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💼 Planteamiento de mercado y posicionamiento de cartera

Comparto mi visión sobre el entorno actual y cómo lo estoy traduciendo en la estructura de mi cartera, con la vista puesta no solo en 2026, sino en el ciclo que tenemos por delante.

El punto de partida es claro: el problema no es coyuntural, es estructural. Las economías desarrolladas conviven con niveles de deuda muy elevados y eso condiciona todas las decisiones de política monetaria. Mantener los tipos de interés contenidos no es una opción ideológica, es una necesidad para sostener el sistema.

En ese contexto, el dinero tiende a perder poder adquisitivo con el tiempo. No por un evento puntual, sino por diseño. Y cuando el coste del dinero se mantiene artificialmente bajo, los activos reales y productivos pasan a tener un papel central dentro de cualquier cartera bien construida.

Aquí es donde entran activos como el oro. No como una apuesta táctica, sino como una pieza estructural: escaso, no replicable, sin riesgo de emisión y con aceptación global. No genera rentabilidad por sí mismo, pero protege poder adquisitivo en escenarios donde la moneda se debilita.

Algo similar —aunque todavía en una fase distinta— ocurre con Bitcoin. No lo considero aún un refugio estable, pero sí una reserva de valor emergente, con una oferta limitada y una adopción institucional que sigue avanzando. En un entorno de expansión monetaria gradual, su asimetría sigue siendo interesante.

Respecto a 2026, hay bastante consenso en anticipar un año complicado. Personalmente, no comparto del todo esa visión. Si se combinan varios factores —mayor liquidez, crecimiento de la masa monetaria, posibles recortes de tipos y ausencia de una recesión profunda— el escenario podría ser más constructivo de lo que muchos esperan.

Históricamente, cuando se ha dado una combinación similar, tanto la renta variable como los activos reales han tendido a comportarse bien, especialmente si la inflación se mantiene en rangos moderados (2%–3%), lo que además ayuda a diluir deuda sin romper el sistema.

Como siempre, la ejecución importa tanto como la idea. Mantener un DCA constante y ser capaz de intensificar posiciones en momentos de pánico puede marcar más la diferencia (según datos históricos) que intentar acertar el momento perfecto. Este año, por ejemplo, abril fue uno de esos momentos que, con perspectiva, ofrecieron oportunidades claras.

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