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  EL PODER DEL DOLAR

                                          FERNANDO ESTEVE MORA           

 

Una de las cosas que más gracia me hacen de mis admirados colegas, los economistas puros (yo, aunque trabaje en la "academia", no lo soy según sus estándares de "calidad" científica), es su virginal candor, su pudor rayano en pudibundez. Me recuerdan a esas viejas damas de las novelas victorianas incapaces de llamar por su real nombre a sus "posaderas" aunque cada vez que se sientan, bien que se asientan sobre ellas. Que a qué me estoy refiriendo, pues al poder.

               Es de muy mal gusto decir esa palabra en los "puros" ambientes académicos. Y sirva esto como aviso para cualquiera que aspire a ser invitado a cualquiera de los cortesanos bailes académicos (congresos, publicaciones, oposiciones, etc.) , pues ya se sabe que nada es más importante en esos saraos que cuidar el lenguaje. Decir "esa impronunciable palabra"  equivale a significarse como un patán. Suena horriblemente mal en un mundo donde todos los que en él son "alguien", comparten el mismo lenguaje y la misma fe en  que los mercados son anónimos y reparten sus premios y castigos como si fuesen guiados por una mano invisible, oséase divina e impersonal, nada pues manejable o manipulable por torpes, barriobajeras y humanas motivaciones como el poder. Para comprobar lo que digo, por si alguien no me cree,  hay una "prueba del algodón" muy sencilla. Váyase a la edición de 1987 del  New Palgrave Dictionnary of Economics, con certeza la Biblia de la Economía, el código de las buenas maneras para cualquier economista académico que se preste, búsquese la entrada Power ...y no la hallará(la nueva edición electrónica recién aparecida incorpora por fin una breve entrada dedicada al poder a cargo de  Samuel Bowles) , ni tampoco otra para ese comportamiento en que el poder se plasma o con el que amenaza: la violencia tampoco forma parte de la economía académica. Cierto si se recorren sus más de 4000 páginas en menuda letra, de vez en cuando aparece el poder pero siempre limitado, adjetivado. Por ejemplo, como poder de monopolio. Y aunque no es pequeño el poder de que disfruta un monopolio, tampoco -seamos sinceros- es que sea un tan gran poder pues por no poder no puede obligar a los consumidores a comprarle.

               Viene todo esto al caso a comentar algo que está pasando y que parece que no tiene una convincente y clara explicación teóricamente pura. Como ya es bien sabido,  esta crisis financiera que estamos viviendo  tiene su epicentro geográfico en Wall Street. Allí se coció la burbuja especulativa que ahora ha estallado. Pues bien, a diferencia de lo que ha sucedido y tendría que suceder en una situación así, el dolar no sólo no se deprecia sino que se revaloriza. Y esto es poco justificable. Puestos a dar aquí una explicación, voy a exponer aquí una que suena muy mal, pues acaba haciendo uso de esa palabra impronunciable. Pero ¡qué se le va a hacer! Así es como yo lo veo.

                El caso es que en la financiación de esta burbuja (y en la de la anterior, la de las empresas puntocom, y en la de la anterior la que estalló en octubre de 1987)  ha jugado un papel claro la financiación exterior de la economía norteamericana. No sería nada extraño pues los EE.UU. llevan recurriendo van ya para treinta años al exterior para financiar su déficit comercial. Y es que tengo para mí que detrás de la burbuja creada por los bancos de inversión y demás entidades del sistema financiero norteamericano no hay sino la necesidad que estos intermediarios financieros tenían de "crear" aun de la nada "algo", o sea  "títulos" para satisfacer la demanda de "lugares", de "activos líquidos", donde  "colocar" sus dólares de los poseedores de dólares del mundo, los cuales obviamente no encontraban nada mejor o nada más barato que colocarlos en activos nominados precisamente en dólares. Ahora, lo que ha pasado es que se ha descubierto que detrás de buena parte de esos títulos emitidos por los intermediarios financieros de Wall Street que todos han comptrado (incluyendo los bancos europeos ahora en problemas) o había nada o había muy poco. En eso consistía la ingeniería financiera: en crear nuevos activos líquidos de nombres deslumbrantes cuyo valor no era otro que la creencia en que valían algo pues, detrás de ellos, o bien estaban hipotecas sobrevaluads o simplemente nada. Pero no importaba en estos años poues la demanda de títulos, de "colocación" por parte de los tenedores de dólares era aparentemente inextinguible...y lo más curioso parece ser que lo sigue siendo.

               La cuestión es que la masa de dólares en el mundo no ha parado de crecer en los últimos treinta años, y ello por la sola razón de que el déficit comercial norteamericano no se ha corregido en más de treinta años (con la sola excepción de 1992) . Y la cuestión se reformula en  la de porqué ese déficit no se ha corregido en estos largos treinta años por los procedimientos habituales que rigen en los mercados exteriores. Hay varias respuestas, pero la que a mí más me satisface intelectualmente es una apuntada por el General Charles de Gaulle allá por mil novecientos sesentaytantos. Dijo De Gaulle que los norteamericanos gozaban en asuntos de comercio internacional de un privilegio excesivo, cual era que podían pagar sus importaciones no con exportaciones de otros bienes u oro, sino con billetes impresos en la imprenta de la Reserva Federal que poco costaba producir o con títulos emitidos (bonos u acciones) emitidas por empresas y el estado norteamericano nominados también en billetes de dolar, impresos al cabo por la imprenta de la Reserva Federal. Para el resto de países hacer frente a sus obligaciones cuando las importaciones superaban a las exportaciones era un asunto mucho más duro: no quedaba otro remedio que devaluar la propia moneda y/o disminuir los precios de los productos de exportacion (para lo que debían caer los salarios u otras rentas de los ciudadanos de ese país). ¿Y entonces¿ ¿Por qué los norteamericanos gozaban de ese "privilegio excesivo"? Pues sólo cabe una respuesta: porque tenían  poder.

              Que tenían el poder económico tras la II Guerra Mundial estaba claro, a su aparato productivo la guerra no sólo no le afectó negativamente sino todo lo contrario. Ese poder económico justificaría el valor del dolar como moneda de pago internacional. Pero ese poder económico ha ido debilitándose en el curso del tiempo conforme la economías europeas y asiáticas se han desarrollado. Y, sin embargo, el dólar, con sus altibajos, ha seguido manteniéndose valorado al margen del deterioro de las cuentas externas de los EE.UU.

               Y es que un dinero con pleno contenido no sólo ha de cumplir la propiedad de ser un medio de cambio, ha de ser unidad de cuenta, y sobre todo depósito de valor, garantía de que su propietario podrá convertir en el futuro los billetes de que dispone en bienes. Por ello, detrás del dinero siempre está un Estado, esa institución que, en definición de Max Weber, tiene el derecho al monopolio en el uso legítimo de la violencia. Sólo la capacidad del Estado para ejercer la violencia puede garantizar a sus poseedores que unos "papelitos" valen, es decir, que el resto de los ciudadanos han de aceptarlos quieran o no como pago de las deudas o de la entrega de bienes. Por ello, cuando un Estado se desmorona políticamente (p.ej., cuando cayó el imperio ruso en 1917, cuando el general Franco traicionó a a la II República Española) o económicamente (ya Lenin señaló que la inflación es una señal de que un estado es débil), el dinero de ese Estado pierde su valor.    

               No hay un Estado mundial o una autoridad mundial que emita un dinero de uso general en las relaciones económicas internacionales. El Plan Keynes en Bretton Woods fue vencido por el Plan White que presentó la delegación norteamericana que convertía el dolar en la moneda de reserva internacional. Y la razón está clara:  para que la moneda de un país sea una moneda de reserva a nivel internacional, una divisa usada por cualquier comerciante de cualquier país, no  es condición suficiente con  que su economía sea importante. Si lo es, qué duda cabe que su moneda podrá ser usada como medio de cambio, pero para que sea usada como depósito de valor a nivel internacional el país no ha de ser sólo poderoso económicamente también lo ha de ser políticamente, lo que en asuntos internacionales y en el largo plazo quiere decir que el país ha de ser militarmente poderoso, o poderoso sin más.  Y, claro, si la moneda de un país se demanda no sólo para comprarle bienes y servicios sino como reserva para el futuro ello quiere decir que ese país goza de un privilegio especial por el sencillo hecho de ser poderoso, pues el mecanismo para satisfacer esa demanda adicional de su de su  moneda para reserva, como depósito de valor, consiste simplemente en exportar menos que lo que importa y pagar el déficit con su papel moneda. Siempre que siga siendo un estado poderoso esos "papeles" serán bien aceptados. Tal ha sido la forma de proceder de los EE.UU. en las últimas décadas. Y mientras siga siendo el estado más poderoso del planeta nada le impedirá seguir comportándose de la misma manera. Y el dólar seguirá por ello siendo moneda refugio, moneda de reserva.  Ése es el poder del dólar que detrás de él está el Poder, la fuente última de su valor. Y más aún en los momentos en que la situación económica o política internacional aparezca insegura o revuelta, como ahora mismo, porque como decía San Ignacio, en tiempos de turbación, mejor no hacer mudanza. 

 

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