Continuando con mi particular tormenta de ideas electorales, le ha llegado el turno al núcleo central de cualquier economía europea, el llamado Estado del Bienestar. Para la mayoría, la principal conquista de la sociedad occidental desde la II Guerra Mundial. Para otros, un espejismo que nos ha costado la sostenibilidad de la economía. Como sabéis, está formado por 3 pilares fundamentales: las pensiones, la sanidad y la educación. Y en España, el presidente Zapatero ha querido dejarnos en herencia un cuarto bloque, la dependencia, cuya oportunidad no voy a poner en duda. La financiación de este gran monstruo social procede de los Presupuestos Generales y del sistema de la Seguridad Social, de forma que los impuestos sobre el trabajo (IRPF y cotizaciones sociales) sostienen el grueso del tinglado.
A estas alturas nadie discute la necesidad de contar con una educación y una sanidad universales. Desde mi punto de vista liberal yo voy más lejos: para ejercer responsablemente la libertad es imprescindible acceder a una educación y a unas prestaciones sanitarias adecuadas. Por supuesto, hay que decir que el concepto “adecuadas” trasciende el ámbito económico, ya que todos relacionamos educación con colegios/profesores y sanidad con hospitales/médicos, pero hay mucha gente que puede discutir este ordenamiento desde ideologías y experiencias diversas. Desde mi punto de vista, el debate sobre el Estado del Bienestar necesita salirse del eje dialéctico “público vs privado” para encontrar soluciones integrales y creativas. Y, desde luego, no podemos limitarnos a hacer unos recortes aquí y allá para salvar algunos muebles: nos jugamos mucho más que el déficit del año 2020.
Pues bien, ahí van algunas ideas para trabajar entre todos.
1.- Cotizaciones sociales. No soy ni el primero ni el último en discutir que el empleador sea quien asuma la carga principal del sistema. Nuestro tejido empresarial va bastante justito y no es cuestión de resignarse ante el problema de la brecha salarial. En mi opinión, es justo que el empleador cotice por aquellos conceptos que se derivan de su propia responsabilidad: el Fondo de Garantía Salarial y las contingencias profesionales. Pero entiendo que las contingencias comunes deberían cubrirse con aportaciones de los propios trabajadores, con una cuantía mínima ligada a la remuneración y libertad para realizar aportaciones extraordinarias que permitan acceder a mayores prestaciones y a mejorar la pensión. Ni que decir que este dinero pasaría a un fondo de gestión totalmente pública. En los primeros post de esta serie ya expliqué lo que haría con la prestación por desempleo y con la formación profesional.
2.- Sanidad. De entrada, apuesto por un sistema sanitario universal, público (osea, de prepago con cargo a Presupuestos) y descentralizado. Público porque el tamaño de la Administración debería ayudar a optimizar costes (claro, con una gestión de compras eficaz). Y descentralizado porque ese mantra de que todos los españoles queremos las mismas prestaciones no me acaba de convencer. Una vez que el Estado haya garantizado un mínimo de calidad para todos los ciudadanos, es posible que haya regiones más especialitas que otras. Si una comunidad quiere una sanidad puntera en especialidades, es lógico que pague más impuestos que otra comunidad donde los ciudadanos cuentan con una oferta privada más diversificada.
3.- Educación. Ya adelanté en su momento que creo en un sistema educativo universal y público hasta el Bachillerato. Y que la Formación Profesional y la Universidad deberían ser pagadas y gestionadas por sus principales beneficiarias: las empresas. Es la única manera de acabar con los enchufes, los desajustes oferta-demanda y la precariedad. Quiero añadir aquí que los centros educativos deben tener autonomía pedagógica plena, pero no autonomía financiera. Como en la sanidad, es necesario aplicar una política de compras centralizada. Y, por cierto, en la era de Internet y de las TICs, me parece impensable el gasto familiar en mochilas y libros de texto. Lo siento por el lobby editorial.
4.- Pensiones. No me gusta nada el sistema de reparto pero tampoco veo que el sistema de capitalización sea la salida. El principal problema que le veo al sistema actual es la falta de transparencia, ya que no nos permite conocer el estado de nuestra futura pensión ni hacer aportaciones voluntarias. Desde mi punto de vista, no hace falta que el sistema deje de ser público, basta con dejar más libertad al trabajador para que sea él quien se haga responsable de su propio dinero e incentivar el ahorro.
Ni que decir que las propuestas anteriores no nos permitirían un Estado del Bienestar más grande que el actual, pero tampoco es normal que las partidas sociales crezcan a porcentajes de dos dígitos cada año. No podemos permitir que nadie se quede tirado, pero el que quiera prestaciones extraordinarias no debe pretender que vengan los demás a financiarlas. Podemos discutirlo en los comentarios.
Tengo previstas dos entradas más de esta serie de propuestas, una sobre energía y medio ambiente y un bonus track sobre cuestiones institucionales. Pero antes de llegar ahí, debo hacer un paréntesis por requerimientos de la actualidad, así que la semana próxima os traeré un post de esos que sirven para fidelizar a los amigos: Despido libre sí, pero no así.
Que paséis una buena semana.
S2