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Una de las cosas que personalmente más me ha apenado en el desenvolvimiento del procés soberanista catalán ha sido el comportamiento de los líderes de Podemos, y, por concretar más, el de su "amado líder", don Pablo Iglesias, y su "portagritos", doña Irene Montero. Sinceramente esperaba más inteligencia política en los dos. La suficiente al menos para no dejarse "pringar" en un más que claro asunto de la "casta" de Cataluña, como es en el fondo el "procés". Pero, a lo que parece, la vanidad, el deseo de "figurar",  de ser "salsa en todos los guisos" les ha podido. LLegando al extremo de postularse, cuando ya les dejaron claro que para nada contaban, como mediadores junto con la Iglesia Católica (!). Y eso fue lo que definitavemente me hizo pensar que don Pablo Iglesias es un fake (un bluff, un fraude), como ahora se dice. Pero -me dije- ¿cómo el señor Iglesias, tan politólogo él,  puede  hacer semejante propuesta? ¿Cómo no puede darse cuenta que la Iglesia Católica ha sido y es en nuestro desventurado país la institución politicamente pirómana desde hace siglos? A explicar este punto de vista se dedica esta entrada.

 

Empecemos, La Iglesia Católica, despojada de todos sus oropeles y artimañas, es en estricto sentido económico una empresa multinacional que opera prácticamente en todos los países del mundo, aunque con diferente grado de penetración o de "cuota de mercado", y cuya central o sede social está radicada en un pequeño país llamado Ciudad del Vaticano. Una "ciudad-estado", al que controla totalmente. Ese estado está al margen de la inmensa mayoría de acuerdos y convenciones que guían las relaciones internacionales entre el resto de países. No sé si tiene firmada la Declaración de los Derechos Humanos, pero la tenga o no, no le hace el menor caso. Así, dentro de sus fronteras, no se respeta ni la libertad de credos, ni la de opiniones y asociaciones políticas ni la de prensa ni de reunión. El estado vaticano no es democrático y discrimina sistemáticamente a las mujeres y a los homosexuales mucho más, por ejemplo, que cualquier sociedad islámica. 

 

Como toda otra empresa multinacional, la relación de la Iglesia Católica con los estados donde opera es ambigua cuando no problemática. Al igual que Google, Amazon, Facebook y demás, el objetivo de la Iglesia Católica es sortear, siempre en su propio interés, las normas y regulaciones de los estados en donde opera. Por ejemplo, las fiscales. Puedo decir con total conocimiento de causa que las sofisticadas ingenierías financieras que practican las compañías multinacionales en las que hacen participar despachos de abogados, paraísos fiscales, trusts, fideicomisos, compañías off-shore etc., para evadir impuestos palidecen  frente a las argucias de la Iglesia Católica, mucho más pedrestres pero más  eficientes y baratas. Puedo contar, pues lo sé de primera mano, cómo las monjas de una determinada orden religiosa evadían hace años dinero de España e Italia a Suiza por el sofisticado método de hacer viajes recurrentes para visitar a sus cofrades de otros conventos en Alemania. Por supuesto que, para ir  la línea más recta, ¡qué casualidad!... pasaban por Ginebra, donde se descargaban para ir más ligeritas de equipaje  de los pesados fajos de billetes que llevan debajo de sus hábitos monjiles. Nunca tuvieron el más mínimo problema en ninguno de sus múltiples viajes, pues ¡ a ver quién era el aduanero quisquilloso que se atrevía a registrarlas! Pero la capacidad de "evasión" o elusión fiscal de la Iglesia Católica alcanza su delirante techo en nuestro país en que, gracias a un singular Concordato que la Iglesia Católica firmó con el dictador Francisco Franco, está exenta de pagar una amplísima gama de impuestos. Y ello sin contar con otras "prebendas" como el que el estado pague a sus trabajadores, a los curas, por hacer propaganda para su empresa (es como si el estado les pagase a los trabajadores de Google por ir por ahí instalando su buscador), o como el que se les deje controlar buena parte de la educación pública, o como el que se les subvenciones el mantenimiento y restauración de sus sedes (iglesias y catedrales) o como el más que turbio asunto de las inmatriculaciones haciendo apropiaciones de edificios y terrenos. No es la menor de las vergüenzas de los partidos políticos españoles dominantes (o sea, el PP y el PSOE) que está increíblemente anómala situación siga perviviendo.

 

Y ¿a qué se dedica esa multinacional que es la Iglesia Católica? Pues como ya señalé en otra entrada,https://www.rankia.com/blog/oikonomia/428870-iglesia-como-empresa-inmobiliaria ,la Iglesia Católica es una empresa inmobiliaria que vende parcelas en un curioso lugar: el Más Allá, del que no se tiene noticia que haya ido nadie y menos de que haya vuelto para contar cómo es. En su sector, la Iglesia católica no es la única empresa. Así que tiene que enfrentase a la competencia de otras con otros diseños como, por ejemplo,  el Islam (que actúa no como una empresa incorporada o "corporación" como sí lo es la Iglesia Católca que tiene su CEO, el Papa, su Consejo de Administración, la Curia, y sus Divisiones Operativas (Banca vaticana, Publicidad y Propaganda, Marketing y demás) sino como una suerte de franquicia. También operan  la Iglesia Judía, la Iglesia  Budista-Lamaísta, y otras muchas de menor tamaño, medido por su "cuota de mercado" o cantidad de creyentes/clientes de sus correspondientes promociones  inmobiliarias en el Más Allá. Están así una multitud de pequeñas empresas-iglesias cristianas englobadas dentro del Protestantismo (luterana, anglicana, episcopaliana, prestbiteriana, etc.etc.) y otras denominaciones no cristinas (mormones, sintoístas, taoístas, etc.) Existen también iglesias muy locales (credos animistas).

 

Como cualesquiera otras empresas, y al contrario de lo que dice la Economía Neoclásica que se enseña en las Facultades de Economía, las iglesias no buscan maximizar sus beneficios monetarios. No, ni siquiera la Iglesia Católica, cuyos gerentes han destacado históricamente por sus afición al lujo material, puede sostenerse que se comportan persiguiendo obtener el mayor beneficio económico. Y es que las empresas, todas las empresas,  son instituciones u organizaciones "vivas" en cuyo comportamiento quiemnes las dirigen han de ponderar su deseo de beneficios monetarios con el interés más fundamental de sobrevivir, pues puede ocurrir que la persecución desaforada de beneficios ponga en riesgo a partir de un cierto momento la simple supervivencia.

 

En efecto, Como todo ser vivo, las empresas tienen en mayor o menor medida un instinto de supervivencia que les lleva a sustituir la persecución de beneficios por la seguridad. En la práctica ello se traduce en que es objetivo primario del comportamiento de las empresas tratar de garantizarse un "nicho ecológico", una "cuota de mercado" lo más segura posible, lo más aislada posible de la competencia. Por supuesto que sin beneficios, una empresa "muere", pero una vez obtenidos unos suficientes beneficios a largo plazo, las empresas no buscan perseguir su maximización desaforadamente, sino más bien asegurar su posición, es decir, garantizar su supervivencia aunque ello suponga que no se ganen tantos beneficios como podrían ganarse. 

 

Obsérvese que tal manera de ver a las empresas implica que puede existir en muchas sociedades anónimas o corporaciones una contradicción entre los objetivos de los propietarios-accionistas (que sí que quieren cuantos más beneficios mejor) y sus trabajadores y gerentes (que buscan que sus puestos de trabajo estén asegurados cuanto más tiempo mejor), pero tal contraposición de intereses no se daría en las iglesias, pues al ser "propiedad de Dios", su único accionista, lleva a que -en la práctica- sus gerentes sean quien únicamente determinan su comportamiento pues sólo responden por el mismo ante ÉL, es decir, ante Nadie. Este es un ejemplo de aplicación del enfoque de la teoría del comportamiento empresarial de los economistas postkeynesianos. Es obviamente más certero y realista que el comportamiento que suponen tienen las empresas los economistas neoclásicos. Y de ahí la nula eficacia explicativa de la teoría empresarial neoclásica frente a cualquiera de sus rivales ( la de los economistas austríacos,  la de los institucionalistas (Veblen)  y la de los economistas marxistas).

 

La forma más efectiva de satisfacer el objetivo de supervivencia para una empresa es crecer y expulsar a la competencia del mercado. Y aquí es obligado recalcar que la competencia entre iglesias hace empalidecer por su violencia extremada a cualquier otra forma de competencia que sea visible en cualquier otro mercado de la realidad económica. Son ejemplos claros de esta forma de entender la competencia entre iglesias las persecuciones de creyentes en otras fes y las guerras de religión que durante siglos han asolado Europa. Fuera de Europa, los procesos de colonización han dado muestras de sobra de la increíble violencia que han usado las iglesias/empresas cristianas para quitarles sus mercados a las empresas del sector religioso autóctonas en esos mercados no europeos. La forma de competencia que históricamente ha sido la habitual entre las empresas del sector inmobiliario en el Más allá ha sido, pues, no una política de ventas centrada en el marketing y la persuasión tratando de convencer y atraer a los clientes de las otras mediante publicidad y rebajas, sino  la de masacrar y  exterminar a los clientes de las otras empresas que no las abandonasen. Violencia sólo refrenada o puesta en cuestión como política empresarial cuando su intensidad ponía en riesgo la expansión de  la propia empresa, como se vió cuando los excesos de la de la Iglesia Católica en la América Hispana podían llevar a acabar con toda la pòblación indígena, es decir, con todo el mercado potencial de la Iglesia Católica. Hoy la Iglesia Católica ha abandonado estas formas tan violentas de competencia, y ya se decanta por formas de competencia más -llamémoslas- civilizadas, o sea, las que usan las empresas de los demás sectores, actitud que han adoptado también el resto de empresas/iglesias cristianas. No así el Islam, como es evidente, ni tampoco el Budismo. sorprendentemente. Hay que reseñar aquí el impacto que han tenido sobre tantos "buenistas" históricos que desde los años 60 del siglo pasado sostenían que el budismo era diferente, las matanzas que los budistas están perpetrando en los últimos tiempos en Birmania contra los musulmanes Rohinyan.

 

Pues bien, con arreglo a esta perspectiva económica y realista de los que son las iglesias, hay que reconocer que la Iglesia Católica ha sido un rotundo éxito como organización empresarial pues, como empresa operativa en el mercado inmobiliario en el Más Allá, lleva más de 20 siglos de continuada actividad. No hay empresa en ningun sector económico de mayor longevidad. Hay aquí que admirarse por el diseño de la Unidad de Inteligencia de la Iglesia católica, responsable en buena medida de esta eficiencia. Nunca jamás, en ningún estado, en ninguna empresa, se ha logrado crear un sistema de inteligencia y espionaje ni ded lejos equiparable como el que tiene y ha tenido la Iglesia Católica. Ni la CIA, ni la NSA norteamericans, ni el MI5 y MI6 brtitánicos, ni el KGB de la URSS, ni el Deuxiéme Bureau francés,  han tenido jamás un sistema de espionaje y acceso a información confidencial como el que tiene y ha tenido la Iglesia Católica gracias a la puesta en marcha de la institución de la Confesión obligatoria de sus clientes allá por el siglo XII. Un sistema admirable de verdad para cualquier experto en Inteligencia.

 

Obviamente, no sólo la información privilegiada explica ese éxito económico secular de la Iglesia Católica. Parte fundamental también lo ha sido  lo que se conoce en Economía de la Regulación como  "captura del regulador" , es decir, aquella situación que se da cuando el poder político y regulador de un mercado es "capturado" o controlado (ya sea por corrupción u otros medios) por la empresa o empresas a las que ese poder debía controlar o regular. Tal cosa ocurre, por ejemplo, cuando el Ministerio de Industria responde "fácilmente" a las presiones de las empresas del sector eléctrico porque el ministro o sus altos cargos provienen de los mandos de esas empresas o se les prometen cargos en las mismas cuando abandonen el ministerio. Resulta obvio que la Iglesia Católica "capturó" el poder político desde la conversión del emperador Constantino en el siglo III, y siguió controlándolo durante largos años. El Cisma griego primero y la Reforma Protestante le hicieron  perder a la Iglesia Católica amplios mercados en los países de norte y este de europa, conforme perdió su poder de captura; pero en el sur, en Francia, España, Portugal e Italia, el monopolio de la Iglesia Católica respaldado por los distintos estados continuó hasta el siglo XIX.

 

En ese siglo, las cosas cambiaron mucho para todas las empresas/iglesias en el mundo occidental conforme las revoluciones liberales tuvieron éxito. Las revoluciones liberales representaban un claro obstáculo para el entero mercado inmobiliario del Más Allá, pues por su laicismo programático suponían en la práctica que los estados se abrogaban el derecho a defender los intereses de sus ciudadanos contra cualesquiera los intentase enfrentar.. Y, claro está, desde la prerspectiva laica-liberal, todo el entero negocio inmobiliario del Más Allá era un fraude, una operación tran fraudulenta como las que se dan con demasiada regularidad en los mercados inmobiliarios en el Más Acá. Pieza básica en esa política de defensa de los ciudadanos frente a estafas inmobiliarias es informar a los ciudadanos de los riesgos que corrían en esas operaciones inmobiliarias tanto en el aquí terrenal como en el del más allá posterrenal, pues si no son inhabituales las estafas inmobiliarias en el mundo real, inexistentes son las garantía de que esas promociones existan en el mundo post-mortem. La educación científica pública, fue la forma que los estados encontraron para informar adecadamente a sus ciudadanos de esos promociones fraudulentas.

 

La respuesta de todas las empresas-iglesias ante el laicismo estatal fue unánime. Aparcaron sus diferencias y competencias y se enfrentaron a esa nueva amenaza de forma similar a como todas las empresas tabaqueras se juntaron para desprestigiar a los científicos que avisaban de que el tabaco produve cancer o a como las compañías petroleras se enfrentan a los científicos que avisan del cambio climático. En muchos países, el éxito de las iglesias contra los estados liberales fue escaso. No así en nuestro deventurado país, que por eso lo es.

 

En España la "captura" por la Iglesia Católica del poder político fue sustancialmente más fuerte que en los países de norte y centro de Europa tanto porque no se vió debilitado por la presencia de otras denominaciones o confesiones competidoras como porque las reformas liberales, laicas o progresistas fueron mucho más suaves por la debilidad económica e intelectual de la burguesía. El resultado ha sido que la Iglesia Católica sigue teniendo aquí una fuerza que sorprende a nuestros vecinos y aliados del norte. Así la Iglesia Católica se entromete sistemáticamente en asuntos públicos y privados que no son de su incumbencia (si es que tiene alguna, fuera de vender parcelas imaginarias en el más allá con vistas a Dios) como por ejemplo, el divorcio, el aborto, las relaciones sexuales, la educación de los niños, etc., etc.....y también la estructura teritorial del Estado.Y llegamos así al asunto de esta entrada: al "procés"

 

La forma más evidente de afrontar el reto que le suponía a la Iglesia Católica el estado laíco en el siglo XIX era, obviamente, debilitarlo. En Francia, eso no lo pudo hacer pues la revolución francesa acabó con sus privilegios en buena medida. Pero en España las cosas eran diferentes. Aquí el Estado liberal/laico era, de salida, débil,  por lo que su capacidad de afrontar los "manejos" de la Iglesia Católica era muy escaso. Uno de los métodos o mecanismos que utilizó para llevar adelante esa tarea de debilitamiento del estado fue el respaldo de los nacionalismos desunificadores pues minaban el respaldo a los estados.

 

Si nos vamos a la historia se observará que detrás de todos los ataques que sufrió el estado laico en el siglo XIX está la Iglesia Católica. Destacan en esa tarea de demolición las asonadas carlistas, con el objetivo declarado de volver hacia atrás en la historia y restuarar un modelo de estado capturado enteramente por la Iglesia Católica. Una vez el carlismo fue derrotado, el sostén y defensa de los nacionalismos periféricos fue el método al que recurrió. Recordemos que la Iglesia Católica es una empresa multinacional, es decir, que no tiene ninguna querencia o responsabilidad o lealtad con ningún estado en concreto. No hay nación, estado o gobierno a la que una empresa multinacional tenga lealtad. Si se interponen en su camino, maniobrará para acabar con ellos. Así, las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado en la América Hispana fuerpon testigos de una suscesión de revueltas contra gobiernos legítimamente constituídos respaldadas y fomentadas por empresas multinacionales norteamericanas en defensa de sus propios intereses ( en buena parta de esos golpes de estado también fueron respaldados por la Iglesia Católica).

 

En el nacimiento de los nacionalismos catalanes y vascos puede rastrearse sin ninguna duda la presencia de la Iglesia Católica. Y ese respaldo ha seguido hasta hoy dia, respaldo que llegó hasta el sostenimiento de las actividades más criminales de algunos nacionalistas. La relevancia de algunos miembros de la Iglesia Católica en ETA está suficienemente acreditada y también sucede lo mismo en el caso de Terra LLiure, los terroristas del nacionalismo catalán. Pero de más relevancia política, ha sido el peso de la Iglesia Católica en el PNV y en el PdeCat y Esquerra Republicana en estos días.

 

La lógica de la Iglesia Católica en esta defensa y sostén de los nacionalismos políticos está clara. Al debilitar al estado central, se debilita a su mayor oponente y potencial controlador, por un lado; y, por otro, se "captura" a los dirigentes de los "estaditos" más pequeños y más débiles que puedan surgir tras la descomposición del estado central. No es por ello nada extraño que el Abad de Monserrat, los obispos de las sedes catalanas y multitud de "trabajadores" de menor rango en la sucursal de la Iglesia Católica en Cataluña se hayan posicionado a las claras por el independentismo.  Es una apuesta de futuro. Si tienen exito y Cataluña deviene independentista, su posición en el nuevo estado se habrá visto extraordinariamente reforzada, por lo que sus prebendas serán aun mayores. (Imagínese la fuerza de la Iglesia Católica en una Cataluña donde un tipo tan estrambótico como Oriol Junqueras, católico y creyente en que el problema político catalán es una "lucha entre el bien y el mal", tuviese poder). Y ello sin contar con el poderoso poder de influencia (valga la redundancia) que una empresa como la Iglesia Católica que desde siempre defiende la irracionalidad puede tener sobre movimientos irracionales como los nacionalismos.

 

Y esta interpretación economicista de la Iglesia Católica explica también otra cosa, cual es la tibia reacción tanto desde sus oficinas centrales en el  Vaticano como en la sucursal en el "resto de España" ante el "procés". En efecto, fuera de las obligadas, corteses y esperables declaraciones en defensa del "statu quo" y de la "negociación y el diálogo", ninguna declaración o actuación en defensa clara de la unidad del estado se ha oido desde la dirección de la empresa. La Iglesia Católica, recordémoslo, no es como el Islam. Es una corporación jerarquizada dirigida con mano de hierro, cuando es necesario, por su CEO, el Papa. Tiene mecanismos internos de control testados históricamente que "despiden" sin compensación alguna ("excomulgan") a quien se sale, en sus opiniones y/o comportamientos, de la norma establecida. Dicho con otras palabras, si la Iglesia Católica estuviese de verdad con la defensa de la integridad territorial del estado español, el abad de Monserrat y sus secuaces ya estarían "buscándose la vida" (la terrenal y la otra)  en otro sitio. Pero no. Nadie desde el Vaticano ha criticado nunca las actuaciones de los dirigentes y miembros de su sucursal catalana  a favor del nacionalismo catalán. (Recuerdese también cómo la "central" vaticana de la Iglesia Católica  ha "pasado" de llamar al orden a los obispos catalanes implicados en los "robos" al patrimonio cultural aragonés, como por ejemplo, el caso de las pinturas del Monasterio de Sijena).

 

Pero, se me dirá, ¿y el papel de la Iglesia Católica en el resto de España? También el previsible. En la guerra civil, la Iglesia Civil se unió al estado franquista contra el gobierno legítimo y legal de la República pues, obviamente, le convenía a sus intereses. Durante el franquismo siguió haciéndolo, hasta que, progresivamente, fue toleró que algunos de sus miembros se alejaden de él para ir preparando la transición democrática. Cunado llegó esta, se pasó al bando democrático casi en su totalidad, aún permitiendo que algunos de sus miembros siguiesen cercanos a los franquistas residuales, pues dada la mayor competencia que supuso el que la democracia permitiese la libertad religiosa, la Iglesia Católica no se puede permitir "perder clientes" por muy franquistas que lo fueran. Y, ahora, tampoco. Y por eso la "aparente esquizofrenia" de la Iglesia Católica en España, pues en el resto (salvo en el País Vasco) , los directivos de las sucursales (los obispos) se ven forzados a defender la unidad del estado para no perder sus respectivos clientes. El resultado es esa ambigüedad calculada de la Conferencia Episcopal Española que si bien defiende la unidad dista de llamar al orden a sus miembros de Cataluña. Pase lo que pase...saldrán ganando. 

                                                         Fernando Esteve Mora 

 

 

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