FERNANDO ESTEVE MORA
Más o menos, según fuentes de la DGT, hay unos 37.000.000 vehículos a motor en España. Y, conforme a la nueva normativa, todos deberán estar provistos de una baliza de emergencias en sustitución de los tradicionales triángulos a partir del 1 de enero de 2026.
El gasto adicional que eso está ocasionando al personal, suponiendo un gasto por unidad de unos 55€, cabe estimarlo en 2.035.000.000 € nada menos, de los cuales -y dado que la mayor parte de esas balizas no se hacen en España- sólo la parte de los intermediarios nacionales se quedará en principio en España como transferencias a comisionistas y demás gentes de dudosa moralidad económica (son "buscadores de rentas").
Pero, al margen de las consideraciones de tipo meramente contable, se impone una consideración de tipo económico. La que indaga por la eficiencia de esa normativa. Y para ello lo que habría que comparar son los costes y beneficios de esas balizas conectadas a la DGT respecto a los tradicionales triángulos. En último término un análisis coste-beneficio de esa normativa debería poner una cifra a la cantidad y al coste de los siniestros que podrán evitarse adicionalmente gracias a las nuevas y conectadas balizas con los costes de instrumentar esa normativa (que con seguridad serán por cierto superiores a los 2035 millones a los que he hecho referencia antes).
Pues bien, no sé cuál sería el resultado de ese análisis coste-beneficio. Pero me da la impresión que el resultado sería negativo. Es decir, que los beneficios para el personal de la normativa serán inferiores a los costes de la misma. Y ello por la sencilla razón que no parece que las nuevas balizas conectadas vayan a suponer un gran descenso en la siniestralidad viaria.
De acuerdo. Que la luz esa de la baliza se pueda ver en línea recta hasta a 1 km de distancia puede avisar a los conductores con antelación en circunstancias ideales (si no hay curvas y la carretera va en llano) y quizás evitar en cierta medida alguno de esos escasos siniestros que se producen cuando los que que sufren un siniestro o acuden para prestar su ayuda se quedan imprudentemente merodeando en torno al vehículo siniestrado (en vez de apartarse e irse fuera de la calzada como marca la normativa), y acaban siendo arrollados por otros conductores a los que los triángulos quizás no les advirtieron con suficiente antelación del siniestro que habían por delante.
Quizás merezca la pena precisar un poco e incluso poner algunos números. Lo primero es entender el concepto. Una mejora en la seguridad (como la de esta baliza conectada) no merece la pena llevarla adelante sencillamente porque disminuya el riesgo de muertes y heridos y de esta manera salve vidas estadísticas, o sea, no la de un individuo particular u otro en concreto, sino si el valor de esas vidas estadísticas supera al coste de implementar la medida.
Como la medida salva vidas estadísticas, el valor de estas vidas salvadas no puede obtenerse preguntando a los "salvados" en cuanto valoran sus vidas, cuánto estarían dispuestos a pagar por ellas, pues la mejora no salva vidas concretas sino que solo puede obtenerse indagando cuánto la sociedad en su conjunto está dispuesto a pagar por una vida cualquiera.
Existen a este respecto varios procedimientos más o menos complicados. Yo, aquí, voy a seguir a efectos meramente ilustrativos uno muy simple para dar una idea de la lógica del mecanismo que está detrás de un análisis coste-beneficio. Veamos, el PIB per cápita español puede considerarse como un indicador del valor de la contribución que por término medio un español cualquiera hace a la producción y por ende al bienestar de la sociedad española por lo que podemos utilizarlo como un indicador del valor que para la sociedad española tiene el español medio o estadístico. El año pasado fue de 35.297€. Si para hacer el análisis más simple suponemos el PIB per cápita no crece y que la probabilidad de morir arrollado sea la misma para cualquier edad (lo cual es patentemente absurdo pues ni los niños ni los ancianos son susceptibles al tipo de siniestros a los que una baliza conectada pueda afectar) se tiene que el número medio de años estadísticamente salvados por cada muerte evitada gracias a una baliza interconectada son unos 40 (dado que la esperanza de vida está en 84 años) , por lo que cada vida estadística salvada cabe valorarla en 1.411.880€ (35.297€ x 40 años), que sería (bajo los supuestos que hemos establecido) su contribución media al producto interior bruto español (de nuevo hay que decir que estamos suponiendo que los euros de dentro de unos años valen lo mismo que los euros hoy). Es decir que esa sería el valor de la producción estadísticamente perdida caso de que esa vida estadística hubiese muerto en un accidente evitable mediante una baliza conectada con la DGT. Supongamos adicionalmente que las balizas de marras duran por termino medio 40 años, lo cual es patentemente absurdo, o sea, que no hay que volver a reponerlas en esos 40 años, luego el gasto en ellas no hay que repetirlo. De lo que se sigue que para que la medida, cuyo coste hemos estimado en 2.035.000.000€ sea coste-efectiva, es decir, merezca la pena debería de salvar en estos cuarenta años a 1.441,34 vidas estadísticas (2035.000.000€ / 1.411.880€). Y esto es patentemente absurdo pues no creo que cada año mueran más de 10 personas en las carreteras arrolladas en este tipo de accidentes.
De este mero ejemplo se sigue que parece que es económicamente absurda e ineficiente el obligar a que todos los vehículos a motor lleven una baliza conectada a la DGT. Es muy posible, por contra, que la obligación de llevar una baliza de urgencias normal, o sea, no conectada, en sustitución de los triángulos sea, sin embargo, económicamente sensata y eficiente pues su coste es mucho más bajo que las conectadas. Y es que la obligación de conexión dispara el precio de la baliza de marras y por tanto el coste de la medida a cambio de nada económicamente equiparable (reducción de la siniestralidad) en un mundo en que todos tenemos teléfono móvil.
En suma que me parece que la normativa de la baliza conectada es una norma explotadora del personal por parte de de esa "benemérita" institución dirigida por don Pere Navarro, cuyas capacidades como gestor racional y objetivo de la cosa pública dejan mucho que desear en la medida que de siempre se ha sabido que están sesgados por sus problemas y fobias personales. Este señor me parece el epítome del tipo de profesional unidimensional, que tan comprometido está con su único objetivo y exclusivo (en su caso reducir la siniestralidad viaria cueste lo que cueste) que pierde toda racionalidad y puede convertirse en un peligro público. Me da la impresión que es el típico tipo que, si se le dejara, llevaría para adelante una normativa que prohibiera completamente el tráfico de vehículos a motor, pues obviamente esto redundaría en un descenso brutal de la siniestralidad en las carreteras, su único y declarado objetivo. Y es que los muy motivados son, pese a sus buenas intenciones, peligrosos, muy peligrosos. Ellos, más que nadie, debieran recordar diariamente el conocido consejo de Talleyrand: "ante todo, ningún celo"
Más o menos, según fuentes de la DGT, hay unos 37.000.000 vehículos a motor en España. Y, conforme a la nueva normativa, todos deberán estar provistos de una baliza de emergencias en sustitución de los tradicionales triángulos a partir del 1 de enero de 2026.
El gasto adicional que eso está ocasionando al personal, suponiendo un gasto por unidad de unos 55€, cabe estimarlo en 2.035.000.000 € nada menos, de los cuales -y dado que la mayor parte de esas balizas no se hacen en España- sólo la parte de los intermediarios nacionales se quedará en principio en España como transferencias a comisionistas y demás gentes de dudosa moralidad económica (son "buscadores de rentas").
Pero, al margen de las consideraciones de tipo meramente contable, se impone una consideración de tipo económico. La que indaga por la eficiencia de esa normativa. Y para ello lo que habría que comparar son los costes y beneficios de esas balizas conectadas a la DGT respecto a los tradicionales triángulos. En último término un análisis coste-beneficio de esa normativa debería poner una cifra a la cantidad y al coste de los siniestros que podrán evitarse adicionalmente gracias a las nuevas y conectadas balizas con los costes de instrumentar esa normativa (que con seguridad serán por cierto superiores a los 2035 millones a los que he hecho referencia antes).
Pues bien, no sé cuál sería el resultado de ese análisis coste-beneficio. Pero me da la impresión que el resultado sería negativo. Es decir, que los beneficios para el personal de la normativa serán inferiores a los costes de la misma. Y ello por la sencilla razón que no parece que las nuevas balizas conectadas vayan a suponer un gran descenso en la siniestralidad viaria.
De acuerdo. Que la luz esa de la baliza se pueda ver en línea recta hasta a 1 km de distancia puede avisar a los conductores con antelación en circunstancias ideales (si no hay curvas y la carretera va en llano) y quizás evitar en cierta medida alguno de esos escasos siniestros que se producen cuando los que que sufren un siniestro o acuden para prestar su ayuda se quedan imprudentemente merodeando en torno al vehículo siniestrado (en vez de apartarse e irse fuera de la calzada como marca la normativa), y acaban siendo arrollados por otros conductores a los que los triángulos quizás no les advirtieron con suficiente antelación del siniestro que habían por delante.
Quizás merezca la pena precisar un poco e incluso poner algunos números. Lo primero es entender el concepto. Una mejora en la seguridad (como la de esta baliza conectada) no merece la pena llevarla adelante sencillamente porque disminuya el riesgo de muertes y heridos y de esta manera salve vidas estadísticas, o sea, no la de un individuo particular u otro en concreto, sino si el valor de esas vidas estadísticas supera al coste de implementar la medida.
Como la medida salva vidas estadísticas, el valor de estas vidas salvadas no puede obtenerse preguntando a los "salvados" en cuanto valoran sus vidas, cuánto estarían dispuestos a pagar por ellas, pues la mejora no salva vidas concretas sino que solo puede obtenerse indagando cuánto la sociedad en su conjunto está dispuesto a pagar por una vida cualquiera.
Existen a este respecto varios procedimientos más o menos complicados. Yo, aquí, voy a seguir a efectos meramente ilustrativos uno muy simple para dar una idea de la lógica del mecanismo que está detrás de un análisis coste-beneficio. Veamos, el PIB per cápita español puede considerarse como un indicador del valor de la contribución que por término medio un español cualquiera hace a la producción y por ende al bienestar de la sociedad española por lo que podemos utilizarlo como un indicador del valor que para la sociedad española tiene el español medio o estadístico. El año pasado fue de 35.297€. Si para hacer el análisis más simple suponemos el PIB per cápita no crece y que la probabilidad de morir arrollado sea la misma para cualquier edad (lo cual es patentemente absurdo pues ni los niños ni los ancianos son susceptibles al tipo de siniestros a los que una baliza conectada pueda afectar) se tiene que el número medio de años estadísticamente salvados por cada muerte evitada gracias a una baliza interconectada son unos 40 (dado que la esperanza de vida está en 84 años) , por lo que cada vida estadística salvada cabe valorarla en 1.411.880€ (35.297€ x 40 años), que sería (bajo los supuestos que hemos establecido) su contribución media al producto interior bruto español (de nuevo hay que decir que estamos suponiendo que los euros de dentro de unos años valen lo mismo que los euros hoy). Es decir que esa sería el valor de la producción estadísticamente perdida caso de que esa vida estadística hubiese muerto en un accidente evitable mediante una baliza conectada con la DGT. Supongamos adicionalmente que las balizas de marras duran por termino medio 40 años, lo cual es patentemente absurdo, o sea, que no hay que volver a reponerlas en esos 40 años, luego el gasto en ellas no hay que repetirlo. De lo que se sigue que para que la medida, cuyo coste hemos estimado en 2.035.000.000€ sea coste-efectiva, es decir, merezca la pena debería de salvar en estos cuarenta años a 1.441,34 vidas estadísticas (2035.000.000€ / 1.411.880€). Y esto es patentemente absurdo pues no creo que cada año mueran más de 10 personas en las carreteras arrolladas en este tipo de accidentes.
De este mero ejemplo se sigue que parece que es económicamente absurda e ineficiente el obligar a que todos los vehículos a motor lleven una baliza conectada a la DGT. Es muy posible, por contra, que la obligación de llevar una baliza de urgencias normal, o sea, no conectada, en sustitución de los triángulos sea, sin embargo, económicamente sensata y eficiente pues su coste es mucho más bajo que las conectadas. Y es que la obligación de conexión dispara el precio de la baliza de marras y por tanto el coste de la medida a cambio de nada económicamente equiparable (reducción de la siniestralidad) en un mundo en que todos tenemos teléfono móvil.
En suma que me parece que la normativa de la baliza conectada es una norma explotadora del personal por parte de de esa "benemérita" institución dirigida por don Pere Navarro, cuyas capacidades como gestor racional y objetivo de la cosa pública dejan mucho que desear en la medida que de siempre se ha sabido que están sesgados por sus problemas y fobias personales. Este señor me parece el epítome del tipo de profesional unidimensional, que tan comprometido está con su único objetivo y exclusivo (en su caso reducir la siniestralidad viaria cueste lo que cueste) que pierde toda racionalidad y puede convertirse en un peligro público. Me da la impresión que es el típico tipo que, si se le dejara, llevaría para adelante una normativa que prohibiera completamente el tráfico de vehículos a motor, pues obviamente esto redundaría en un descenso brutal de la siniestralidad en las carreteras, su único y declarado objetivo. Y es que los muy motivados son, pese a sus buenas intenciones, peligrosos, muy peligrosos. Ellos, más que nadie, debieran recordar diariamente el conocido consejo de Talleyrand: "ante todo, ningún celo"