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Lo siento por sus admiradores y votantes, que se que son legión, pero Esperanza Aguirre  en cuanto "figura" pública, que nada tengo que decir de la privada que no tengo el gusto o -más probablemente- el disgusto de conocer, me ha parecido siempre una estúpida. Desde sus ya lejanos tiempos como Ministra de Cultura o de Presidenta del Senado en las que con sus incultas opiniones dichas con una regularidad pasmosa y digna de elogio hacía las delicias de los "reporteros" de aquel programa de humor político llamado  Caiga quien caiga, hasta sus tiempos relativamente  recientes al mando de la Comunidad de Madrid, me ha parecido siempre que sus salidas de tono, sus disparates, sus peregrinas ocurrencias, sus “sinceridades” y chulerías, sus prepotencias groseras, garrulas y hasta macarras tan jaleadas por sus forofos, no me dejan a mí personalmente otra opción que calificarla como estúpida. Obviamente, repito, ésa es mi opinión personal, pero aseguro desde ya que no hay nada personal en o contra ella. Puede ser que Esperanza Aguirre  no lo sea, que esa estupidez no la califique a ella, sino sólo a su personaje: a Dª Esperanza Aguirre. Quizás sea así, aunque mucho me temo que Esperanza Aguirre  hace tiempo que está afectada por el llamado síndrome de Johnny Weismuller, aquel actor que acabó sus días creyéndose que era realmente Tarzán de los Monos. Es decir, que me da la impresión que ya Esperanza Aguirre, la persona, ya es o se cree ser Dª Esperanza Aguirre, el personaje.

 

Pues bien, aunque parezca increíble para quienes me lean pues solo mis allegados cercanos saben que es totalmente cierto, diré públicamente que uno de los "enigmas" que más me han hecho pensar en los últimos veinte años era el de si la estupidez manifestada tantas y tantas veces por Dª Esperanza Aguirre acerca de tantos y tan variados temas era "innata" o "adquirida".

 

El asunto, aunque no lo parezca, dista de ser baladí. En efecto, si la estupidez demostrada repetidamente, sin nunca desmayar, mil y una veces y mil más por  doña Esperanza  era innata, la cuestión que ello planteaba era la de que cómo un  sistema político democrático -como lo es el español- era capaz de "seleccionar" a una manifiesta estúpida y por ende incompetente para gestionar diferentes áreas del sector público. Y la respuesta a tal cuestión abocaba a una penosa y deprimente conclusión, cual era la de que, dado que la "selección" (y a veces "elección") de Dª Esperanza a distintos cargos políticos de debía en primer ( o segundo término) a los deseos de los votantes,  éstos,  es decir, los votantes, es decir, la mayoría del "pueblo",  eran  como lo era ella, o sea, gentes  tan rematadamente estúpidas como Dª Esperanza, dado que esa sería la única explicación de su "tolerancia" democrática expresada libremente en las urnas. Dicho de otra manera, la pervivencia política de una manifiesta estúpida como Dª Esperanza Aguirre sería un síntoma de algo sistémico pues implicaría algo muy, pero que muy serio y es que en la medida que no sólo ella sino la clase política en su conjunto fuese también incompetente y estúpida (y también corrupta -como incesantemente parece que se está demostrando que lo es-), ello no sería sino el fiel reflejo de cómo lo es la mayoría del pueblo español: estúpido, incompetente y corrupto. Y, claro, cuando uno se mete a pensar siguiendo esta línea las derivaciones son penosas y deprimentes, sobre todo para aquellos que como yo mismo vivimos en la dictadura franquista y soñábamos que la democracia no sólo era el menos malo de los sistemas políticos posibles, como decía Winston Churchill, sino que posiblemente era el mejor de ellos.

 

La alternativa  a esta forma de ver a Dª Esperanza y por extensión a la entera clase política que se me ocurría en mis cavilaciones es que la señora Aguirre no fuese inicialmentetan estúpida como luego vino irremediablemente  a ser, sino que esa estupidez la había "adquirido" en sus desvelos ocupando y ocupándose de los puestos directivos de esas áreas del sector público que le ha "tocado" gestionar en su ya larga carrera política. Si así fuera, el caso de la estupidez de  Dª Esperanza, aún importante y sintomático, no sería tan grave, pues el problema que es su caso se concretaría no estaría en el sistema democrático español en sí, sino en su forma de articulación, o sea, en el  sistema político español que, estando rematadamente mal diseñado desde la Constitución y la Ley de Partidos , convertiría casi con seguridad en incompetente, estúpido y muchas veces hasta corrupto a todo aquel que se atreviese a meterse en el oficio de político independientemente de sus aptitudes y actitudes iniciales.  Dicho de otra manera, habría esperanza para este desventurado país pues cambios en la formulación del sistema político podrían resolver el problema. Problema que, en términos teóricos, se reduciría a buscar un diseño del sistema político que lograse reducir la prevalencia del llamado Principio de Peter  en la política española.

 

Este principio, elaborado por Laurence J.Peter*, viene a decir que todos tendemos a "trepar" en cualquier organigrama hasta el puesto en que nuestra incompetencia se hace meridianamente clara, evidente para todos menos -quizás- para nosotros mismos. Por supuesto, un sistema político mal diseñado permite que individuos e individuas como la señora Aguirre trepen hasta (casi) lo más alto posible, es decir, que lo que habría ocurrido es  que gracias al pésimo diseño de nuestro sistema político, "la Aguirre" habría llegado  a unos puestos que le "venían grandes", donde su estupidez resultaba de lo más palmaria y patente.

 

No se entienda lo anterior -repito otra vez- como un ataque personal a la señora Aguirre, pues lo que quiero decir tiene validez general. Según el Principio de Peter, uno -cualquiera, yo mismo- no es que sea estúpido per se, sino que lo es en la medida que se le hace o se le permite llegar a un cargo o puesto que le "viene grande", donde su estupidez antes invisible o incluso inexistente de pronto aparece en todo su esplendor y se manifiesta en todo lo que uno hace desde que uno se levanta hasta que se acuesta. Con arreglo a esta hipótesis, la obvia estupidez de la señora Aguirre no tenía que ser innata o congénita sino que podría ser  adquirida o  "sobrevenida". Estúpidos lo eran aquellos que le habían elegido para esos cargos que le venían tan anchos. Es decir que si era evidente su estupidez era porque el sistema político español, le había permitido  llegar a puestos como Ministro de Cultura, Presidente del Senado o Presidente de la Comunidad de Madrid. No era, pues, culpa suya. Ella hubiera sido, probablemente,  una excelente ama de casa o una gran jugadora de golf o una reputada condesa (creo que es "noble") o qué se yo en qué otras actividades hubiera destacado, pero como alto cargo, era para mí sencillamente estúpida. ( Estoy más que seguro que yo mismo también lo sería: no valgo para eso. Pero sería menos estúpido que ella . Pues, al menos,lo sé)

 

He de decir aquí que, viviendo como vivo en el centro de la ciudad de Madrid, con una estructura demográfica muy envejecida, y habiendo observado infinidad de veces en conversaciones oídas a trasmano en cafeterías, bares y mercados que los más forofos partidarios de Dª Esperanza Aguirre sufrían ya de un evidente deterioro cognitivo asociado a la edad, la primera de las hipótesis expuesta, o sea, la de que Dª Esperanza Aguirre era estúpida de modo innato o congénito, me parecía la más plausible. Sus votantes, por lo que veía, no descollaban precisamente por su agudeza intelectual, por lo que tendía a votar a alguien que se les pareciese.

 

Pero en estas estábamos cuando llegó el señor don José Luis Rodríguez Zapatero al poder, y ello lo cambió todo. ¿Cómo era posible que también en el otro lado del espectro político se diesen tamañas muestras de estupidez? ¿Acaso todo el mundo en este desventurado país era inevitable y congénitamente estúpido? Era posible pero no probable, me dije. Así que, ¡qué curioso!, gracias al señor Zapatero y a los miembros y miembras de sus gobiernos, cambié la opinión que tenía acerca de la estupidez de la señora Aguirre. En suma, que la segunda de las hipótesis expuestas me pareció -sobre todo desde el segundo gobierno de Zapatero-  absolutamente correcta y fuera de toda duda. Zapatero era mutatis mutandi DªEsperanza Aguirre. Almas, o mejor dicho, "intelectos"  gemelos. Y, por supuesto, la irrupción del señor Rajoy, primus inter pares de los otros dos, no ha hecho en los últimos meses sino  confirmar al 150 o al 200% lo dicho.  No serían ellos los responsables últimos de sus estupideces lo sería el sistema político español que permitía llegar a semejantes "cerebros" a las más altas posiciones decisorias. ¡Aviados estamos! ¿No?. Si se quiere remediar- si es que tal cosa es todavía posible- el ineluctable y fúnebre destino de este desventurado país, ya "nos" podemos poner a cambiar nuestro sistema político, pues, de otro modo, el peor de los futuros imaginables nos alcanzará ineludiblemente.

 

Y en estas seguía estando cuando hace unos días leí el famoso "post" que en su blog ha "subido" Dª Esperanza acerca de qué solución se le ocurre para la depresión que afecta a la economía española. Es DªEsperanza Aguirre como economista, pero doña Esperanza  en estado puro, o sea, prístina mente estúpida. Y no sé  pero creo que me va a obligar a replantearme la idea que tenía sobre ella. ¿Será que al final Dª Esperanza es estúpida de origen? No sé. Juzgue el lector. El "post" es muy breve, y lo que importa aparece en dos párrafos que trascribo a continuación:

 

"Todos los economistas y los políticos están de acuerdo en que el primer paso hacia la recuperación económica tiene que ser la reducción del déficit público. Pero hasta ahora se ha intentado reducir aumentando los impuestos, y la experiencia de estos meses ha demostrado que esas subidas de impuestos no han servido para incrementar los ingresos.

 

Por tanto, ha llegado la hora de explorar la otra variable del déficit: la reducción de los gastos, como estaba previsto en el programa electoral del Partido Popular con el que consiguió una clamorosa mayoría. Y reducir los gastos supone en primer lugar, acometer una reforma radical y sin precedentes de las administraciones públicas. Y eso sí que es es una alternativa. La hay, y es la que llevaba el Partido Popular en su programa. Ha llegado la hora de aplicarla: reducir el peso del sector público para que llegue el dinero a empresarios y familias para sacar a España de la crisis".

 

Veamos, doña Esperanza constata que la subida de impuestos no ha aumentado la recaudación fiscal, y hecho en consecuencia disminuir el deficit en la medida sustancial -supongo-, cosa que para ella y para "todos"los economistas y políticos (sic)" era el primer paso hacia la recuperación económica. En parte de lo anterior he de reconocer que estoy plenamente de acuerdo: coincido con ella en que para todos los políticos y economistas que sean tan estúpidos como ella, la reducción del déficit es el primer paso para la recuperación económica. No sé cuántos políticos serán, pero economistas creo que ya van siendo cada vez  menos a tenor de la debacle intelectual que ha experimentado en los últimos tiempos la otrora dominante y vociferante tesis de la llamada austeridad expansiva, tras el descalabro de sus primeras figuras, los "reputados" Alesina, Rogoff y Reinhart.

 

Pero si la subida de los impuestos no ha funcionado, ahí está la considerable economista la señora Aguirre para ofrecer su "alternativa" que es, ¡tachín, tachín!.... reducir el gasto público a lo bestia como forma de reducir el déficit, lo cual por arte de birlibirloque, hará que crezca la economía. Pero ¿cómo se produciría ese efecto tan mágico y grandioso? ¿Será acaso la Virgen del Rocío como cree la devota ministra de trabajo  Dª Fátima Yáñez, por cierto otra "igual" que ella, la fautora de tan singular proeza? No, no.  Dª Esperanza es científica y liberal, ha leído a Popper y a Hayek (o eso dice), y por ello nos proporciona el mecanismo causal que liga -en su opinión autorizada- la disminución en el gasto público con la recuperación económica: si se reduce el gasto público, ese dinero irá a empresarios y a familias, y así saldrá España de la crisis.

 

Pero, ¡Virgen santa!...¿qué majadería es ésta?  Hasta un niño de siete años se da cuenta que el gasto público llega directamente a las familias de quienes cobran del sector público por estar empleados en él y llega también directamente a los empresarios que venden sus productos al sector público e indirectamente llega asimismo a aquellos empresarios que les venden bienes y servicios a las familias de los trabajadores públicos. No, Dª Esperanza, los trabajadores públicos como el resto de los trabajadores gastan lo que ganan. Al menos en su gran mayoría, pues no todos son tan ricos como ella y pueden vivir de las rentas. Como hasta  los tenderos de los mercados y otros pequeños empresarios, cuyas luces intelectuales todavía van a 125, y que eran los más decididos partidarios de este tipo de medidas tuvieron que acabar reconociendo que en una situación donde el sector privado no tira de la demanda, si el sector público no lo hace, sus ingresos por ventas caen. Aún recuerdo cuán satisfechos estaban cuando el gobierno Zapatero empezó a contraer las remuneraciones de los funcionarios. Poco les duró esa satisfacción cuando vieron que la demanda de sus más estables clientes  perdía fuelle, y contagiaba la del resto. Pero que semejantes sandeces las diga una tipa que ha estado en la presidencia de la Comunidad de Madrid un montón de años. Pero, ¿a qué demonios se dedicaba en ese cargo?

 

¿He de volver pues a la primera hipótesis y pensar que Dª Esperanza es y era estúpida ya de salida? Todo me llevaría a pensar que sí, que así lo es. Y, sin embargo, la lectura de una frase de Margaret Thatcher, su admirada heroína, el espejo en que quisiera reflejarse, me ha hecho dudar de ello. Bajo esta nueva perspectiva, Dª Esperanza Aguirre se me aparece no como una estúpida irremediable sino como una inteligentísima discípula del gran Niccolo Maquiavelo. La frase es la siguiente:

 

"La economía es el método. El objetivo es cambiar el alma"

 

Dicho de otra manera, el objetivo de la política económica ultraliberal de la llamada señora Thatcher no era tanto resolver los problemas económicos de las gentes, o sea, satisfacer sus necesidades materiales, sino cambiar su "alma". Se trataba de convertir a las personas en liberales como ella, en individualistas acérrimos para los que la sociedad no existía -como dijo en frase celebérrima-, cada uno persiguiendo egoísta y eficientemente su propio interés confiando en que el buen dios del mercado premie a los "buenos" con la riqueza y la consideración social y castigue a los "malos" (los altruistas e ineficientes) con la pobreza y el oprobio sociales. Acabar con "lo público", "lo colectivo" sería el imprescindible camino para alcanzar semejante objetivo: el paraíso neoliberal, no el paraíso de liberales clasicos como John Stuart Mill. Y al cumplimiento de ese objetivo habrían de dedicarse los creyentes costara lo que costara, aún a costa de destrozar la economía de un país.

 

Y lo que me temo es que la crisis económica que estamos padeciendo, cuyo origen, razones, consecuencias e, incluso., salidas parecen claras, está siendo utilizada para, so pretexto de solventarla, proceder a cambiar el entero sistema económico que los ciudadanos españoles deseaban y construyeron en las décadas de los 70, 80 y 90 del siglo pasado, y que creo que aún desean en su mayoría. Es decir, que la crisis económica se estaría usando como pretexto para un auténtico golpe de estado contra el Estado del Bienestar, golpe de estado no militar, golpe de estado civil e incruento pues su objetivo no sería  violar los cuerpos  sino alterar las almas de los ciudadanos, como decía la señora Thatcher. Debemos por ello agradecer a DªEsperanza Aguirre el que, gracias a su incontinencia verbal que tanto le afean sus compañeros de partido, podamos al final saber que esta crisis ha dekjado ya de ser sólo una crisis económica sino que se ha convertido en el instrumento para una reconversión ideológica. No servirá quizás de mucho, pero siempre está bien el saber la causa final de nuestros males en sentido aristotélico, es decir, no sólo el saber el porqué sino también el saber el para qué de nuestros males.

 

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Laurence Peter, Raymond Hull: El Principio de Peter, (Barcelona: Plaza y Janés,1970)

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  • economista
  • Esperanza Aguirre
  1. #2
    06/07/13 10:21

    Enhorabuena por el post. Un ejemplo más de cómo en España se tiene ya más que asumido determinado comportamiento de nuestra clase política que, en los tiempos que corren y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, está recortando libertades que costó mucho conseguir y trazando una senda económica basada en la desigualdad.
    Cuando se atan cabos y se aplica el sentido común, es lo único que se ve

  2. #1
    21/05/13 12:09

    Muy interesante post.

    Y es curioso que, aun reconociendo que una medida no ha funcionado y produce el efecto contrario, no se les ocurre hace lo contrario a ver que pasa. Ni siquiera vuelven al estado anterior y reconocen el "uy, pues no ha funcionado".