FERNANDO ESTEVE MORA
Lo siento por todos aquellos que no han superado todavía la fase infantil del "¡No es justo!¡No es justo!" a la hora de entender lo que sucede en el mundo de los adultos, o sea, lo siento por tantos y tantos periodistas y políticos y todos aquellos que les hacen caso. Lo siento (Bueno: . La verdad es que no lo siento lo más mínimo. Decir que lo siento es pura "retórica"), pero en mi opinión Vladimir Putin será un malvado -cosa que no dudo-, pero ni ha engañado a nadie ni es un imbécil estratégico. Y no sólo eso, sino que la irracionalidad estratégica occidental frente a la racionalidad instrumental de sus comportamientos es, ahora mismo, un quebradero de cabeza global que pone en riesgo la seguridad militar, económica y ecológica del entero mundo y aboca a Occidente a una decadencia rápida e ineludible frente a su rival estratégico: China.
Veamos. Desde el mismo comienzo de su ataque a Ucrania, Putin explicitó claramente cuáles eran sus objetivos estratégicos mínimos. Dejando de lado la tonta retórica de la desnazificación y la desmilitarización de Ucrania, obviamente increíble palabrería justificatoria, lo que Putin pretendía era consolidar definitivamente su posición en las zonas prorusas de Ucrania antes de que ésta se metiese en la OTAN como resultaba evidente que iba a ocurrir, tras lo que el Donbass proruso ya nunca podría formar parte de Rusia. Y es que, para cualquiera con dos dedos de frente, lo que Putin siempre ha querido y ha dicho además explicíta y repetídamente querer es el Donbass y la conexión terrestre con Crimea, ya hoy una parte de Rusia. Por supuesto que esto suponía una nueva (o sea, otra) alteración de las fronteras en Europa tras la desmembración de la Unión Soviética, pero para Putin tal cosa no debiera haber supuesto problema geopolítico alguno pues se sentía con "derecho" a ello en estricta reciprocidad a los cambios en las fronteras que se sucedieron tras la guerra de Yugoslavia.
Y concretamente aquí hay que resaltar el peso en el marco decisicional estratégico de Rusia que ha tenido y tiene lo que ocurrió en Kosovo, en donde Occidente promovió el que los albanokosovares se independizaran de Serbia. Para Rusia tal situación era exactamente la misma que se daba en Crimea y el Donbass, y , en consecuencia, no veía ninguna razón para que la "solución" de Kosovo no se trasladase a esas zonas de Ucrania. La negativa reacción occidental ante la anexión de Crimea y el rechazo a la "autonomía" del Donbass, ha sido vista desde Rusia como una ausencia de reciprocidad geopolítica, y por ello como una increíble hipocresía por parte de Occidente. Ese ha sido quizás, el mayor error de Putin, el esperar la reciprocidad de Occidente, pues la decidida y enorme ayuda militar de Occidente a Ucrania obligó a Rusia a alterar sus planes desde el mismo momento de su invasión. Concretamente, le obligó a meterse en una guerra generalizada de posiciones.
Por supuesto, toda esa cháchara periodista de que los rusos quieren quedarse con toda Ucrania, y luego los estados bálticos, y Finlandia y Polonia y la República Checa y así hasta llegar a Extremadura y, ya puestos, hasta a Bollullos del Condado (Huelva), no es sino una sarta de majaderías y estupideces de "periodistas" dedicados a la "guerra de persuasión y de propaganda" que sólo cerebros ya marchitos como el del señor Borrell o el del señor Biden o alcoholizados como el del señor Boris Johnson pueden "pensar". No sólo es que Rusia no tenga la capacidad militar, económica y demográfica para meterse en semejantes aventuras, que obviamente no la tiene, sino que tampoco tiene la menor razón o motivación para quererse "quedar" con esos territorios. Pero, ¿por qué tendría Rusia el menor objetivo en conseguir más "terreno" si es el país más extenso del globo?, y dada su población, decir que le sobra terreno es quedarse cortísimo. ¿A qué perjudicadas cabeza pueden ocurrírseles semejante cúmulo de tonterías?
Pues bien, como desgraciadamente puede comprobarse diariamente en los medios de comunicación, hay bastantes "cabezas pensantes" que no tienen el menor freno en mostrar a los demás que debieran estar ingresados en un cotolengo. Rusia no necesita más territorio. Le sobra. Lo que sí necesita es población, capital y tecnología para desarrollar sus inmensas extensiones territoriales cada vez más "desarrollables" gracias al cambio climático, que a Rusia le viene al pelo. Y en vez de participar como socio principal en ese increíble negocio, a las "mentes pensantes" de Occidente no se les ha ocurrido otra cosa que "dejárselo" en su integridad a su claro y único rival estratégico: China. Lo dicho: un delirio bien fomentado entre los medios periodísticos y políticos por los potentes financieramente "lobbys" de los "complejos militar-indutriales" de los países occidentales.
Y esto ¿dónde nos conduce?. Pues a que, hoy por hoy, Putin habiendo ya conseguido sus objetivos territoriales estratégicos declarados, pues controla el territorio que quería controlar y en el que vive la gente que quería defender, está en una encrucijada. Está en na situación de espera. Dicho en términos de Teoría del Conflicto, Putin o Rusia ya está en su "punto de negociación o de conflicto". Es decir, la posición desde la que podría estar dispuesta a negociar las condiciones de una paz. Para que ese punto de negociación lo fuese efectivamente falta, obviamente, que los ucranianos lo aceptasen también como punto de partida de una negociación. Señales de esto ya las hay. Por ejemplo, el acuerdo para permitir que Ucrania venda cereal usando los puertos que le quedan en el mar Negro. Por todo esto, las "cosas" en Ucrania están ahora mismo, en la última semana y media, como paradas incluso en el terreno de lo estrictamente militar, en una suerte de "impasse", a la espera de por dónde se vaya a decantar Ucrania (o mejor, los países occidentales que la "teledirigen").
Si, como Serbia se vio obligada a hacer respecto a Kosovo, Ucrania se viese obligada a "aceptar" que el Donbass y Crimea formen parte de la Federación Rusa, la guerra acabaría y con ella podría empezar a desenmadejarse el gigantesco lío geopolítico, económico, demográfico y ecológico que el "problema ucraniano" ha causado. Pero si Ucrania no se ve obligada a aceptar esa "solución" y, bien armada por Occidente porfía, las cosas no pueden ir sino a peor mucho peor. Recuérdese que ya, ahora mismo, Crimea es Rusia y por lo tanto con arreglo a su doctrina nuclear, Rusia antes de perderla utilizaría su enorme arsenal atómico. Y nada falta para que el Donbass forme también parte de Rusia.
Pero para que esa eventualidad ocurriese, Rusia debería perder la guerra. ¿Es eso posible? Sí, sin duda. Pero es muy improbable. Aunque tal cosa parece que los opinadores y tertulianos la dan por hecha. En efecto, si algo me ha llamado la atención en estos meses es el desprecio generalizado en Occidente respecto a la capacidad operativa del ejército ruso. Desprecio curioso por parte de gentes en países que no han estado en ninguna guerra desde hace 70 años. Ese desprecio llega a ser sencillamente delirante cuando proviene de los Estados Unidos o de Gran Bretaña. Pero, ¿cómo pueden dar lecciones de eficiencia militar quienes no han ganado una sola guerra desde hace esos mismos años y han salido "por patas", ignominiosamente vencidos, de Vietnam, Somalia, Irak y Afganistán? Recuérdese que no hace ni un año que el potente ejercito yanqui se tuvo que largar de Afganistaś expulsado, no por un ejército regular bien entrenado y armado ( e "interoperativo" con los ejércitos-OTAN) como lo es el ucraniano, sino por unas turbas de desharrapados muyaidines talibanes. Pues bien, ese desprecio hacia el ejército ruso, cuando se lo creen, no hace sino dificultar las posibilidades de salida pacífica y abocar todavía más a un futuro en que Ucrania acabe perdiendo toda la costa que le queda aún en el Mar Negro, incluida Odesa. Es eso, ahora mismo, lo que parece estar en juego en el terreno militar. El hecho de que Serguei Labrov, el por Borrell odiado ministro de asuntos exteriores ruso por ponerle en ridículo hace tres años, ya haya advertido de que Rusia todavía no se ha puesto todo lo serio militarmente que se puede poner y que la "geografía" de las reivindicaciones territoriales es variable. Puede que esto sea una baladronada, parte de la "guerra de propaganda", pero dada la demostrada fiabilidad que hasta ahora han tenido los rusos en sus declaraciones de objetivos estratégicos, como he argüido antes, lo dicho por Labrov sí apunta a que, si se no empieza a negociar ya la paz, Rusia no se conformará con lo que ya tiene: Crimea y el Donbass, sino que ampliará sus objetivos territoriales (Odesa), y tras conseguirlos, Ucrania o más bien lo que quede de ella, sin acceso al mar estará condenada a la dependencia y la irrelevancia de todo tipo.
Y, entre tanto, y a consecuencia de la guerra de Ucrania, el cambio climático se acelera, la inflación se dispara, la recesión "is coming", la globalización no sólo se frena sino que se deshace, el nuevo "telón de acero" limita el acceso a minerales y materias primas básicas a multitud de países, la posición económica de la Unión Europea en la economía internacional se debilita, la extrema derecha sube posiciones, los "verdes" han perdido toda posible credibilidad política, la dependencia del petróleo y del gas de zonas tan inestables como el Oriente Medio crece, y Rusia, China e Irán fortalecen poco a poco sus interrelaciones, a la vez que el Sur Global se desentiende de las posiciones occidentales (ha sido simbólico y sintomático que en la reunión del Mercosur de la semana pasada no se le haya permitido soltar su tradicional y típico "speech" al cada vez más patético actor-presidente Zelensky, el invencible guerrero, siempre presto a enseñar biceps en camiseta de campaña).
Lo siento por todos aquellos que no han superado todavía la fase infantil del "¡No es justo!¡No es justo!" a la hora de entender lo que sucede en el mundo de los adultos, o sea, lo siento por tantos y tantos periodistas y políticos y todos aquellos que les hacen caso. Lo siento (Bueno: . La verdad es que no lo siento lo más mínimo. Decir que lo siento es pura "retórica"), pero en mi opinión Vladimir Putin será un malvado -cosa que no dudo-, pero ni ha engañado a nadie ni es un imbécil estratégico. Y no sólo eso, sino que la irracionalidad estratégica occidental frente a la racionalidad instrumental de sus comportamientos es, ahora mismo, un quebradero de cabeza global que pone en riesgo la seguridad militar, económica y ecológica del entero mundo y aboca a Occidente a una decadencia rápida e ineludible frente a su rival estratégico: China.
Veamos. Desde el mismo comienzo de su ataque a Ucrania, Putin explicitó claramente cuáles eran sus objetivos estratégicos mínimos. Dejando de lado la tonta retórica de la desnazificación y la desmilitarización de Ucrania, obviamente increíble palabrería justificatoria, lo que Putin pretendía era consolidar definitivamente su posición en las zonas prorusas de Ucrania antes de que ésta se metiese en la OTAN como resultaba evidente que iba a ocurrir, tras lo que el Donbass proruso ya nunca podría formar parte de Rusia. Y es que, para cualquiera con dos dedos de frente, lo que Putin siempre ha querido y ha dicho además explicíta y repetídamente querer es el Donbass y la conexión terrestre con Crimea, ya hoy una parte de Rusia. Por supuesto que esto suponía una nueva (o sea, otra) alteración de las fronteras en Europa tras la desmembración de la Unión Soviética, pero para Putin tal cosa no debiera haber supuesto problema geopolítico alguno pues se sentía con "derecho" a ello en estricta reciprocidad a los cambios en las fronteras que se sucedieron tras la guerra de Yugoslavia.
Y concretamente aquí hay que resaltar el peso en el marco decisicional estratégico de Rusia que ha tenido y tiene lo que ocurrió en Kosovo, en donde Occidente promovió el que los albanokosovares se independizaran de Serbia. Para Rusia tal situación era exactamente la misma que se daba en Crimea y el Donbass, y , en consecuencia, no veía ninguna razón para que la "solución" de Kosovo no se trasladase a esas zonas de Ucrania. La negativa reacción occidental ante la anexión de Crimea y el rechazo a la "autonomía" del Donbass, ha sido vista desde Rusia como una ausencia de reciprocidad geopolítica, y por ello como una increíble hipocresía por parte de Occidente. Ese ha sido quizás, el mayor error de Putin, el esperar la reciprocidad de Occidente, pues la decidida y enorme ayuda militar de Occidente a Ucrania obligó a Rusia a alterar sus planes desde el mismo momento de su invasión. Concretamente, le obligó a meterse en una guerra generalizada de posiciones.
Por supuesto, toda esa cháchara periodista de que los rusos quieren quedarse con toda Ucrania, y luego los estados bálticos, y Finlandia y Polonia y la República Checa y así hasta llegar a Extremadura y, ya puestos, hasta a Bollullos del Condado (Huelva), no es sino una sarta de majaderías y estupideces de "periodistas" dedicados a la "guerra de persuasión y de propaganda" que sólo cerebros ya marchitos como el del señor Borrell o el del señor Biden o alcoholizados como el del señor Boris Johnson pueden "pensar". No sólo es que Rusia no tenga la capacidad militar, económica y demográfica para meterse en semejantes aventuras, que obviamente no la tiene, sino que tampoco tiene la menor razón o motivación para quererse "quedar" con esos territorios. Pero, ¿por qué tendría Rusia el menor objetivo en conseguir más "terreno" si es el país más extenso del globo?, y dada su población, decir que le sobra terreno es quedarse cortísimo. ¿A qué perjudicadas cabeza pueden ocurrírseles semejante cúmulo de tonterías?
Pues bien, como desgraciadamente puede comprobarse diariamente en los medios de comunicación, hay bastantes "cabezas pensantes" que no tienen el menor freno en mostrar a los demás que debieran estar ingresados en un cotolengo. Rusia no necesita más territorio. Le sobra. Lo que sí necesita es población, capital y tecnología para desarrollar sus inmensas extensiones territoriales cada vez más "desarrollables" gracias al cambio climático, que a Rusia le viene al pelo. Y en vez de participar como socio principal en ese increíble negocio, a las "mentes pensantes" de Occidente no se les ha ocurrido otra cosa que "dejárselo" en su integridad a su claro y único rival estratégico: China. Lo dicho: un delirio bien fomentado entre los medios periodísticos y políticos por los potentes financieramente "lobbys" de los "complejos militar-indutriales" de los países occidentales.
Y esto ¿dónde nos conduce?. Pues a que, hoy por hoy, Putin habiendo ya conseguido sus objetivos territoriales estratégicos declarados, pues controla el territorio que quería controlar y en el que vive la gente que quería defender, está en una encrucijada. Está en na situación de espera. Dicho en términos de Teoría del Conflicto, Putin o Rusia ya está en su "punto de negociación o de conflicto". Es decir, la posición desde la que podría estar dispuesta a negociar las condiciones de una paz. Para que ese punto de negociación lo fuese efectivamente falta, obviamente, que los ucranianos lo aceptasen también como punto de partida de una negociación. Señales de esto ya las hay. Por ejemplo, el acuerdo para permitir que Ucrania venda cereal usando los puertos que le quedan en el mar Negro. Por todo esto, las "cosas" en Ucrania están ahora mismo, en la última semana y media, como paradas incluso en el terreno de lo estrictamente militar, en una suerte de "impasse", a la espera de por dónde se vaya a decantar Ucrania (o mejor, los países occidentales que la "teledirigen").
Si, como Serbia se vio obligada a hacer respecto a Kosovo, Ucrania se viese obligada a "aceptar" que el Donbass y Crimea formen parte de la Federación Rusa, la guerra acabaría y con ella podría empezar a desenmadejarse el gigantesco lío geopolítico, económico, demográfico y ecológico que el "problema ucraniano" ha causado. Pero si Ucrania no se ve obligada a aceptar esa "solución" y, bien armada por Occidente porfía, las cosas no pueden ir sino a peor mucho peor. Recuérdese que ya, ahora mismo, Crimea es Rusia y por lo tanto con arreglo a su doctrina nuclear, Rusia antes de perderla utilizaría su enorme arsenal atómico. Y nada falta para que el Donbass forme también parte de Rusia.
Pero para que esa eventualidad ocurriese, Rusia debería perder la guerra. ¿Es eso posible? Sí, sin duda. Pero es muy improbable. Aunque tal cosa parece que los opinadores y tertulianos la dan por hecha. En efecto, si algo me ha llamado la atención en estos meses es el desprecio generalizado en Occidente respecto a la capacidad operativa del ejército ruso. Desprecio curioso por parte de gentes en países que no han estado en ninguna guerra desde hace 70 años. Ese desprecio llega a ser sencillamente delirante cuando proviene de los Estados Unidos o de Gran Bretaña. Pero, ¿cómo pueden dar lecciones de eficiencia militar quienes no han ganado una sola guerra desde hace esos mismos años y han salido "por patas", ignominiosamente vencidos, de Vietnam, Somalia, Irak y Afganistán? Recuérdese que no hace ni un año que el potente ejercito yanqui se tuvo que largar de Afganistaś expulsado, no por un ejército regular bien entrenado y armado ( e "interoperativo" con los ejércitos-OTAN) como lo es el ucraniano, sino por unas turbas de desharrapados muyaidines talibanes. Pues bien, ese desprecio hacia el ejército ruso, cuando se lo creen, no hace sino dificultar las posibilidades de salida pacífica y abocar todavía más a un futuro en que Ucrania acabe perdiendo toda la costa que le queda aún en el Mar Negro, incluida Odesa. Es eso, ahora mismo, lo que parece estar en juego en el terreno militar. El hecho de que Serguei Labrov, el por Borrell odiado ministro de asuntos exteriores ruso por ponerle en ridículo hace tres años, ya haya advertido de que Rusia todavía no se ha puesto todo lo serio militarmente que se puede poner y que la "geografía" de las reivindicaciones territoriales es variable. Puede que esto sea una baladronada, parte de la "guerra de propaganda", pero dada la demostrada fiabilidad que hasta ahora han tenido los rusos en sus declaraciones de objetivos estratégicos, como he argüido antes, lo dicho por Labrov sí apunta a que, si se no empieza a negociar ya la paz, Rusia no se conformará con lo que ya tiene: Crimea y el Donbass, sino que ampliará sus objetivos territoriales (Odesa), y tras conseguirlos, Ucrania o más bien lo que quede de ella, sin acceso al mar estará condenada a la dependencia y la irrelevancia de todo tipo.
Y, entre tanto, y a consecuencia de la guerra de Ucrania, el cambio climático se acelera, la inflación se dispara, la recesión "is coming", la globalización no sólo se frena sino que se deshace, el nuevo "telón de acero" limita el acceso a minerales y materias primas básicas a multitud de países, la posición económica de la Unión Europea en la economía internacional se debilita, la extrema derecha sube posiciones, los "verdes" han perdido toda posible credibilidad política, la dependencia del petróleo y del gas de zonas tan inestables como el Oriente Medio crece, y Rusia, China e Irán fortalecen poco a poco sus interrelaciones, a la vez que el Sur Global se desentiende de las posiciones occidentales (ha sido simbólico y sintomático que en la reunión del Mercosur de la semana pasada no se le haya permitido soltar su tradicional y típico "speech" al cada vez más patético actor-presidente Zelensky, el invencible guerrero, siempre presto a enseñar biceps en camiseta de campaña).