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                                      FERNANDO ESTEVE MORA

El 29 de agosto de 2005, el huracán Katrina llevó la catástrofe en forma de inundaciones generalizadas y brutales a la ciudad de Nueva Orleans. Murieron 1836 personas y se anegaron el 80% de las viviendas. A lo largo de la semana siguiente los periódicos se dedicaron también a inundar las mentes de la gente con noticias a cada cual más terrorífica: bandas de asaltantes y ladrones, pillajes sin cuento,  francotiradores, violadores...Dentro del Superdome, el estadio que sirvió como lugar de acogida y donde se metió a más de 25000 personas provenientes de lo "peorcito" de Nueva Orleans, o sea, de entre los más pobres, los marginados y gentes sin hogar ("homeless"), sin agua y sin electricidad, se contó que habían pasado cosas horribles e inenarrables como la violación y asesinato de un niño de siete años. El jefe de policía así como el gobernador del estado de Luisiana, comentaron que "lo que más les preocupaba es que desastres como ese a menudo sacan lo peor de la gente".

Pues bien. No fue hasta meses más tarde que se supo la verdad, lo que de verdad había pasado y que no fue lo que habían contado ni las autoridades ni los periódicos. Que lo que se oían  como disparos no eran sino explosiones de válvulas de gas, y que en el Superdome murieron sí, seis personas: cuatro de muerte natural, una de sobredosis y otra por suicidio. No no se violaron niños. La gente no se mató entre sí. La gente, por contra no sólo se comportó cívicamente sino aún mejor, lo hizo prosocialmente, más que caritativamente.

Por contra, los 72000 miembros del ejército que a instancias del gobernador de Luisiana fueron desplegados con la orden de "disparar a matar" para impedir pillajes se distinguieron por abrir fuego contra seis inocentes matando a un chaval de 17 años y a un enfermo mental de 40. Punto.

Y no ha sido el caso de Nueva Orleans un caso único, una situación especial. Es lo normal. Una y otra vez desde el Titanic hasta el 11M, terremotos, Covid, bombardeos, DANAS, etc., etc, Siempre siempre se ha comprobado lo mismo, que es que la respuesta generalizada de los individuos en caso de desastre colectivo no es ni egoísta ni la de aprovecharse de los demás. Todo lo contrario, lo que destaca por su ausencia es que en casos de catástrofes generales y colectivas es la ausencia de "homo oeconomicus" en el mundo. Abundan por contra las gentes que se olvidan de sí mismos y se ponen a ayudar a los demás. Es lo humano.

Y eso es de lo más curioso. Es curioso que cuando "somos" más egoístas, cuando más nos comportamos como dicen los economistas que es racional el comportarse, pensando sólo en nosotros mismos, buscando y persiguiendo cada uno su propio interés, que está puesto en riesgo por esa catástrofe colectiva, en entonces cuando menos egoístamente nos comportamos, cuando más solidarios  somos. Por contra, cuando mejor van las cosas colectivamente, cuando las cosas nos van a todos más o menos bien, entonces es cuando nos "sale" el egoísmo a raudales. Cuando más "homo oeconomicus" somos.

Ayer, nuestro país vivió una "pequeña" catástrofe colectiva. El apagón. Díce mucho, muchísimo lo que la íncalificable e indescriptible Isabel Diaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, pidió al Gobierno del Estado. Pidió, nada más y nada menos, que el Gobierno desplegara al ejército, a las Fuerzas armadas para garantizar la seguridad ciudadana ante el caos total que iba a implicar el apagón.

Afortunadamente, ¿cómo que "afortunadamente"? No, no ha sido por suerte sino que como era natural esperar,  no pasó NADA. Nada de nada. Fue, incluso una noche inusitadamente pacífica. En lo que a mí respecta que me tuve que recorrer más de siete kilómetros andando por el centro de Madrid desde que me una caritativa compañera del curro me acercara a Madrid desde donde estábamos en  la Universidad Autónoma. Pues bien, lo único que observé fue la abundancia de la buena educación, los buenos modos entre los muchos caminantes y los coches atascados. La tranquilidad, la gentileza y "buen rollito" era generalizada. Todo el mundo se hacía cargo de la situación y todo el mundo era comprensivo y todo el mundo se ponía en lugar de todo el mundo. Lo normal. Y lo que la gente normal puede esperar.

Por eso es tan revelador la respuesta de Isabel Díaz Ayuso y de sus secuaces y palmeros. Nunca me ha parecido tan cierto y aplicable a alguien el refrán ése de que "piensa el ladrón que todos son de su condición" como a este caso.  Y creo en consecuencia  que como "la señora" Ayuso  se ve en el fondo a sí misma como egoísta y antisocial, piensa que todo el resto del mundo es como ella; es decir que, en caso de desastre colectivo, Ayuso -si no fuese lo que ahora es, es decir si fuese una "ciudadana" particular  que es como dice que es su novio-, seguro es que  miraría sólo por ella misma y buscaría como sacar personal partido de la misma. Y es que ella, ciertamente, no es normal como lo somos el resto de las gentes que ni se nos pasa por la cabeza aprovecharnos de una situación de catástrofe colectiva. Ella, en esto, si , claramente, es anormal.

Y es ese conocimiento íntimo que tiene ella de sí misma  lo que quizás explica el que, dado su actual empleo, pensara que era necesario sacar a las "fuerzas armadas": para impedir que la gente como ella (que ella piensa o cree que lo somos todos) nos pusiéramos  a hacer lo que a ella  parece que le saldría espontáneamente hacer en caso de catástrofe colectiva: tropelías.


 

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  1. #2
    29/04/25 23:17
    Pues creo que está mal tanto lo que ha dicho la señora Ayuso, que sobreactúa en muchas ocasiones, como el sesgo que usted ha mostrado contra ella.
    Quizás esté (yo) equivocada, pero no le leí nada parecido respecto a la actuación de otros políticos en grandes catástrofes que han sucedido hace no mucho en España.
    Gracias por su artículo y saludos.
  2. #1
    29/04/25 19:36
    Muy acertada la crítica a la mas lista de Madrid....en su línea, con una ignorancia total...y es Presidenta!!!!!!!!!!....o igual quiere que le llamen Presidente, como sus amigas de VOX.