Tengo un amigo en Cádiz que, de vez en cuando, me invita a navegar en su barco.
No entiendo mucho de barcos.
Pero de navegar creo que sí.
Por eso hoy te voy a contar las distintas formas de navegar que hay para que seas capaz de identificar en cuál encajas tú.
Porque todos, de una forma u otra, navegamos…
Está el bebé. Me gusta llamarlo "el besito lindo". Con sus manguitos, con sus flotadores…
Entra al mar sin conocimiento y cuando las olas les dan un buen revolcón, lloran.
Algunos llantos son enternecedores
Pero otros se parecen más al hater de turno dando por culo.
Después está el adolescente que va nadando hasta la boya.
Sabe nadar pero pone tanta energía que a veces no le da ni tiempo a tocarla.
"Adolescente inconsciente" le llamo.
Mucha energía y nada de disfrute…
Algunos de estos adolescentes usan unas pequeñas embarcaciones.
Desde motos de agua hasta pequeñas lanchas. Desde pequeñas barcas a remos hasta tablas de surf.
Sin duda los más experimentados y los que son capaces de trazar un buen plan acorde con su “herramienta”, son capaces de navegar largas distancias y disfrutar de la navegación.
Estos son los navegantes intradía.
Algunos saben usar sus embarcaciones bien.
Otros no tienen la suficiente experiencia y terminan cayéndose a las primeras de cambio.
Pero en cualquier caso. También precisan de una energía alta para poder navegar.
Porque su navegación se concentra en unos momentos de tiempo condicionados precisamente por esa energía.
Son los “navegantes intradía”.
Después están los que tienen embarcaciones medias.
Pueden ser a motor, a vela o a ambos.
Pueden recorrer grandes distancias.
Pueden ir a contra viento.
Pero no son capaces de cruzar el océano.
Aquí el nivel de energía es atenuado, aunque hay momentos de “tempestad" en los que hay que poner toda la carne en el asador.
Sin duda este es el navegante medio.
Aquí he de hacer un inciso
Porque mi amigo está en este grupo.
Navegar a vela en el mar es una de las experiencias más fascinantes que he tenido.
El tiempo parece detenerse.
El viento manda.
El silencio pesa.
Y entiendes algo importante: no navegas contra el mar, navegas con él.
El silencio pesa.
Y entiendes algo importante: no navegas contra el mar, navegas con él.
Pero aún hay otro tipo de navegante.
El que casi nadie menciona.
El de los "grandes cargueros y transatlánticos."
Estos no se mueven por placer.
Ni por impulsos.
Ni por adrenalina.
Ni por impulsos.
Ni por adrenalina.
Se mueven por logística, volumen y tiempo.
Son barcos inmensos.
Tan grandes que desde cubierta no se ven las olas pequeñas.
Tan pesados que una maniobra tarda kilómetros en ejecutarse.
Tan grandes que desde cubierta no se ven las olas pequeñas.
Tan pesados que una maniobra tarda kilómetros en ejecutarse.
Aquí viajan las instituciones.
Los grandes fondos.
Y, sin saberlo, miles de pequeños inversores metidos en ETFs, fondos indexados y productos “tranquilos”.
Los grandes fondos.
Y, sin saberlo, miles de pequeños inversores metidos en ETFs, fondos indexados y productos “tranquilos”.
La promesa es clara:
“Sube a bordo, relájate, esto es seguro”.
“Sube a bordo, relájate, esto es seguro”.
Y durante mucho tiempo lo parece.
El problema es que cuando un transatlántico se equivoca de rumbo…
No gira.Embiste.
No gira.Embiste.
El Titanic no se hundió por la velocidad.
Ni por la noche.
Ni siquiera por el iceberg.
Ni por la noche.
Ni siquiera por el iceberg.
Se hundió por creer que era insumergible.
Por confiar en un tamaño que daba falsa seguridad.
Por pensar que el océano se adapta al barco y no al revés.
Por pensar que el océano se adapta al barco y no al revés.
Y cuando estos barcos chocan, no mueren solos.
Arrastran a todo el pasaje.
A los que no miraban.
A los que delegaron.
A los que pensaron que invertir era “subirse y esperar”.
A los que delegaron.
A los que pensaron que invertir era “subirse y esperar”.
Aquí está el verdadero peligro.
No el bebé que llora.
No el adolescente inconsciente.
Ni siquiera el intradía que se cae por exceso de energía.
No el adolescente inconsciente.
Ni siquiera el intradía que se cae por exceso de energía.
El mayor peligro es no saber en qué barco estás.
Creer que navegas…
cuando en realidad solo eres carga.
cuando en realidad solo eres carga.
Y ahora viene el giro.
Después de años observando el mercado, el mar y a las personas, he llegado a una conclusión incómoda:
No existen inversores conservadores o agresivos.
Existen inversores conscientes y pasajeros dormidos.
Existen inversores conscientes y pasajeros dormidos.
Porque el día que el océano decide hablar,
da igual si vas en flotador, en velero o en transatlántico.
da igual si vas en flotador, en velero o en transatlántico.
La diferencia no es el barco.
Es si sabes nadar cuando todo se apaga.
Y eso, curiosamente, no te lo enseñan ni los folletos…
Ni los capitanes de los grandes barcos.
Ni los capitanes de los grandes barcos.
Solo lo aprendes cuando miras el mar de frente y aceptas que, en los mercados, la responsabilidad nunca se delega.
PD.
"Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar."
PD.
"Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar."
(Jose de Espronceda-El "Lord Byron" español)