Estúpido, da.
1. Necio, falto de inteligencia.
2. Dicho de una cosa: propia de un estúpido.
3. Estupefacto, atónito, pasmado.
Vaya por delante que no creo que ningún miembro del Gobierno de España responda a las dos primeras acepciones. Más bien, por las declaraciones con las que se desmarcan algunos, la estupidez tiene que ver con la tercera. Osea: que ven los acontecimientos como las vacas contemplan el paso del tren.
Oigo decir al Ministro de Hacienda que por ahí fuera preocupa la estabilidad política de nuestro país. Que ya no es la economía, debidamente atada en corto. Que hay que garantizar la continuidad de los esfuerzos realizados en esta legislatura y demás. No sé. Para mí que el problema sigue siendo la economía. Estúpido, osea, pasmado. Que no se entera ni usted ni, por lo visto, muchos de los que nos contemplan en el exterior.
En efecto, todas las corrientes del pensamiento económico llevan ya un rato largo insistiendo en la relación entre la política y la economía. Las personas tomamos decisiones económicas constantemente, siempre influidos por el marco institucional que nos hemos dotado: las leyes, los medios de cambio, la organización territorial y administrativa y, por qué no, la cultura y la ética que condiciona el entorno en el que hemos nacido. Al revés, no hay decisión política que no esté condicionada por la realidad pre-ideológica de la escasez: los recursos se agotan, incluso el crédito. Cuando escucho a algunos líderes ignorar la interdependencia entre lo político y lo económico me pregunto a dónde nos pretenden llevar. Y entonces empiezo a sentir el tembleque.
Reconozco que, en la entrada anterior, estuve un pelín cortante al poner en duda la mejoría de la situación económica. Decía que los datos que vamos conociendo son un castillo de naipes. Y es que la contabilidad nacional publicada esta semana nos confirma que crecemos con los motores de repuesto: el consumo y el gasto público. Que no hay sombra de un modelo económico de futuro apoyado en la inversión y en las exportaciones. Que nuestra deuda pública equivale a casi todo el PIB, lo cual nos deja a los pies de los caballos cada vez que haya una tormentilla financiera, especulativa o no. Y que la incertidumbre sobre los precios tampoco depende de las reformas domésticas, sino de la credibilidad de las medidas ejecutadas desde Frankfurt. Así que me temo que sigue siendo la economía. Pasmado.
Si no aceptamos que la Economía nos pone a todos en nuestro sitio, no debemos creer que la Política va a venir en nuestro auxilio. Alguien dijo que la Política consiste en el arte de lo posible. Esto no lo digo sólo por los que andan prometiendo cosas imposibles. También tienen que tomar nota los que han defraudado las esperanzas de la gente. Hablo claro: PPSOE y Podemos son las dos caras de la misma moneda, los primeros por hundir las bases de la economía y los segundos por ignorar su funcionamiento natural. Esta moneda ya no tiene valor fiduciario, no sirve como medio de intercambio ni mucho menos para confiar e invertir en el país. No, la política, entendida como el juego de las sillas, no llega más allá de las posibilidades del sistema económico.
Insinúa el ministro –y no sólo él - que o con nosotros o contra nosotros. Que lo que importa es la certidumbre política, la sensatez, la continuidad. Ya. Y el castillo de naipes de nuestra economía amenazando con caerse.
S2.