En mi entrada anterior, ya lejana, decía que andamos entre el final de la recesión económica y una nueva etapa de normalidad. Es cierto que la crisis que llevamos viviendo desde 2008 ha desbordado a todo el mundo por su intensidad y por la falta de coherencia y agilidad de las instituciones. Por eso, la salida de la recesión se está produciendo a pesar de la política, simplemente porque hay un componente cíclico que parece traer vientos de cambio. También es cierto que de esta etapa negra vamos a salir con lecciones no aprendidas, y veremos cómo se cae caemos en los mismos errores de otros tiempos. Y, en tercer lugar, sabemos que la salida no va a ser precisamente acolchada para lo más importante de la economía moderna: las personas. Muchos, entre los que me incluyo, no hemos conocido la estabilidad laboral y tenemos que permanecer en reciclaje continuo para poder mantener una cartera de clientes / proyectos, en el marco de un entorno más cooperativo pero también más difícil. Con esta nueva normalidad, está claro que el motor del crecimiento no puede ser el gran consumo, dependiente no tanto de la renta salarial como de la confianza y, por tanto de la estabilidad de ingresos. A mi juicio, sólo la inversión y el sector exterior nos pueden llevar al milagro de una economía más potable a medio y largo plazo.
Pues bien, hoy os propongo un ligero repaso de coyuntura y actualidad económica que espero dé para más de una conversación. Como de costumbre, voy por partes.
PIB: empezando a crecer
Venga, va. El dato del cuarto trimestre de 2013 según el INE, con un crecimiento del 0,2% (una décima más que el tercero) apunta maneras. En términos interanuales el PIB ha disminuido sólo un 0,2% y parece que, al menos, hay algo de brisa a favor. La Eurozona en conjunto ha crecido un 0,3% en el cuarto trimestre y economías importantes para nosotros como la alemana o la francesa también se apuntan crecimientos positivos en esa media. Por mucho que digan algunos, no hay política de empleo posible sin crecimiento, como mucho hay paliativos para ir tirando.
Lo que sí debemos coger con pinzas es la desagregación del dato por componentes de la demanda. Parece que el consumo ha crecido, en el cuarto trimestre, un 0,7% interanual como consecuencia de una ¿evolución positiva de la remuneración de los asalariados? Si es verdad que la devolución de la famosa paga extra, como se ha apuntado en algunos medios, ha provocado ese salto del -3,3% al 0,8%, que algún compañero de la Administración venga y me lo confirme. Y, en cualquier caso, no veo la relación de causalidad con el aumento del consumo porque, como decía arriba, es la confianza (expectativas de renta futura) y no la renta salarial actual la que tira del gasto de los hogares.
En cambio, sí me parece destacable la evolución de la inversión: la Formación Bruta de Capital Fijo en bienes de equipo creció un 9,5% en el cuarto trimestre, y un 6% en activos fijos inmateriales. En cuanto a la demanda exterior, su contribución al PIB se ha reducido debido a que las importaciones se han acelerado un 2,1% y las exportaciones sólo han crecido un par de décimas. El sector exterior sigue siendo un motor básico para una economía doméstica en ruinas pero, claro, no tira del PIB con la contundencia de la inversión. En cualquier caso, cuidado con engañarnos: la mayor parte del tirón inversor procede de la compra de activos de transporte. Así que muy bien para un sector que recupera actividad y empleo pero un país no vive sólo de vender camiones y vehículos comerciales.
Por el lado de la oferta, es el sector primario el que mejor se ha comportado en el último trimestre, con un crecimiento del 4,1% interanual. Me consta que hay muchos emprendedores que están apostando por el campo y la industria alimentaria, así que es probable que parte de la actividad y el empleo se recuperen por esta vía, al menos en una primera etapa de recuperación. También registran crecimientos interesantes la industria manufacturera (1,2%), comercio, transporte y hostelería (1,3%) y actividades profesionales (1,9%), todos ellos marcando una clara tendencia positiva.
Empleo: repartiendo la miseria
Por resumir, 2013 finalizó destruyendo 65.000 puestos de trabajo. Decir que el ritmo de destrucción sigue bajando no consuela a nadie. Se destruye incluso empleo no asalariado (51.500 trabajadores por cuenta propia menos). La explicación está bien clara: por mucha intervención pública que haya en materia de empleo y emprendimiento (sé de lo que hablo), este barco no se mueve si no es con el viento a favor. La última EPA escupe el dato de 5.896.300 personas, un 26,03% de la población activa. El último dato de paro registrado, de febrero, se coloca en 4.812.486 desempleados. No hace falta que explique la diferencia entre el dato EPA y el de las oficinas de empleo: ese millón de parados no registrados no indica nada bueno.
En línea con lo que decía en el apartado anterior, la agricultura lidera el dato de ocupación en el cuarto trimestre, con 85.200 trabajadores más. Por otro lado, se formalizaron 45.600 contratos indefinidos más y se destruyeron 56.000 temporales.
Con estos datos, está claro que la recuperación va a ser muy lenta y dolorosa para los de siempre. Hay actividad en el nivel más básico y menos productivo de la economía. Los platos rotos los siguen pagando los temporales. El poco empleo que se crea es indefinido de nombre y cerca de la mitad de los contratos son a tiempo parcial. Y, digan lo que digan los números, ya sabemos lo que está pasando con los salarios de los trabajadores que se reincorporan al mercado laboral. Los partidarios de las políticas de reparto del trabajo ya pueden darse por contentos, porque esto es lo que hay: un auténtico reparto de miseria y destrucción de expectativas.
¿Qué hacemos? Por un lado, a nuestros dirigentes habrá que pedirles más y mejores medidas a favor del crecimiento. Por otro lado, los que estamos en la base deberíamos reorientar nuestras estrategias de búsqueda de empleo, dado que hay alternativas a la esclavitud… aunque también es verdad que la libertad da un poco de vértigo. Dicho de otro modo, si las empresas del sector de turno no son capaces de garantizarnos un sueldo mínimo (el mínimo lo define uno mismo), sólo hay dos opciones: cambiar de profesión o reinventar el sector (normalmente reduciendo estructura o fulminando intermediarios sin piedad). Y no, quedarse en casa llorando no es una opción.
Precios: ¿quién teme a la deflación feroz?
El IPC, según publica el INE, no se ha movido durante el mes de febrero, según parece, por la bajada de precios en carburantes y la estabilidad de medicamentos, alimentos y bebidas no alcohólicas. Otra cosa es que el presupuesto familiar sigue dando para lo que da…
Formalmente nadie parece preocupado por este fenómeno estadístico pero, por si acaso, Mario Draghi ya amenaza con medidas monetarias no convencionales. En Nuevas Reglas, Tomás ya ha tocado el tema de la inflación como aspirina para la deuda y no tengo más que añadir al debate. Es evidente que la mera expectativa de que las cosas se revaloricen ya genera oportunidades de negocio para los amantes de las trampas al solitario. De momento, lo único que se ve en el horizonte son bajadas de salarios y más recortes en los presupuestos familiares. Malo para la demanda interna y malo también para la externa como sigamos por la vía low cost sin ofrecer valor añadido.
Déficit y deuda pública: hurgando en la herida fiscal
No hace falta que diga que me gustan algunas de las propuestas de reforma sobre nuestra fiscalidad. En particular me vale todo lo que signifique reducir impuestos al trabajo, una de las razones por las que nunca van a cuadrar las estadísticas salariales con la realidad. En efecto: las cotizaciones sociales forman parte del sueldo y siguen creciendo a pesar de que el trabajador no las sienta en el bolsillo. Por no hablar de las retenciones a cuenta del IRPF, otro clásico que debería ser erradicado de nuestro sistema o, en su defecto, cedido totalmente a las CC.AA para que sus dirigentes sepan lo que vale un peine y dejen de pedir limosna a Madrid.
El caso es que 2013, a pesar de toda la travesía del desierto, finalizó con un déficit del 3,96% del PIB y, según el dato de enero, debemos el 95,7% de nuestro PIB. Sí, con la prima de riesgo controlada (178 puntos mientras escribo), que todo podría ser peor.
Bien, esta entrada me ha quedado más larga de lo habitual, así que perdón por el ladrillo. Aunque parece que estamos atravesando un cambio de ciclo, la travesía del desierto todavía no ha finalizado. Parece que vamos a caminar con el viento a favor pero no sé si la gente estará ya demasiado cansada para aprovechar la nueva coyuntura. Lo que está claro es que todos tenemos que salir adelante, y ojalá sea más pronto que tarde.
S2