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Sobre la integridad en la dirección

Nos deja grandes frases y lecciones , mucho más importantes que endiosarle por haberse hecho rico
Nos deja grandes frases y lecciones , mucho más importantes que endiosarle por haberse hecho rico


Una de las métricas más tenidas en cuenta a la hora de llevar a cabo una inversión en bolsa es el desempeño de la dirección/propiedad, sus decisiones estratégicas o su capital allocation. Son cuestiones para nada despreciables, ya que el futuro a corto pero sobre todo a largo plazo va a depender de ello. 

Warren Buffett tiene una frase muy conocida aplicada a las contrataciones de personal, pero que perfectamente puede ser también ampliada a lo que un inversor debe buscar en la dirección de una compañía antes de invertir: “Buscamos tres cosas cuando contratamos personas. Buscamos inteligencia, buscamos iniciativa o energía, y buscamos integridad. Y si no tienen lo último, los dos primeros te matarán, porque si vas a conseguir a alguien sin integridad, lo quieres perezoso y tonto”. Evidentemente, a los mandos de una compañía no se puede poner a alguien perezoso, porque la dejadez y despreocupación caerá en cascada hacia los siguientes puestos en el escalafón, infectando a toda la compañía (igual que pasa con la corrupción, de la que escribí un post). La pereza llevará a que la compañía o la dirección llegue siempre tarde a lo que demande el mercado, los competidores o todo lo que se tenga alrededor. Y cuando se llega tarde a los sitios se corre el riesgo de que alguien que llegue antes ocupe tu lugar. Si colocas a alguien tonto, las decisiones que se tomen serán equivocadas. Durante cierto tiempo la gente que tenga alrededor podrá contenerlo o corregirlo, pero un tonto es un volcán en erupción, por mucho que lo intentes taponar por algún sitio va a salir su estupidez. Perez-Reverte también tiene varias frases sobre la estupidez y la maldad: "Lo peor del ser humano es la estupidez. Es el peor enemigo, los estúpidos causan más daño que los malvados. ¿Por qué? Porque la estupidez nos deja indefensos ante la realidad”, o “El peor enemigo del mundo no es la maldad sino la estupidez. De un malvado inteligente puedes aprender e incluso sufrir los estragos de su maldad puede hacerte más lúcido, pero de un estúpido nunca aprendes nada”. También nos deja esta frase, que aunque el daño que puede provocar un estúpido en medio minuto puede ser incontable, al menos promete que no se va a prolongar mucho en el tiempo: “Pero los estúpidos mueren primero, la vida es justa, después de todo".

Por último, está la integridad, que significa honradez, honestidad, respeto por los demás, corrección, responsabilidad, control emocional, respeto por sí mismo, puntualidad, lealtad, pulcritud, disciplina, congruencia y firmeza en las acciones. No es necesario recurrir a la RAE para buscar una mejor explicación de algo tan claro, Wikipedia nos sirve. Una persona íntegra es alguien en quien se puede confiar, algo que, aunque parezca una cualidad que debieran tener la mayoría de las personas, no es tan fácil de encontrar, igual que no es tan fácil de encontrar un empleado con iniciativa o un buen técnico de mantenimiento. Un ejemplo muy visual de lo que es no tener integridad son aquellos políticos que cargan contra las multinacionales o contra las puertas giratorias y después aceptan un puesto en su consejo, o aquellos que predican la pobreza con el dinero de los demás pero no con el suyo, o aquellos patriotas que dicen ser los únicos que defienden su país mientras lo saquean, o aquellos que quieren reducir la estructura del estado pero no han trabajado nunca en la empresa privada. Como se puede ver, la integridad no depende de ninguna ideología, depende de la persona. Es una cualidad que aparece de forma espontánea en la persona, quizá influenciado por el entorno más cercano en el que uno crece, pero para nada relacionado con una ideología u otra, o por haber ido a una universidad u a otra. Si todo el mundo cumpliera las normas, no sería necesario un código penal que castigara a los infractores, de la misma forma que si todo el mundo fuera íntegro y honesto no serían necesarios los códigos éticos o deontológicos. Hace unos años estudié un máster de asesoría fiscal en el que tuvimos que firmar un código ético, y lo primero que pensé sobre la profesión de asesor fiscal fue “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Si es necesario que nos recuerden que hay que ser éticos en la materia es que la norma general es no serlo. Si es necesario que un político presente una declaración de bienes, aunque sea una pantomima, es porque nadie se fía de que no se esté enriqueciendo a costa del dinero de todos. En general, todo aquello en lo que se pretende demostrar de antemano y casi de forma forzada el por qué no vamos a hacer algo malo, es porque detrás de esa careta se va a hacer normalmente todo lo contrario, como si se tratara de un escudo donde aliviar nuestra conciencia mientras tanto.

Para un deshonesto, lo mismo da jurar por la Biblia que por el Corán o la Constitución.
Para un deshonesto, lo mismo da jurar por la Biblia que por el Corán o la Constitución.


Y es que, para qué nos vamos a engañar, ser deshonesto ofrece atajos para conseguir cosas. No se me ocurre mejor ejemplo que cuando circulamos con mucho tráfico por una autovía de dos carriles por sentido y vemos una señal de que a 1km está cortado el carril de la izquierda. En esa situación hay dos tipos de conductores, los que, viendo la gran densidad de tráfico, tratan de cambiarse cuanto antes al carril de la derecha haciendo caso a las señales y aceptando que deben ocupar su turno en función del puesto que ocupaban, y por otro lado están los que aprovechan la circunstancia para adelantar por la izquierda a toda la cola de coches de la derecha y a última hora se meten como pueden obligando a frenar a más de uno. Demasiado poco pasa, pero a veces aparece un coche que no les permite cambiarse de carril y les toca pararse a esperar a que pase la fila completa. Y me temo que el que va siempre así por la vida, tarde o temprano les termina pasando y con peores consecuencias, porque el ejemplo del cambio de carril es algo que da rabia pero insignificante al fin y al cabo, pero imaginemos cuando los temas en disputa son importantes de verdad, como la familia, la amistad, la salud, o incluso el dinero. 

Además, y ya aplicado a la empresa, lo más probable es que alguien íntegro en sus decisiones empresariales también lo sea en sus decisiones familiares o en sus amistades. Por ejemplo, alguien honesto no suele cometer las infidelidades que después originan divorcios que dejan en una situación precaria a muchas personas, o no traiciona a unos amigos que después no van a querer saber nada de él cuando tenga problemas. Son pequeños comportamientos deshonestos que no parecen de tanta importancia como las consecuencias que posteriormente pueden acarrear. En una empresa, un directivo deshonesto tratará de engañar a los accionistas en su beneficio, falseará las cuentas o adulterará las previsiones. En definitiva, buscará cualquier atajo para adelantarte, aunque tenga que dejar algún cadáver de por medio. También será deshonesto con sus competidores, llevando a cabo políticas desleales contra ellos, e incluso deshonesto con sus clientes intentándoles engañar. Esto puede funcionar en el corto plazo, pero es cuestión de tiempo que todo y todos se vuelvan contra ti. 

Si vale la comparación con las compounders, una persona va mejorando en función de su honestidad: si esa honestidad es estable y predecible en el tiempo, podrá beneficiarse del interés compuesto e ir creciendo año a año, pero si su honestidad es volátil e impredecible, jamás conseguirá ese crecimiento compuesto que le lleve a mejorar. 

 
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