos de cálculo de la EPA o del SEPE, es imposible que una tasa de paro del 27,1% en 2013 (y no baja del 25% hasta 2016) devuelva algo a la estructura productiva española. Humanamente esto es insoportable. Y desde el punto de vista macro, podemos pensar que la demanda exterior puede compensar el descalabro de la demanda interna, pero no es tan fácil. Las expectativas de la gente juegan en contra. El talento –en particular, los más cualificados y con idiomas- se nos va. Y el que no emigra se estanca en el pozo de los recursos ociosos. Económicamente esto es insostenible. La receta que proponía en el punto anterior es inviable sin capital humano.

No se puede entender el problema del desempleo sin tener en cuenta la dualidad del mercado laboral español. Hay personas sobrecualificadas y personas que, directamente, no son empleables. Hay trabajadores blindados y trabajadores que sólo pueden aspirar al derecho a tener un contrato. Hay gente que busca soluciones y gente que reclama soluciones. Cualquier reforma con pretensiones de utilidad debe contribuir a conectar ambos lados del mercado y para eso hay que mirar fuera de nuestras fronteras: hay otras políticas laborales (Austria), otras fórmulas para estimular el emprendimiento (Israel), otros criterios a la hora de educar y formar a los jóvenes (Finlandia), otras maneras de gestionar la inserción laboral (Bélgica). Y no. No quiero ver más modalidades de contratos, ni más bonificaciones a colectivos prioritarios, ni más devaluaciones internas por decreto.

Inflación ¿controlada?

Admitamos que, si medimos la inflación con el IPC o el deflactor del PIB, la cosa parece bastante controlada. No sé. A la gente que le va bien (y hay que decir que en España hay mucha, aunque no sean pijos) le parecerá estupendo acceder a una oferta cada vez más amplia y barata de todo, especialmente de vivienda, de alimentación, de tecnología. Así que tener los precios a raya está muy bien. Y que los sueldos y las pensiones crezcan lo justito por este motivo no debería llevarnos a la añoranza de tiempos remotos. Lo cierto es que los europeos del norte tienen una visión monetarista de la inflación y, como están hartos de que sus ahorros reciban unos intereses ridículos, ya están mentando la M3 para que Draghi se porte y suba el tipo. Así que yo prefiero no dar por buenos los indicadores de precios, ni siquiera como medidores de competitividad respecto al exterior.

Aplazando objetivos de déficit y endeudamiento

Desde mi punto de vista, ni la Comisión ni el Gobierno han cambiado de estrategia respecto a la austeridad presupuestaria, simplemente han constatado que es imposible cumplir con el 3% a corto plazo, teniendo en cuenta los datos de empleo y de PIB. No entiendo qué quieren decir algunos cuando hablan de trabajar por el crecimiento. ¿Se trata de que los presupuestos de Empleo se dediquen a organizar peonadas? ¿Se trata de aumentar las ofertas públicas de empleo? ¿Más infraestructuras innecesarias? ¿Es aceptable que, en 2016, la deuda sea tan grande como lo que se produce en España en un año?

 

Espero ansioso la comparecencia del presidente para comprobar si el nuevo programa de reformas se atreve con lo estructural o sólo es vino nuevo en barriles viejos. Mientras tanto, cada uno de nosotros tenemos que hacer lo posible para que esas previsiones, especialmente la del paro, no se cumplan. Por mi parte, en la próxima entrada retomo mi serie sobre la economía social y las cooperativas, una gran fuente de ideas y soluciones contra la crisis.

Hasta entonces, s2.

 

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