Estos días hemos oído hablar de una nueva aplicación para móviles que conecta a particulares para compartir desplazamientos en coche previo pago de su importe. Los taxistas –no tengo nada contra ellos- ya han elevado el tono de voz ante semejante acto de piratería como antes lo hicieron actores, músicos, medios de comunicación, hosteleros, etc. cuando se encontraron con nuevos y mejores jugadores en su sector. Argumentan los taxistas que la aplicación va a ser un coladero de intrusismo y economía sumergida y no es la primera vez que alguien la emprende contra otras soluciones para el mismo problema. Lo cierto es que el gremio del transporte sabe perfectamente lo que tiene que hacer para defenderse porque tienen margen para ello: innovar sin piedad. Pero no sé por qué todo el mundo se empeña en estancarse en las fases de negación y enfado ante la competencia en lugar de coger el toro por los cuernos y aprender del enemigo.
Pero en esta entrada no pretendo meterme con nadie, sino hablar sobre el estado de lo que algunos llaman economía alternativa: una serie de innovaciones que abarcan desde el crowdfunding hasta el consumo colaborativo y que representan la mejor prueba de que no tiene sentido poner puertas a la economía porque, al final, la iniciativa y la libertad de las personas acaban pidiendo paso por las buenas o por las malas. Pues bien, un interesante análisis de tendencias que leo a través de la empresa Concepto 05, detecta que en 2013 se produjo un alto número de búsquedas en Google relacionadas con el trueque, el crowdfunding, el do it yourself y las impresoras 3D. A este top 4 le sigue el fenómeno de compartir coche y, un poco más lejos, el P2P, compartir piso, desarrollo sostenible, coworking y comercio justo.
En este análisis hay fenómenos que pasan desapercibidos como los grupos de consumo, la banca ética, las cooperativas energéticas y otros muchos pero ya podemos sacar alguna conclusión al observar cómo está reaccionando el Gobierno y los grupos de poder ante ellos. La regulación sobre el crowdfunding, las quejas de ciertos gremios ante las nuevas soluciones para el desplazamiento o el alojamiento veraniego y las pegas que ponen algunos inspectores de trabajo al coworking quieren decir que algo está empezando a funcionar en la base de la sociedad. Y que entre manifa y pancartita, hay gente que se pone a desarrollar modelos creativos y cada vez mejor acabados que resuelven problemas.
Cuando los de siempre se ponen a ladrar, señal de que algo se está haciendo bien. Y, desde mi punto de vista, no hace falta ni añadir el apellido alternativa o social. Es simplemente economía. Estúpido.
Que siga la innovación. S2.