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                                       FERNANDO ESTEVE MORA

La anterior entrada en este blog me lleva como de la mano, casi sin quererlo, a la cliodinámica. Que, ¿qué es eso? Pues, para mí probablemente, la construcción conceptual en ciencias sociales más interesante de los últimos 20 o 25 años. Es el resultado de los intereses de un grupo de científicos rusos, o mejor de origen ruso (y no, detrás de ellos no está la larga mano de Putin pues radican en su mayoría en los Estados Unidos), capitaneados por Peter Turchin, un biológo experto en la teoría matemática de dinámica de poblaciones, para construir un modelo complejo (o sea, complicado, y no-lineal, o sea, no-mecánico)  del devenir histórico de las sociedades, es decir, una teoría científica de la Historia.

Científica a la manera de lo que se conoce como ciencia en los campos o áreas de las denominadas ciencias naturales, o sea, que la Cliodinámica es una suerte de "ciencia" de la Historia elaborada usando de una metodología similar a la usada en Biología, en Física o en Química. El enfoque cliodinámico consiste entonces en  elaborar modelos matemáticos de las sociedades humanas capaces de ofrecer explicaciones y predicciones testables de lo que les ha acontecido en el pasado y les puede acontecer en el futuro, una vez se les suministren los datos empíricos relevantes, si bien su característica de ser un enfoque dinámico no-lineal, no mecánico, implica que sus explicaciones y predicciones son extremadamente susceptibles a las condiciones iniciales o de salida, de modo que -por ejemplo- una pequeñísima alteración de las mismas implicaría unas predicciones radicalmente diferentes. En suma, que el futuro -en la práctica, como futuro concreto- sigue siendo muy pero que muy impredecible, aunque el modelo cliodinámico sea correcto.

Obviamente no es este el lugar para hacer una descripción siquiera aproximada de las sutilezas de los modelos cliodinámicos. El propio Turchin ya ha escrito unos cuantos libros divulgativos, (dos de ellos traducidos ya al español) en donde dejándose de modelos matemáticos  ofrece una descripción literaria nada formalizada de lo que la cliodinámica ofrece. Aquí ni siquiera iré tan lejos. Me contentaré con ofrecer una suerte de descripción oikonómica, o sea, de "andar por casa" de algunos aspectos de lo que va la cliodinámica

Tres son los conceptos centrales del enfoque cliodinámico de las sociedades humanas que voy a recoger aquí. El primero es la presencia, en todo grupo humano jerarquizado, es decir dónde la población se escinde entre una élite minoritaria y una masa poblacional, de lo que Turchin denomina una  wealth pump, algo así como una "bomba de riqueza" que transfiere recursos o riqueza desde la mayoría de la población, la que trabaja creando esa riqueza, a las manos de la élite que organiza, gestiona, dirige esa sociedad.

Miremos a cualquier sociedad humana en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Pues bien, fuera de las pequeñas bandas igualitarias de cazadores-recolectores nómadas del paleolítico, siempre, siempre, en mayor o menor medida se observa la presencia de un tipo u otro de bomba de riqueza. "Wealth pumps" que, para muchos, por ejemplo, los marxistas, son sistemas o mecanismos de explotación. Los cliodinámicos no los adjetivan, las "bombas de riqueza" pueden o no entenderse como explotadoras según se considere  que las actividades de los miembros de las  élites (organizativas, artísticas, culturales, religiosas) las hagan "merecedoras" de estar en el extremo de salida de esas bombas de succión de la riqueza que genera el trabajo de la mayoría de la población, pero da igual. Lo importante es que esas "wealth pumps" existen y transfieren riqueza desde la mayoría de la población a las minorías que componen las élites.

La historia económica y social nos muestra precisamente la sucesión de tipos o modelos de "bombas succionadoras de riqueza", es decir, de los diferentes modos técnicos de producción de los excedentes económicos y de los diferentes modos sociales de redistribución de los mismos hacia los componentes de las élites. Por ejemplo, en la Alta Edad Media, la producción del excedente económico (la producción neta por o encima de la producción necesaria para mantener con vida a la clases trabajadoras) se realizaba fundamentalmente en el sector primario (agricultura y ganadería), excedente que, en forma de diezmos, rentas y trabajo forzoso  era redirigido a las dos élites fundamentales de esa sociedad: las que gestionaban los dos poderes que organizaban las sociedades medievales:  el poder persuasivo (o sea, la jerarquía eclesiástica) y el poder coercitivo (del que se encargaba la aristocracia guerrera).

Más tarde, los avances técnicos y los descubrimientos geográficos propiciaron la aparición de un nuevo sector productor de excedente: el comercio a larga distancia, Y con él, una nueva élite se sumó a las dos anteriores y compitió con ellas por la dirección de la sociedad: los grandes comerciantes. La historia nos muestra la competencia y los acuerdos entre esas tres élites a la hora de dominar las sociedades y gestionar el reparto de la riqueza entre ellas. Las ciudades italianas del Renacimiento o de la Liga Hanseática o de los Países Bajos son ejemplos de sociedades donde la nueva élite comercial se alzó con el poder central. En estados como España o Francia, todavía las viejas élites aristocráticas y eclesiásticas conservaron por contra su viejo poder y preeminencia por encima de las nuevas élites comerciales hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX (recuérdese, los tiempos de las llamadas "revoluciones burguesas") . Más adelante, la revolución industrial supuso la aparición  de una nueva forma de generar excedente (la industrial) , y con ella, el surgimiento de una nueva élite, la típica élite capitalista industrial, a la que modernamente se ha sumado en el el último siglo la élite capitalista financiera (recuérdese que Piketty no hace sino describir el funcionameinto de la "wealth pump" de tipo capitalista cuando señala que actúa siempre que el tipo de interés real supera a la tas de crecimiento) y, ahora mismo, la constituida por  los mangantes de las élites que han surgido en torno a las nuevas tecnologías, los milmillonarios ahora tan famosos que se han hecho con sus elitistas puestos gracias a las nuevas "bombas de riqueza" que las tecnologías de la información y la estructura legal han posibilitado. Obsérvese que la Historia, en buena parte, no es para la Cliodinámica la historia de la "lucha de clases", como sostenía Marx, sino de la lucha  entre las distintas élites entre sí  (lo que podemos denominar competencia interélites), la pugna entre las distintas élites por  controlar  las bombas de riqueza, o sea, la producción y distribución de los excedentes económicos. El papel de "los de abajo" es, como veremos más adelante, más complejo pues en tanto que las distintas élites tienen sus buenas razones para pelearse entre ellas por el reparto del excedente hay algo que las une: el mantener a las clases que generan ese excedente en su posición inferior y generador de excedente.

El segundo elemento conceptual  básico del enfoque cliodinámico es lo que podríamos denominar el carácter posicional de los puestos de élite. Con ello quiere decirse  que sea cual sea la jerarquía de que se trate, ya sea, la religiosa o, en general, la persuasiva (o sea la élite formada por quienes ostentan o controlan el "soft-power" en una sociedad, o sea, el poder ideológico de dar explicaciones y convencer a los demás (hoy los miembros de esa jerarquía serían no solo los sacerdotes de cualesquiera religiones sino también periodistas, académicos, intelectuales y demás), ya sea la jerarquía de los que controlan el poder coercitivo (o sea la élite militar y policial,  pero también la élite burocrática que controla el poder del estado), ya sea la jerarquía económica , (o sea, la élite conformada por los dueños de las empresas, los que controlan las instituciones financieras  y los managers y ejecutivos de las empresas más importantes) ), el caso es que, siempre, en cualquiera de esas jerarquías hay menos puestos en los estratos o niveles  superiores que en los inferiores, es decir hay menos puestos de élite en la cúspide de cualquier jerarquía que en su base,

Siempre, siempre, por definición el "organigrama" explícito o implícito de cualquier jerarquía es piramidal. Sólo hay un Papa, el número de generales o de mariscales es mucho más pequeño que el de sargentos, tenientes o capitanes, y el número de grandes empresarios o ejecutivos es muchísimo más pequeño que el de pequeños empresarios y de trabajadores autónomos. Es esto una obviedad, una verdad de perogrullo: que "los de arriba" y muy arriba por definición son menos, mucho menos, que "los de abajo". Pero es una obviedad con implicaciones relevantes

Y también es una obviedad el que  a todo el mundo le gustaría formar parte de las élites, pues la vida de quien está arriba en cualquier organización o cadena jerárquica es mucho, muchísimo mejor que la de los que están por debajo. La implicación es obvia: a quienes forman parte de una élite les interesa pugnar porque ellos mismos o sus sucesores sigan  formando parte de ella en el futuro. Pero también a quienes no lo son, le interesa pugnar para que ellos mismos o sus sucesores logren entrar en ella. Es decir que, "los de abajo" tratan siempre por todos los medios a su alcance de dejar de estar abajo y de encaramarse a los puestos de arriba. Ese fue el error de Marx, imaginar, frente a toda evidencia,  que "los de abajo", los proletarios de su tiempo, así en general, tenían un objetivo diferente al de simplemente  dejar de serlo, al de convertirse o ser  de "los de arriba". Pues bien, el resultado conjunto del interés de "los de arriba" por  seguir estando allí, en ese "su" sitio, arriba;  y el de "los de abajo" por dejar de estar en ese "su" otro sitio, o sea, abajo, es lo que Turchin denomina "sobreproducción de  élites", el combustible básico del motor del "mecanismo" cliodinámico de generación de la Historia.

Para intuir cómo funciona,  imaginemos de salida una situación en que por las razones que sean, ya demográficas (a consecuencia, por ejemplo, de una epidemia, como lo fue la Peste Negra en el siglo XIV, o de  una guerra devastadora como lo fueron las guerras de religión), ya sean sociales (como las consecuencias de las guerras mundiales del  siglo XX), el caso es que "los de abajo"  empiezan a vivir o les dejan vivir  económicamente mejor. De modo natural,  no limitados por una existencia en el límite de la subsistencia, "los de abajo" pueden soñar entonces con abandonar su estatus, su lugar, su posición dominada o inferior, ya sea la suya o la deseada para sus sucesores. El ahorro, la inversión en capital humano (o sea, la formación o la educación) aparecen así ante ellos como las vías para salir de su mundo y subir al de las élites. El problema es que los que ya están allí, los que ya eran élites no están obviamente nada dispuestos a dejar sus puestos o posiciones a los que vienen e abajo, y dado que los puestos de élite no pueden crecer a ese ritmo (recordemos que siempre hay menos puestos arriba que abajo dada la estructura piramidal de toda organización jerárquica), esa sociedad asiste tarde o temprano a las consecuencias de una "sobreproducción de aspirantes a los escasos puestos de élite". Esa sobreproducción de élites da lugar a una competencia intraélites que se manifiesta en variadas formas de inestabilidad política y social.

Una de ellas merece la pena considerarse con un poquito más de detalle, pues es aquella que adopta las formas más radicales o revolucionarias. Así, nada extraño es que en la pugna de los nuevos aspirantes a ser élite con los viejos o ya establecidos miembros de la élite, los primeros encuentren que su mejor "arma" en su lucha pasa por dirigirse a "los de abajo" para "usarlos" como ariete para expulsar de sus posiciones a las élites ya establecidas. ¿No es acaso curioso que todos los dirigentes de la Revolución Francesa fuesen miembros de la burguesía urbana o de la pequeña aristocracia terrateniente? ¿Y qué decir del origen de clase de Lutero, de Marx, de Engels, de Lenin, de Trotsky, de Kropotkin, de Bakunin, de Mao,  de Ho Chi Min, de Fidel Castro o hasta de Che Guevara, de todos aquellos que han encabezado en todo tiempo y sociedad las revueltas y revoluciones? Ninguno, ninguno, era de las clases inferiores o sojuzgadas, ninguno era de clase obrera o trabajadora. Eran iestudiosos o intelectuales sin oficio ni beneficio, sacerdotes, abogados, médicos, pequeños empresarios, etc. etc. No, entiéndaseme bien, no es que no fuesen sinceros en sus ideas y deseos revolucionarios en pos de un mundo mejor y más equitativa e igualitariamente repartido. No es que fueran unos manipuladores de "los de abajo". No, ni mucho menos. Todos sufrieron e  incluso muchos perecieron en  la defensa de sus ideas, en la defensa de la mejora en las condiciones de vida de "los de abajo". Pero aquí lo importante no es su grandeza o valía morales, su dignidad o entereza, sino el papel que jugaron en la trama del teatro de la Historia. Y siempre la "revolución acababa devorando a sus propios hijos", más temprano que tarde, si la revolución de que se tratase había tenido éxito, llegaban a las nuevas jerarquías, ocupaban los puestos de la vieja élite no ellos sino "otros" que al poco abandonaban los ideales. Se constituía así una nueva élite que se posicionaba firmemente en las mejores posiciones a la salida de la "bomba de succión de la riqueza" y que sólo de palabra se reconocía heredera de los revolucionarios del principio, de quienes se jugaron la vida por un mundo diferente y mejor.  En suma que, para la cliodinámica,  la "lucha de clases" marxista no es sino uno de los posibles formas que adopta la "lucha posicional" o competencia intraélite que aparece en las situaciones en que, por las razones que sea, se produce una sobreproducción de élites.

Por supuesto lo anterior es una descripción extremadamente simplificada de un proceso sujeto a infinidad de considerandos. Por ejemplo, la capacidad de los aspirantes a élite de incorporar a "los de abajo" como aliados en su particular lucha o competencia posicional  no sólo depende obviamente de su capacidad organizativa y persuasiva. El "estar abajo" no implica ser tonto y manipulable. "Los de abajo" sólo se dejarán arrastrar y convencer si ganan con ello respecto a su situación presente y a la esperada para sus hijos. Es decir, que su situación de partida es fundamental. Muy mala debe ser esa situación o muy malas deben ser sus expectativas para sí mismos o sus hijos para que "los de abajo" acepten embarcarse como carne de cañón en el ejército de los aspirantes a ser élite en su particular lucha contra los miembros de las viejas élites del "quítate tú "pa" ponerme yo". Y así ha ocurrido repetidamente. El "progreso" económico y social de "los de abajo" lo han conseguido arrancándoselo siempre a las élites, ya sea a las "nuevas", como a las "viejas" , que se lo han concedido a regañadientes por miedo a que se uniesen con los aspirantes a élites advenedizos.

Dicho de otra manera, si una élite ya establecida es lo suficientemente inteligente para entender los riesgos que corre colectivamente por la sobreproducción de aspirantes a élite superando el permamente problema de la acción colectiva debiera lógicamente establecer y financiar  unos sistemas de redistribución que permitan a "los de abajo" en su generalidad vivir "bien" y tener expectativas de vivir mejor tanto ellos como sus hijos en el futuro, de modo que no sea n fácilmente seducidas a aventuras bajo las banderas de los aspirantes a élite. Es decir, que en la medida que las élites establecidas de una sociedad fomentan lo que hoy denominamos "estados del bienestar", difícil lo tendrán los aspirantes a élite para convencer a la mayoría de los de abajo a que les secunden en sus peleas con las élites establecidas por quitarles el sitio. Desde este punto de vista, resulta obvio que no hay nada más absurdo para esas élites ya establecidas, que adoptar las políticas neoliberales que buscan el desmantelamiento de los estados del bienestar (lo que se ha venido en denominar "rebelión de las élites") y el  fomento de la meritocracia. 

Cuando desde esta  perspectiva cliodinámica del devenir histórico de las sociedades se abordan cuestiones como la emigración, el racismo, el cambio tecnológico ahorrador de trabajo, el calentamiento global,  la globalización, etc., muchas "paradojas" sociales se explican. Se entienden así, de otra manera, las guerras imperialistas, el atractivo de las clases trabajadoras por los políticos de extrema derecha (como por ejemplo, Donald Trump) así como su rechazo por las políticas ecologistas y progresistas que defienden los partidos de izquierda. Se entienden también actitudes tan curiosas como por ejemplo la buena consideración y el fomento por parte de la derecha de  la emigración de nuestros jóvenes titulados y profesionales (una evidente forma  de reducir la presión de la "sobreproducción de élites" sobre la vieja élite, de la que la derecha es su representante natural). 

           

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