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Prolegómenos a la "guerra del cerdo" (un pequeño homenaje a Adolfo Bioy Casares)

Hace años leí una inquietante novela de Adolfo Bioy Casares titulada "Diario de la Guerra del Cerdo". En ella, Bioy imaginaba una situación en que los jóvenes empezaban a matar a los viejos ya sea por odio a la decadencia de la vejez y al consiguiente recordatorio de su futura decrepitud que su presencia les suponía, ya sea por la democrática dictadura generacional que la cada vez mayor presencia de los viejos trae consigo.

 

Pues bien, frente a lo que podría parecer, y si bien los jóvenes son por lo general tratados por Bioy en su novela como "descerebrados", tampoco los viejos -los cerdos- salen muy bien parados, que se diga, y así aparecen como egoístas y aprovechados cuando no acosadores. Bioy parece suponer que las "guerras del cerdo" las acabarán ganando los jóvenes, pues son -obviamente- los más fuertes físicamente. 

 

Pero, ¿es eso razonable? ¿Son los jóvenes los que llevan las de ganar? No está claro, pues eso, obviamente, depende del tipo de guerra que se esté disputando entre "cerdos" y jóvenes. Si es una guerra "tradicional", violenta en el sentido militar de la palabra, sí es posible que los "viejos" pierdan  las sucesivas "guerras del cerdo" a las que se enfrenten con los jóvenes (aunque no sería nada de extrañar que no ocurriese así ni en ese tipo de conflictos. Eso es lo que no es infrecuente  que suceda en este tipo de guerras, llamadas "asimétricas", que las suelen ganar los débiles muchas más veces de lo previsible), siempre y cuando -por otro lado- los viejos no puedan "comprar" o alquilar a jóvenes y aguerridos mercenarios que los protejan del resto de jóvenes.

 

Y es que, si bien es cierto que los conflictos entre jóvenes y "cerdos" en la novela de Bioy son físicamente violentos, y en ellos siempre sale malparado o destrozado algún viejo, su causa eficiente, su porqué, es de tipo político y económico. Bioy, en un momento, lo expresa con claridad meridiana:

"La juventud es presa de desesperación –repitió Faber–. En un futuro próximo, si el régimen democrático se mantiene, el hombre viejo es el amo. Por simple matemática, entiéndanme. Mayoría de votos. ¿Qué nos enseña la estadística, vamos a ver? Que la muerte hoy no llega a los cincuenta sino a los ochenta años, y que mañana vendrá a los cien. Perfectamente. (…) Se acabó la dictadura del proletariado, para dar paso a la dictadura de los viejos".

 

Por supuesto la situación novelesca que plantea Bioy, hoy por hoy, es sólo eso: una ficción novelesca, si bien autores "serios" como Francis Fukuyama (véase, El fin del hombre. Consecuencias de la revolución biotecnológica) prevén que los avances médicos que extienden la esperanza de vida a cada vez más cohortes poblacionales, en un futuro quizás no demasiado lejano plantearán situaciones muy conflictivas entre viejos y jóvenes, o sea, las situaciones que pueden dar origen a unas "guerras del cerdo".

 

Pero hoy, repito eso es ficción. Ahora bien, si miramos la realidad actual con esos ojos futuros, si nos servimos de la ficción novelesca de Bioy para ver el presente real, entonces ¿qué podríamos decir?. Pues que, aunque sea de modo larvado ya hay en marcha una "pseudoguerra del cerdo", y que  la idea de Bioy de que la "guerra del cerdo" la ganan los jóvenes por ser los más fuertes dista de ser acertada, puesto que la actual "guerra -o mejor- pseudoguerra del cerdo"  no es una guerra militar sino una guerra económica en que todos los datos apuntan a que quienes van perdiendo son precisamente los físicamente "fuertes", los jóvenes, pues son los débiles económicamente hablando.

 

Y para verlo, merece la pena, tirando del hilo de la propia cita de Bioy, que da la pista,  nos pongamos a hacer una interpretación en jerga casi marxista del entero asunto de la "guerra del cerdo". Se trata de verla como una guerra o lucha de clases (cosa que si estuviera vivo a Bioy le pondría de los nervios. A él, todo un porteño conservador, ¡tildarle de marxista! ¡Acabáramos!). Y, por supuesto, y desde el punto de vista de los jóvenes, su lucha, como clase demográfica explotada, habría que tildarla entonces como lucha revolucionaria o lucha de liberación contra los viejos, la clase demográfica opresora y explotadora.

 

En efecto, cuando Bioy habla de la "dictadura de los viejos" en lugar de la "dictadura del proletariado" , está dando a entender que las "guerras del cerdo" serían similares a las "luchas de clases", el motor de la historia para el pensamiento marxista, sólo que en vez de enfrentar a la clase trabajadora con la clase de los propietarios del capital, enfrentaría a las clases de los trabajadores y capitalistas  activos (o sea, en edad de trabajar y fundar empresas) con las llamadas administrativamente, "clases pasivas", los viejos rentistas y jubilados.

 

Pues bien, los datos parecen confirmar que en las últimas décadas, la riqueza y las rentas/ingresos de las "clases" o cohortes de la población de los mayores de 65 años han crecido de modo continuo. Sólo en EE,UU. por ejemplo, los viejos son dueños del 80% de los activos. Y de la propiedad de esos activos, tanto reales (viviendas, por ejemplo) como financieros (bonos y acciones), los viejos derivan sustanciosas rentas. Y lo mismo sucede en otros países como España.

 

Pero no sólo el componente de las rentas de la propiedad en los ingresos de los viejos ha crecido, sino que también lo han hecho las jubilaciones, que  han estado protegidas de las variaciones de precios y de las crisis económicas, por lo que los "viejos" han sorteado sin problema, por ejemplo, la inestabilidades y transformaciones (globalización, revolución tecnológica,..) de los últimos años que han causado y siguen causando auténticos  estragos sobre la mayoría de la población activa (los trabajadores y pequeños empresarios) cuyo futuro como tales está asolado por la incertidumbre.  Curioso tipo de capitalismo éste en que hasta los capitalistas están en problemas. Puestos a ponerle una denominación se habla a veces de "capitalismo rentista" o "capitalismo patrimonial", para subrayar el hecho de que quienes  se benefician de él no son ni los que lo trabajan ni los que lo dirigen, sino los que viven de las rentas.

 

Y no sólo esa ingente cantidad de recursos va a los inactivos, sino que también hay que contar con que son ellos quienes consumen la mayoría de los recursos públicos que se destinan a la sanidad. Y si a ello se le suma la miríada de pequeñas prebendas que van desde la casi gratuidad que para ellos tienen los transportes públicos, las vacaciones, los polideportivos municipales, los escenarios teatrales públicos y privados y un sinfín más de bonos, descuentos y ayudas, el resultado final es que la "clase" demográfica de los viejos es una clase económicamente privilegiada a expensas de las clases trabajadoras y -me atrevo a repetir de nuevo- también de las capitalistas, o sea, a expensas de las clases económicamente activas. (He tratado de esta "clase" de los jubilados en otra entrada:https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4398423-demencia-politica-senil-comportamiento-tercera-edad-como-nueva-clase-ociosa  ).Y, por otro lado, su -llamémosla-  "voracidad", si se atiende a las constantes manifestaciones callejeras de jubilados que jamás se cortan en pedir más cuando el conjunto  de los trabajadores las está pasando mal, es proverbial.

 

(Nota obvia: Estoy hablando de los viejos como si fuesen un colectivo homogéneo económicamente. No lo es. Por lo que se sabe, la desigualdad entre ellos tanto en la distribución de la riqueza como la de los ingresos es mayor que para la población en general. Pero para no alargar demasiado esta entrada, no discutiré este extremo y seguiré tratando a la "clase" de los viejos como una unidad)

 

Podría incluso definirse una suerte de tasa de explotación o de plusvalía, la tasa que en la economía marxista refleja el grado de explotación que sufre el trabajador como cociente entre el valor que aporta a la empresa en forma de beneficio (el plusvalor que realiza para ella o trabajo no pagado) y el salario que cobra. Pues bien, en el caso de los jubilados podría indagarse por una semejante tasa de explotación intergeneracional. En su denominador estaría la cuantía de sus aportaciones al sistema de la seguridad social cualificado por los precios en el momento en que las hizo y la renta per capta media del momento. Y en el numerador aparecerían las cuantías de las transferencias obtenidas.

 

Obviamente, al principio de su periodo como jubilado esa tasa de explotación intergeneracional sería para cualquier pensionista menor que la unidad (o sea, que si se muriese en ese periodo, no habría podido recuperar un valor equivalente a lo que habría aportado en vida), pero pronto, al pasar de los años, llegaría un momento en que esa tasa sería de uno, y luego mayor que uno, momento a partir del cual el jubilado -objetivamente- se habría convertido en un "explotador" de la clase de los jóvenes activos. 

 

La pregunta  es la de porqué las clases demográficamente jóvenes toleran semejante explotación. Se arguye a este respecto que los jubilados suelen usar más del mecanismo del voto que los jóvenes, por lo que su creciente peso demográfico (consecuencia de la reducción del tamaño de las familias así como la mayor eficacia de los cuidados médicos) les ha dado una mayor capacidad de influir en la política.

 

Dicho con otras palabras, los viejos son un grupo de presión político y económico al que ningún partido político osaría echarle un pulso. Ni siquiera, en nuestro país, se atreven contra ellos ni el PSOE ni PODEMOS, cuyo porcentaje de votantes entre los viejos es mínimo pues es de sobra conocido que los viejos son mayoritariamente ultraconservadores cuando no "fachas" o incluso, fascistas sin remilgos.

 

Cierto. El anterior es sin duda un argumento de peso y convincente, pero creo que se queda corto.  Se queda corto porque por ningún lado se ve esa lucha revolucionaria de jóvenes contra viejos que aspire a derrocar la dictadura de los viejos, como narra Bioy. No hay por ningún lugar "guerras del cerdo" .

 

Y ¿por qué no? Se me ocurre una sencilla razón,cual es la de que los jóvenes aceptan ser explotados porque aspiran a luego ser ellos los explotadores. Es decir, para poder cuando sean ellos los viejos perpetuar la cadena de la explotación intergeneracional, y beneficiarse de ella. Pero, claro, eso pasa porque el actual sistema de reparto del actual esquema de pensiones se mantenga en el futuro y con las mismas condiciones que en el presente. Lo cual, por cierto, es algo más que improbable y mucho más si los viejos siguen votando mayoritariamente a partidos como VOX o incluso el PP, que no tienen el menor interés en mantener el actual sistema y abogan por la sustitución, en la práctica, del sistema público de pensiones por un sistema privado de capitalización. 

 

Que esta es la situación lo estamos comprobando en estos tiempos. La actual pandemia se está cebando con la población vieja o muy vieja, pero no será porque no se este haciendo nada. En efecto, dado que la población que sufre directa y gravemente la enfermedad tiene en su gran mayoría más de 65 años, ello significa que la padece la población que está fuera del mercado de trabajo, por lo que nada o muy poco hubiera pasado en términos económicos si las sociedades hubiesen dejado al coronavirus campar por sus respetos. Poco, si algo, hubiera caído el PIB, y, por contra, las cuentas públicas habrían mejorado a tenor de la caída en lo que he denominado tasa de explotación intergeneracional más arriba asociada a la mayor mortandad entre los jubilados. Eso hubiera ocurrido si estuviésemos en una "guerra del cerdo" de libro, o sea, semejante a la que narra Bioy Casares en su obra.

 

El que, por contra, sociedades como la nuestra hayan decidido aceptar el marasmo económico que está suponiendo la política sanitaria anti-COVID (caída brutal en el PIB de más del 11%, aumento de las cifras del desempleo, déficit público de más de un 10% y niveles de deuda pública sobre el PIB cercanos al 120%), cuya corrección exigirá grandes penalidades que -una vez más- recaerán sobre las clases demográficamente activas y por ello, jóvenes, manifiesta a las claras que la fuerza política la tienen los viejos. O sea, y dicho de otra manera, que somos los viejos los que estamos "pasando a degüello (económico)" a los jóvenes en la actual "guerra económica del cerdo".

 

¿O no?

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  1. en respuesta a Fernando esteve
    -
    #5
    11/10/20 11:09
    Buenos días, en términos económicos, ¿no sería más eficiente combatir la pandemia mediante  la asociación?. Que todos los paises pusieran a disposición de la humanidad una colaboración sin cortapisas, abriendo los canales de información y productivos, pienso que sería lo más deseable.

    El caso es que no es así, bajo el prisma marxista, de dice por activa y por pasiva que el modelo está finiquitado, pero seguimos atribuyendo la esperanza mundial a los mercados. Estamos pendientes de los logros de las empresas farmacéuticas, que se nutren en muchos casos de las investigaciones estatales. Las noticias vienen por los contratos de los paises con estas empresas, agarrandonos al sistema como a un clavo ardiendo.

    Lo cierto, en mi opinión, que una colaboración mundial, a nivel estatal,  tendría más utilidades en un plazo menor de tiempo, pero eso nos haría reflexionar, y enfrentarnos a ciertas hipótesis que en definitiva dejarían en evidencia algo que algunos, desde hace tiempo, estamos convencidos, el actual modelo económico y por consecuencia, el político muestran continuamente lo obsoleto del sistema actual.

    Un ejemplo evidente:
    La FAO, en 2017 dice que producimos alimentos para un total de 12.000 millones de personas, a 2.700 kcal, por persona.
    Actualmente rondamos algo más de 7.000 millones de personas.
    Actualmente existe más de 800 millones de personas en extrema pobreza.
    Yo creo que no requiere de mucha reflexión.

    Un saludo y cuidese.


  2. en respuesta a Javi Moya
    -
    #4
    11/10/20 09:59
    Cierto, Ojalá. El futuro no está escrito..pero las cosas no pintan nada bien: cambio climático, desempleo tecnológico, crisis geopolíticas, migraciones masivas, auge de movimientos extremistas de corte fascista, etc., etc. No no se sabe la letra de la canción del futuro, pero la música suena a requiem, ¿no? Y cuando las cosas van mal, suele haber dos respuestas sociales: una, la solidaridad, el unirse para afrontar el problema común. La otra, el salvajismo, cada cual en busca de su solución particular cueste lo que cueste a los demás. 
  3. en respuesta a Fernando Labaig
    -
    #3
    11/10/20 09:53
    Sin lugar a dudas, la muerte por coronvirus de alguien cercano emocionalmente es un dolor. Pero, ¿lo es en la misma medida la desconocida víctima 32534? ¿o la 27456? El problema de la mortalidad de la pandemia tiene AMBOS  componentes, y de lo que tampoco puede caber duda es que la reacción desde la política al problema no de un individuo sino del conjunto supone unos increíblemente elevados costes económicos (y de otro tipo: por ejemplo, sanitarios, pues la mortalidad por otras causas -cancer, por ejemplo- crece por estar dedicando la mayor parte de recursos sanitarios a la Covid-19) que recaen y recaerán asimétricamente sobre una parte de la población: los jóvenes. En 10 años, dos crisis: la financiera de 2010 y esta, la de la COVID se habrán cebado sobre ellos. Y las reacciones no se harán esperar y serán más de lo mismo: nacionalismo radical y fascismo, pues esa asimetría en el reparto de costes no se convierte en lucha de clases demográfica, en una "guerra del cerdo", como sostengo en el texto.  
  4. #2
    10/10/20 14:54
    La comparación de la lucha de clases con la lucha generacional tiene el sesgo ideológico del homo economicus, como si sólo contara el egoísmo y el cálculo racional. Podríamos extender ese razonamiento a la lucha entre enfermos y sanos ya que los primeros son beneficiarios netos de la Seguridad Social, otro tanto podríamos decir de los parados y los receptores de el Ingreso Mínimo Vital frente a los trabajadores. La idea de que sólo cuenta el dinero que se pone y los servicios que se reciben no se corresponde con la realidad. Los jóvenes no están pensando que el día de mañana serán explotadores de sus hijos, más bien piensan que, por el camino que vamos, no van a recibir nada. Una gran parte de los jóvenes y de los mismos políticos han tenido una reacción emocional ante la muerte que puede conducir a decisiones más o menos acertadas, pero eso es una cuestión diferente. No creo que a quien se le ha muerto un padre o un amigo esté pensando en los términos propuestos por esa lucha entre generaciones. Por otra parte, la solución de encerrar a los ancianos y sacar al campo de batalla a los jóvenes a cuerpo descubierto tampoco creo que sea fácil, ni muy eficaz. Los ancianos, como se ha visto, son más temerosos y se han protegido, lo que no ha evitado su contagio, especialmente entre las familias sin recursos y con casa pequeñas en las que conviven con jóvenes. El contingente de turistas mayores en nuestro país no es pequeño. El más que posible colapso de la sanidad no afectaría sólo a los pacientes de Covid, también a todas las otras enfermedades. Excepto China todos los modelos de éxito se están viniendo abajo, Alemania, Chequia, hasta hace unos días Nueva York. Los que decidieron el modelo de no hacer nada o se han arrepentido o sus economías también se están resintiendo. En fin, no veo que las soluciones estén muy claras. 
  5. #1
    09/10/20 08:31
    Inquietante, y a la vez muy Interesante. La sociedad ha cambiado en su relación más primigenia, se ha abandonado las relaciones de familia, por la adaptabilidad a seres productivos y consumidores.
    Es lógico pensar que todo tiene un coste, y que la causalidad forma parte de las dinámicas de la acción humana.
    Se pone en evidencia otra anomalía generada por el diseño del sistema.
    El núcleo familiar gestado entre relaciones de amor, generosidad, empatía y confianza, está muy gravemente herido, el dejar nuestra humanidad para formar parte de un engranaje de productores y consumidores, nos lleva a argumentos standarizados, en los cuales, ya no criamos a nuestro hijos y tampoco atendemos a nuestros mayores, nuestra única voluntad es ser admitido y reconocido como un buen engranaje, atender a nuestras necesidades materiales, descuidando las humanas y espirituales, y en definitiva repudiar nuestra propia naturaleza humana.
    ¿Qué nos deparará el futuro?, Sí nos mostramos hábiles, inteligentes y con sentido común, quiero pensar que un futuro bastante mejor del que su libro nos cuenta.
    Un saludo y cuídese.