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                                            FERNANDO ESTEVE MORA

No falla. Uno empieza a leer una novela policíaca cualquiera, y al cabo de un rato, pasadas aproximadamente la mitad de las páginas, siempre pasa lo mismo: que el detective protagonista, a la hora de orientar sus investigaciones y hallar al asesino, recurre una y otra vez  a la misma estrategia: la de seleccionar entre todos aquellos que tenían los medios y la oportunidad (y las "ganas") de matar a la víctima a aquél o aquella de entre los sospechosos que más se beneficia con ello. Cui Bono, que dirían los clásicos: quién se beneficia, quién sale ganando con el crimen, es la sempiterna pregunta cuya respuesta siempre, siempre,  apunta al asesino.

A nadie se le debiera escapar tampoco que esa es la  pregunta típica que haría un economista, pues no indaga por quién es bueno o malo o por quién se merece algo o no, sino únicamente por quién se beneficia económicamente por la muerte de alguien. Hay incluso un "autor" de novelas de crímenes, llamado muy apropiadamente Marshall Jevons que ha elegido como protagonista de sus novelas a un tal Henry Spearman, un economista académico (profesor de Harvard, nada menos), que a diferencia de los Sherlock Holmes, Philip Marlow, Sam Spade e incluso Hercules Poirot, nada destacable, atractivo o no,  tiene, ni en su físico ni en su comportamiento. Es -por decirlo de modo caritativo- muy anodino, como suelen (o mejor, solemos) serlo los economistas. Quizás por ello, comparadas las suyas con las aventuras de esos "colegas" investigadores privados, las cuatro novelas publicadas de este economista-detective son  olvidables, y por lo que sé, ya están olvidadas.

Pero imaginemos que nuestro Henry Spearman reapareciera hoy en una nueva novela  para tratar de resolver un nuevo caso que, por cierto, está más que claro que  a todos nos va a afectar. Esta nueva novela lleva el título de  EL LISTO, EL TONTO Y EL MALO (sí, como si se tratara de un spaghetti western de los 60). Que ¿de qué va? Pues va del caso del asesinato de la globalización, de la violenta muerte que acaba de producirse de ese fenómeno social, económico, político y hasta cultural al que se suponía irresistible y lleno de futuro y que tarde o temprano traería a toda la población del mundo las ventajas del libre mercado, la democracia liberal, la eliminación de la pobreza, la conservación del planeta, la agenda 2020 y 2030, la paz y la tolerancia...en suma, el famoso Fin de la Historia.

Pues bien. Hoy está meridianamente claro que nada de eso va a acontecer: la globalización está muerta y bien muerta. Sin posibilidades de resurrección ni en el medio plazo. Y los efectos de esta violenta muerte ya se están empezando a sentir en forma de inflación y estancamiento, constitución de bloques comerciales cerrados, dificultades de comunicación, etc. Dentro de poco es previsible que Internet se bifurque, que los acuerdos contra el cambio climático se conviertan en un suerte de literatura fantástica o de cartas a los Reyes Magos con las catastróficas consecuencias que ello va a suponer,  y que los conflictos violentos estallen en distintas partes del globo.

Pero, ¿acaso hay caso? Pues los otrora sabuesos de la prensa libre, hoy dulces perritos falderos de los poderosos dueños de los medios, lo tienen meridianamente claro y no paran de publicar el nombre del asesino, y como es habitual en la prensa amarilla, no pierden ocasión de regodearse con sus "virtudes" reales o supuestas. El Malo, el asesino  es un tal Putin de Rusia  a quien han pillado in fragantti, con el revolver aún humeante en la mano, y con cara de palo o de pasmo, una cara que trasluce a las claras o bien su maldad congénita o bien su estupidez también congénita.

Pero, hagamos un alto. Pues aquí aparece nuestro héroe. Como era de esperar por cierto (pues si no no habría novela). Aquí tenemos a Henry Spearman el economista detective que, frunce el entrecejo, y aún ganándose el rechazo de los medios, afirma que  no lo tiene tan claro. Pero a Spearman el que los demás no compartan sus puntos de vista le da igual, pues  "los demás" no saben Teoría Económica. El, por otro lado, es un "científico" y conoce bien la singular capacidad manipuladora de la prensa y sabe también de su absoluta incapacidad analítica y conceptual para ir un poco más allá de lo inmediato y sentimental.  Fuera de asuntos baladíes, como las aventuras amorosas de doña Tamara Falcó y demás miembros de la farándula, Spearman sabe que nada puede esperarse de los periodistas. Sencillamente su cerebro y su formación no les da para más. Es lo que hay.

Y, en este caso, Spearman piensa que, como es habitual en ellos, en sus "análisis" del asesinato de la globalización confunden lo circunstancial, inmediato y evidente, con lo determinante, mediato y subyacente. Es necesario para aclarar las cosas usar del MÉTODO. Y ello, para un economista, pasa obviamente por hacerse la habitual pregunta y consabida pregunta: Cui Bono, quién sale ganando con la muerte de la globalización?

EL MALO

Como es natural, a quien primero se propone investigar Henry Spearman es al MALO. Pero inmediatamente Spearman lo descarta como asesino último pues cualquier acusación contra él  choca con una verdad obvia: el MALO nada gana con la muerte de la globalización. Todo lo contrario. Y es que, si bien el MALO tiene recursos naturales en abundancia, su riqueza no se traduce en renta, en ingresos. Rusia es pobre, pues  no tiene ni capital, ni tecnología ni probación para sacar partido de sus riquezas naturales. La globalización le venía por ello muy bien pues, poco a poco, la permitía ir  rentabilizándolas. Ahora, por contra, tras la muerte de la globalización ,  su futuro es incierto cuando no oscuro. Excluída como criminal de las redes el comercio mundial, excluida de las redes financieras, difícil tiene el conseguir lo que necesita para mantener su precario nivel de vida. La única alternativa que Rusia tiene es acudir donde nunca quiso ir, a los prestamistas usureros de Chinatown. Sabe bien que eso marcará el fin de su independencia. Nada raro es por eso que, a la vez que mira su mano con el revólver humeante, se pregunte  "¿cómo me dejé arrastrar a esto?¿quién me tendió esta trampa de la que no sé cómo salir?"

Harry Spearman lo tiene claro. Cierto, el ruso es el MALO, es la "mano ejecutora" del crimen, pero bien mirado, también es una víctima, la víctima de una trampa urdida por otro en que ha caído como un ingenuo colegial. Le hace gracia que haya quien considere a Putin como "maquiavélico", pues para Spearman es un completo tonto al que han manipulado. Y es que, para Spearman, el auténtico culpable, el autor intelectual del asesinato de la globalización está claro que es otro.

EL TONTO   

¿Puede acaso que el culpable sea ése que, con su pareja,  se desgañita histéricamente  señalando al ruso? ¿Es posible que la auténticamente mente criminal sea ése matón de barra de bar, ése Josep Borrell, y su pareja, "la"  Von der Leyen? Spearman los mira un instante, e inmediatamente los descarta también: no son culpables. Todo lo contrario. No es que no den el tipo de culpables: su histérico comportamiento los haría prima facie sospechosos.

Pero, está claro, que nada gana Europa, sino que es la que más pierde con el fin de la globalización. Como hasta el macarra de Borrell ha acabado reconociendo hace dos días, el bienestar económico de Europa, ése que le ha permitido a Europa largas décadas de bienestar, paz e incluso vanidad se basaba en una energía barata procedente de Rusia que le permitía competir ventajosamente en los mercados mundiales y comprar baratos productos orientales para sus masas trabajadores lo que posibilitaba que cada vez vivieran mejor.

Todo eso se ha acabado. Con el final de la energía barata de origen ruso se acaba también el sueño de una Europa rica y culta que como una moderna Atenas Clásica viera a todo el mundo por encima del hombro. Ahora si Europa quiere competir, con una China y una India que disfrutan de una energía rusa a precios de saldo,  tendrá que bajar salarios, pensiones y ayudas públicas. Habrá de ser austera, quiéralo o no. Como bien saben los economistas como Henry Spearman, "nada es gratis" , y muy caro para el bienestar de los europeos será recuperar si es que es recuperable la competitividad y la independencia estratégica. Y eso sin contar con que Borrell y la von se han comprometido a "reconstruir" el escenario del crimen, o sea, Ucrania. Algo que le puede costar a los ciudadanos europeos centenares de miles de millones de euros.

No, la respuesta a la "prueba del algodón" del cui bono descarta a Europa como culpable de la muerte de la globalización. Si bien, claramente señala a Borrell y Von der Leydem como incompetentes radicales. Pero, ¿cómo es posible que lo hayan hecho tan mal? ¿Cómo es posible que, gracias a ellos, el futuro para Europa sea un futuro de dependencia estratégica, militar, tecnológica, financiera y energética respecto al  "amigo americano"? Una dependencia que corta en seco las posibilidades de futuro de una Europa amenaza, por otro lado, a despertar, a dar nueva vida a sus históricos y temibles demonios familiares.

Y aquí Henry Spearman no puede sino pensar que la manera más adecuada de calificar a un neurocirujano adicto a las drogas que sigue operando y causando daños sin cuento a sus pacientes no es las de considerarlo  incompetente, sino más bien, de deshonesto. Y por ello no puede dejar de pensar que Borrell y "la" Leyen son, de igual manera, deshonestos. Y siguen ahí. Ya se sabe: la Unión Europea tiene un elevado "déficit democrático" y gente como ellos, que no ha sido elegida democráticamente por los europeos sino por las élites europeas, pueden seguir causando tropelías sin cuento sin que nadie les ponga coto. Igual que un cirujano yonqui.

EL LISTO

Sólo había tres sospechosos. Dos ya están descartados. Así que por eliminación, ya Henry Spearman sabe quién es el autor espiritual del crimen: quién se ha cargado la globalización.

Sí, es ese señor mayor de tan buena presencia, ese tal Biden de los Estados Unidos. ¿Quién lo iba a decir? Con lo modosito que parecía, y con esos olvidos y distracciones tan propios de su avanzada edad que hacían pensar de él frente al matón barriobajero de Donald Trump que era un pacifista, que odiaba todo lo que tuviera que ver con las armas.

Pues bien. Mira por dónde, el que parecía más tonto por senil ha resultado ser el más listo. Pues está claro que el asesinato de la gobalización beneficia a los Estados Unidos. Tanto a niveles micro como a niveles macro.

A niveles micro el "complejo militar-enérgetico-industrial" norteamericano se ha quitado de enmedio de un plumazo, o mejor de un bombazo ( el que se ha cargado los gasoductos Nordstream 1 y 2, propiedad de Rusia. ¡Menudo golpe estratégico! Maravilloso: un auténtico "game-changer") a un competidor estratégico (Europa) al que, crecientemente, le estaba mirando de tú a tú. La industria europea sencillamente se ha quedado tocada definitivamente. Ahora le tiene que comprar la energía a los EE.UU a unos precios abusivos que roen su capacidad competitiva se ha desinflado radicalmente. A ello se suma que también va a ser la industria militar norteamericana el proveedor de las nuevas y crecientes necesidades militares de Europa. En suma, estratégicamente, las posiciones energética, militar o de seguridad e industrial europea han pasado en pocos meses de la orgullosa independencia a la dependencia más humillante y servil, a la sumisión. Y la cotización del euro ya lo mnifiiesta a las claras. No hay rival para el dólar, la moneda del Imperio. Los europeos están entendiendo por fin lo que otros países del entonces llamado Tercer Mundo aprendieron tiempo ha  (la letra con sangre entra), la lección que tan bien expresara  Henry Kissinger cuando con su sinceridad habitual dijo aquello de que  si ser enemigo de los Estados Unidos era malo, ser amigo es mucho peor.

Y las cosas aún le pueden ir mejor al LISTO. Pues es el caso que no es improbable que al MALO se le tuerzan tanto las cosas que acabe "tirando la toalla". Si es así, y ése -recordemos- es el objetivo último de los neocons norteamericanos,  bien pudiera ocurrir que Rusia dejara de existir y se desmembrara internamente. Nada impediría entonces a los Estados Unidos, por segunda vez (tras la transición del socialismo al capitalismo en la Unión Soviética de los 1990) entrar a saco en los recursos de lo que quedara de Rusia. Ello le permitiría gozar a los Estados Unido de una clara ventaja estratégica frente a su rival: la China. Una nueva globalización pero esta vez clara y decididamente mente unipolar, regida y dirigida por Estados Unidos, sería la realización de lo que sueñan los nreocons de Washington: el comienzo de un nuevo Siglo Americano. 

Y ensimismado en estos pensamientos, satisfecho por haber descubierto al asesino de la globalización, discretamente Henry Speraman abandona el lugar. Nada dice. A nadie acusa.  ¿Para qué? 

 


 
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  1. en respuesta a Fernando esteve
    -
    #5
    24/10/22 12:14
    No confío en que ocurran, ni tan siquiera creo que sean buenas soluciones, véase el detalle del liderazgo militar alemán, sólo pienso que son posibilidades de las que se hablan y como no se suele acertar en lo que va a ocurrir, solo las comento como otras supuestas salidas. Más que construir con piedra en la arena, me parecen castillos en si mismos de arena que la siguiente ola borra. EE.UU. nos vende gas, se forra, hay barcos metaneros dando vueltas en el mar sin saber a donde llevar el gas porque los depósitos europeos están a rebosar, baja el precio. ¿Quién sabe si el momentáneo pelotazo de los americanos tiene los días contados? No dudo de que se hagan planes maléficos para dominar el mundo, pero creo que la complejidad en aumento los hace cada vez más difíciles de llevar a su término con éxito. El fin liberal de la Historia no me entusiasma, pero Putin me asquea y sus planes para conquistar algo menos que el mundo van como el culo y puede que acaben con él, pese a los análisis que hablaban de su supuesta superioridad. Solo me queda rezar al azar, dios de los ateos, para que el próximo giro de guion sea favorable y no catastrófico.   
  2. en respuesta a Fernando Labaig
    -
    #4
    24/10/22 10:17
    El número 41 de los Fragmentos de un Evangelio Apócrifo de Borges reza lo siguiente: " Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena...". Poco más que añadir sólo que si predecir el mañana  es como edificar sobre arena, predecir más allá de mañana es edificar  sobre polvo por no decir en el aire. Y me da que las posibles salidas que ofreces y en las de alguna manera confías para salir del lío del presente y llegar de una vez al liberal Fin de la Historia acabar con el "Mal" en el mundo acabando con "el" Malo son no para pasado mañana sino para "el otro" por no decir más allá. Eso de que "en un tiempo más o menos breve...."   
  3. #3
    19/10/22 02:20
    Divertido, pero, como a todas las novelas policiacas al estilo Sherlock Holmes, le sobra un exceso de confianza en la lógica. Esa lógica tan mecánica solo funciona en la ficción. Algo parecido a lo que ocurre con los creyentes en el homo economicus y su insaciable egoísmo racional. Me temo que las sorpresas y las incoherencias no han dejado de aparecer y seguirán haciéndolo. Y desde luego nadie tiene un plan porque nadie podía asegurar que Putin decidiera la invasión, como nadie podía pensar la resistencia que está oponiendo Ucrania y nadie sabe hasta que punto pueden desarrollarse soluciones energéticas al margen de los combustibles fósiles en un tiempo más o menos breve, ni adonde nos llevará los intentos de un ejercito europeo con su escudo antimisiles incluido, al margen de EE.UU y liderados por Alemania, que quizá de más miedo. En definitiva, creo que la profesión de profeta es muy difícil y no suele estar plagada de éxitos.
  4. en respuesta a Paco Caballero
    -
    #2
    14/10/22 18:16
    Hola Paco. Gracias...y sí, del trío nobelesco, creo saber quién es el Bueno. Pero no tengo claro quienes son el Feo y el Malo. Un abrazo
  5. #1
    14/10/22 05:48
    Brillante Fernando. Enhorabuena.
    Idea: analogías entre "El Bueno, el Feo y el Malo" y nuestro trio del Premio Nobel