"¿Oye eso Sr. Anderson? Es el sonido de lo inevitable".
Es la frase que le susurra al oído el agente Smith a Neo, en una de las escenas de una de las películas de la Trilogia de Matrix, en la que se decide a vida o muerte el destino del elegido.
Smith tiene inmovilizado a Neo, asido por el cuello mediante una llave de lucha callejera que casi le impide respirar. Ambos están aún de pie sobre la plataforma de las vías del metro de Nueva York, al mismo tiempo que se escucha el crescendo del sonido que produce la rodadura de una unidad sobre los raíles mientras se acerca a toda velocidad. Todo parece indicar que la vida del protagonista, Neo, se descuenta por segundos, como en los estertores de una subasta bursátil.
¿Qué relación tiene esto en una mente fantasiosa con la actual situación geopolítica mundial? Cualquiera con unos mínimos conocimientos de política internacional, ciertas dosis de sentido común y un pensamiento crítico que no esté subyugado por la insoportable uniformidad de pensamiento que vomitan las agencias de información occidentales, intuye que a los EEUU, en su papel de única potencia hegemónica mundial, como mucho le queda “un cuarto de hora”.
La historia se ha empeñado tozudamente en demostrar que cada vez que se produce el relevo de una civilización, imperio o nación predominante para ser sustituida por otra se monta un pifostio del carajo. La alternancia necesariamente se ha de tomar por el uso de la fuerza. Normalmente, fundamentada en la supremacía militar, si bien en este caso tengo mis dudas si no se contempla un escenario de mutua aniquilación, opción que cada vez resulta más probable. La explicación simplista, aunque evidente, es que nadie está dispuesto a soltar el poder si no hay razones muy poderosas para hacerlo como, por ejemplo, que te obliguen a hacerlo.
Lo que estamos contemplando, y experimentando de manera desagradablemente colateral en nuestros bolsillos, es la ansiedad de la hasta ahora única superpotencia militar, tecnológica y económica, con su modelo económico asociado, el neo y ultraliberalismo militarista, tratando de retrasar lo inevitable.
Si algo ha hecho abrumadoramente bien la gigantesca máquinaria de propaganda proyanki ha sido su insondable capacidad para moldear el pensamiento de varias generaciones de ciudadanos occidentales sobre la visión ombligocéntrica que estos presentan a cerca del funcionamiento del mundo. Ese constructo, en el que se incluyen referentes sociales, económicos e incluso religiosos, que permiten a esas personas identificarse como miembro de una civilización superior y, al mismo tiempo, adoptar una actitud tribal, primaria, diría incluso homínida, frente al diferente, o no perteneciente a esta secta global, (pero cada vez más reducida), es su mayor triunfo y nuestro mayor problema a la hora de tomar decisiones autónomas o con el necesario nivel de libertad.
Esa propaganda ha llegado a hacer pensar a muchos compatriotas que EEUU es nuestro aliado, cuando en realidad somos unos simples vasallos de un amo bastante colérico, caprichoso y déspota que nos usa a su antojo como peones desechables. Teniendo esta sencilla idea en mente y "una vez tomada la pastilla roja" se comprenden mucho mejor las relaciones con el Señor de la Guerra. Relaciones que se alteran por la vía del premio o el castigo dependiendo del obediente y “noble” comportamiento del dominado.
Para entender este punto de vista lo mejor es ponerse en el pellejo de los águila del gobierno norteamericano ¿Hubiera permitido USA lo que exige a otras naciones? La pregunta es hasta ofensiva y la respuesta no puede ser más obvia y me permito desgranar unos cuantos ejemplos.
EEUU jamás habría permitido que una nación entrometida decidiera sobre su política energética, incluso reventándote un gaseoducto que ha costado décadas y miles de millones de dólares, sobre quienes deben ser sus amigos, aliados o naciones amistosas, sobre qué armamento militar es el adecuado para su defensa, sobre qué tipo de software ha de correr en sus dispositivos electrónicos, sobre qué moneda es la que hay que usar para adquirir sus bienes de consumo, sobre la legalidad o no de una invasión a una nación extranjera y sobre todo cuál debe ser el modelo económico que debe de funcionar en su propia nación.
EEUU no es la solución ES EL PUTO PROBLEMA. Cuanto antes se sea consciente de esta desagradable visión antes pondremos remedio al problema.