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¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

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¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes
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¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

El fascismo como el comunismo, fueron dos corrientes políticas que en el siglo XX dejaron decenas de millones de muertos, y que en el siglo XXI esas dos corrientes han desaparecido si no como idea de algunos nostálgico, sí como instrumento para matar contrarios a la idea de cada uno de ellos.

A principios del siglo XXI todavía quedan algunos residuos latentes del comunismo: Corea del Norte, Cuba o Venezuela, (sobre todo Corea) son prototipos de un comunismo puro y duro. Pero en el mundo civilizado, sobre todo Europa, ese comunismo y ese fascismo ya no existen como arma poderosa. Si existe una derecha y una izquierda que intentan convivir en sociedades modernas y avanzadas.

Y en una de esas sociedades avanzadas, se emplea el término ¡Fascista! con connotaciones insultantes por una izquierda montaraz y analfabeta funcional, y se lo llaman a los que se oponen a sus conceptos sociales. Me figuro que sabéis a que país me refiero: España.

La Derecha Española no llama comunista con connotaciones de insulto a la izquierda. Prefieren llamarles “progres”, queda más fino y más “académico”.

Llamar fascista a una persona que va a misa, vota a la Derecha, está en contra del aborto, de la eutanasia y del matrimonio homosexual, en la España de 2018 según la Constitución Española (Artículo 14) es tan legítimo como lo contrario. Por lo tanto, aquellos que no tienen otra forma de insulto, que se busquen otro, porque el ¡Fascista! da risa. Sobre todo por la cara que pone él o la quien lo dice.

#2

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

patetico...

#3

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

¿Y cómo llamas tú a Janez Jansa, Marine Le Pen o Víktor Orban por poner algún ejemplo?

#4

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

El fascismo como insulto

 

IGNACIO FERNÁNDEZ SARASOLA 
30/10/2017 22:36 H

Desde hace años se ha instalado en España el recurrente empleo del término «fascista» para denigrar a cualquiera que no piense como el interpelante. Tendencia especialmente habitual entre la izquierda más rancia, a la que se han sumado ahora algunos partidos populistas (Podemos) y nacionalistas (que sigo negándome a identificar con la izquierda, ya que para mí, izquierda y nacionalismo son tan incompatibles como el agua y el aceite). Estos iluminados también hacen uso recurrente de términos como «extrema derecha», «franquista» o «falangista» con el objetivo ya mencionado de agraviar al contrario.

Resulta chocante la ligereza con la que se acude a unos conceptos que tienen un significado preciso para la ciencia política y que obviamente, desconocen totalmente quienes tan a menudo los emplean. A mí no se me ocurriría decir porque me doliera un día el pecho que padezco una endocarditis trombótica no bacteriana. Y lo más sorprendente no es que un ciudadano sienta la tentación de utilizar aquellos conceptos políticos en sus charlas de comunidad de vecinos, sino el hecho de que alguien como Pablo Iglesias, un profesor universitario y en plaza pública, parezca ignorar totalmente qué es un fascista o qué es la extrema derecha. En ese sentido, la formación de los alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid ha salido ganando sin duda con la dedicación de Pablo Iglesias a la res publica. Poco pueden aprender de un profesor de Ciencias Políticas que ignora el abismo que existe entre un partido conservador y el fascismo.

El caso es que resulta más fácil hablar, como si se supiera de qué se habla, que leer y enterarse previamente. Seguramente estas lumbreras me catalogarán también a mí de fascista porque cuestiono su actitud: la diferencia es que yo sí me he leído por ejemplo los discursos de Mussolini (y también a Tommaso Marinetti, tan ligado al fascismo), así como obras significativas de la Dictadura de Primo de Rivera (como José María Pemán), y a los principales intelectuales del franquismo (desde José Antonio Primo de Rivera hasta Onésimo Redondo, Dionisio Ridruejo o incluso los infumables discursos de Franco). Y no los he leído por vocación política, ya que no puedo estar más distante de esas líneas de pensamiento, sino porque quería conocer de primera mano las claves de esos movimientos políticos a fin de entenderlos mejor y poder hablar de ellos con cierto criterio. Del mismo modo que he conocido el socialismo leyendo a Marx, Engels, Rosa Luxemburgo, Bakunin, Kautsky o Lenin.

Y lo cierto es que, con estos escritos en la mano, por fortuna puede decirse que a día de hoy en España no existe ese fascismo que Podemos y sus amigos nacionalistas encuentran en cada esquina. Puede haber algún grupúsculo de ideología y simbología filofascista (por cierto, en algún caso catalán, como lo eran los Boixos Nois), pero de una importancia absolutamente marginal. Los politólogos de verdad (no Pablo Iglesias, claro está) ya han afirmado reiteradamente que en España ni el fascismo ni la ultraderecha tienen implantación, algo por otra parte que nos diferencia de lo que sucede en Francia, Austria, Holanda o Alemania. Lo que sí existe, y resulta evidente, es una extrema izquierda, como por otra parte sucede también en otros países mediterráneos como Grecia o Italia.

A pesar de todo ello, es curioso la facilidad con la que los líderes de Podemos (por pura ignorancia, claro está), emplean etiquetas para calificar (en realidad descalificar) a las demás fuerzas políticas; a esos partidos que con presunto ingenio han tildado como partidos «de casta» y ahora «monárquicos» (lo que demuestra que Podemos es una formación anclada en el siglo XIX). Y digo que es curioso cuando ellos mismos han tratado siempre de rehuir cualquier catalogación: no eran “casta”, ni eran un partido de izquierdas o derechas… eran otra cosa, un movimiento (¡qué palabra tan cara al franquismo!) que se resistía a catalogación alguna. Obviamente todo ello era una falacia que se desenmascaró a las primeras de cambio: son un partido más, con sus mismas miserias (luchas por el liderazgo entre Errejón e Iglesias, y ahora Bescansa cuestionando la ausencia programática del grupo), con su corrupción interna (la senadora Elvira García es el último caso de una cadena de ellos: Xelo Huertas, Monserrat Seijas…) y con la pertinaz resistencia de sus miembros a dimitir cuando hay condenas penales (caso de Andrés Bódalo, concejal de Jaén). Y, por otra parte, son un partido de izquierdas, a pesar de que Pablo Iglesias esgrimió en un primer momento una actitud vergonzante a la hora de  reconocerlo… lo cual debiera espantar a los votantes progresistas ¡sentir pudor de identificarse con la izquierda! Es más, muchas de sus actitudes y declamaciones, como la persistente afirmación de que en España hay «presos políticos», parecen herederas no ya de la izquierda más radical, sino incluso del nacionalismo Abertzale. La extrema derecha en España es, por tanto, testimonial, mientras que la extrema izquierda tiene nombre y apellidos.

 

 

Pero la tendencia a tildar al opositor (o al que le  hace un escrache, como si ellos no los hubieran empezado) como fascista, franquista o ultraderechista suena muy bien en la actual democracia de twitter que ahora padecemos. La que no atiende a conceptos y sí a ocurrencias. La situación es, por otra parte, muy parecida al empleo del término “terrorismo” para denominar a cualquier acto delictivo que parezca especialmente deleznable. Y así, ahora se habla de un terrorismo económico, un terrorismo biológico o un terrorismo de género. Pero el terrorismo es un acto delictivo que procede de un grupo y que pretende subvertir el orden constitucional, alterar gravemente la paz pública, desestabilizar el funcionamiento de una organización internacional o provocar un estado de terror en la población o en una parte de ella. Y el descerebrado que agrede a su pareja no incurre en ninguna de esas cosas. Su delito, por más execrable que sea, no lo es de terrorismo ya que, de lo contrario, ni siquiera lo juzgaría el Juzgado de Violencia de Género del lugar en el que se hubiera perpetrado el acto criminal, sino la Audiencia Nacional.

En este confuso momento, todo el mundo parece saber de ciencia política y de Derecho, del mismo modo que en este país todos parecen saber de medicina. Y uno se pregunta para qué financiamos universidades con tantos letrados y doctores como andan por ahí sueltos pontificando. Pero lo peor no está en lo que diga un ciudadano en una charla de amigos, sino en que lo exponga un político y licenciado, como el líder de Podemos, que parece haber obtenido su título universitario en una tómbola. Con estos interlocutores, pedir diálogo en el actual conflicto catalán (como reclaman muchos), o prudencia (en la que insisten otros) se antoja una utopía.

#5

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Fascista: el insulto

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ENRIQUE MOCHALES

30 SEP 2002

Si alguno estaba buscando el insulto prêt-a-porter que se va a llevar en todas las estaciones del año, que no busque más, yo le propongo 'fascista'. Un vocablo facilón pero a la vez profundamente culto, lleno de contenido histórico y emocional, que se puede guardar entre los alveolos y la lengua, presto para ser dirigido contra cualquiera que se interponga en nuestro camino. No obstante, se corre el riesgo de que la repetición de la palabra, demasiado sobada en ciertos círculos, pierda su significado y se transforme en un amorfo concepto. Así, cualquiera puede ser un fascista.

 

De hecho, cuando no nos acordamos del nombre de un señor que nos saluda por la calle, lo más aconsejable sería llamarle 'fascista' directamente, para asegurarse de no fallar. ¿Quién dice que ese señor no tenga algo de fascista? ¿Alguien podría afirmar categóricamente que no se lo merezca? No, ese hombre nos miró con una expresión que a nosotros nos parecía cara de fascista, y puede que simplemente sea su aspecto, o tal vez la dimensión polifacética y multiforme del insulto, lo que nos ha hecho que le calificásemos certeramente como lo que era, aunque lo hagamos de una forma unilateral. Se lo merecía.

Así pues, el fascista moderno de hoy podría ser cualquiera. Incluso se baraja la posibilidad de que estén disfrazados, y que esta parte del mundo sea algo así como un hervidero de ellos. Y todos sabemos bien que hay que estar en contra de todas sus manifestaciones. Es un enemigo común y, por supuesto, real. Porque, ¿contra qué hay que luchar? Pues contra el fascismo, naturalmente. Esa cosa que adopta múltiples formas, significados y contenidos, esa sombra confusa y mutante que nos espera a la vuelta de la esquina. El fascismo, caballero, podría estar debajo de su cama.

Ya se han perdido otros términos de carácter político, que nadie sabe lo que significan, como 'furierista', 'sansimoniano', 'petrolero', 'carbonario', 'timócrata' y otros muchos conceptos que, desgraciadamente, cayeron en el olvido sin que nadie se haya decidido a rescatarlos de sus cenizas. Cojan el diccionario y verán cómo abundan este tipo de palabras en desuso. Tal vez tengan el defecto -o la virtud- de ser demasiado concretas. Alguien tendría que inventar algo nuevo. Hasta que eso ocurra, siempre nos quedará esa palabra tan sonora como una plancha metálica cayendo desde una altura de dos pisos: 'Fascista'.

Para la correcta pronunciación del insulto basta con unos elementales ejercicios de dicción. Con muy poca práctica, usted conseguirá unos 'fascista' bien entonados, lo que se dice convincentes, que no dejen lugar a dudas. Repita en voz alta: 'Fascista'. Hágalo otra vez: 'Fascista'. Es fácil, ¿verdad? ¿No empieza usted a animarse? Grítelo si lo desea: '¡Fascista!' Sí, hombre, no se corte. ¿No se siente usted mejor? Las indudables aplicaciones terapéuticas de esta palabra vienen demostradas por su creciente uso, rítmicamente desarrollado cual un jamón-monja. Parece ser que repitiendo una palabra durante mucho tiempo se le queda a uno la mente en blanco, si es que alguna vez se tuvo una mente.

Ésta es la causa aparente de que se haya olvidado hasta cierto punto el verdadero significado de la palabra. Cierto es que está de moda, y que sirve tanto para el sol, como para la lluvia. El mensaje lanzado al soltar un 'fascista' no es analizable a un nivel de comprensión simple, pero no por ello, aunque sea una palabra equívoca, deja de obtener unos resultados óptimos a un nivel de máxima expresión. A pesar de todo, siempre habrá alguien que no la entienda. En definitiva, es posible que ese señor que iba por la calle y al cual hemos insultado hace poco, nos diga, un poco molesto: 'Yo siempre he pertenecido al Partido Comunista'.

Pero da lo mismo, no se desanimen. Tal vez algún día se encuentren a un auténtico fascista por la calle, y tengan la oportunidad de decírselo a la cara. Puede que sea éste el momento que muchos están esperando: el de insultar con fundamento.

#6

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Si en las repuestas no argumentais y repreguntais, los que seguimos el hio nos quedamos a la luna de Valencia

Que quieres decir con lo que preguntas?

#7

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Supongo que quiere decir que fascista puede ser un insulto en algunos casos. Pero puede ser el calificativo más pertinente en otros.

Es algo que sucede con otras palabras. Nadie ha descubierto el Mediterráneo en este hilo.

El silencio es hermoso cuando no es impuesto.

#8

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Mi post trata de llamar fascistas a personas sin ninguna responsabilidad política, personas que se les califica con ese epíteto de connotaciones degradantes, simplemente porque tienen otros conceptos sociales. A los que tú has citado, yo jamás tendré la ocasión de hablar con ellos para decirles lo que son o creo que son.

#9

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Dices en tu aportación:

"... en el mundo civilizado, sobre todo Europa, ese comunismo y ese fascismo ya no existen como arma poderosa..."

Con mi pregunta quiero hacerte notar que esa premisa es errónea. En Europa sí existe el fascismo, y te he puesto tres ejemplos de fascistas que detentan poder en nuestro continente. Pero además son fascistas todos aquellos que sin detentar responsabilidad política alguna, apoyan o están de acuerdo con las ideas y forma de actuar de estas personas y sus partidos. Efectivamente, lo que quería decir es lo que dice Juan en #7. De cualquier manera, cuando yo utilizo el termino fascista para referirme a una persona, no lo hago de manera gratuita, no lo hago porque piense diferente a lo que yo pienso, lo hago porque se ha definido como tal por sus actos o porque ha expresado verbalmente esa condición. Y entonces sí, para mi tiene un significado peyorativo.

PD.: Con esto espero haber contestado también a Enverto #6.

#10

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Te voy a contar una anécdota real.

Vivían en mi casa dos prostitutas, una muy fea y otra guapísima, pero se llevaban a matar, Un día la fea en una de sus broncas llamo puta a la guapa.

La guapa con mucha flema le respondió.

—Y tú no eres más puta porque la cara te defiende el culo.

Moraleja: ¿Está el comunismo o socialismo de 2018 libre de pecado para llamar a otro fascista como si fuera un delito?

Según leo y veo, el comunista de hoy, todo lo que no sea pensar en su sintonía es fascismo que hay que erradicar porque lo considera un cáncer para la sociedad que ellos preconizan. Es la forma de pensar de la extrema izquierda, hoy lo mismo que la de ayer. Y mientras exista la extrema izquierda, inexorablemente existirá la extrema derecha o viceversa.

 

#11

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Creo que de lo que estábamos hablando era del término "fascista", no del término "comunista". Así que no me parece bien cambiar de tema en medio de la conversación. No distraigamos. Dicho esto, no creo que en España hoy exista un partido comunista o socialista. Dicho esto, no se de qué estará libre el comunismo puesto que no soy comunista, no lo fui en el pasado y no lo seré en el futuro. Así que si lo que pretendes es ponerme en el extremo opuesto a un fascista, te has confundido. Otros en el foro me han tachado de "independentista" cuando ni siquiera soy catalán o vasco, ni vivo en esas comunidades. Y simplemente han utilizado ese término (como insulto) porque pienso de forma diferente a lo que ellos sostienen. Así que, a ver que es lo siguiente que me cuelgas...

#12

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Las comparaciones aunque son odiosa, a veces son imprescindibles para demostrar una teoría.

Repetiré si hace falta gritando UN MILLÓN DE VECES, que a los que llaman fascista, se lo llaman como insulto porque no piensan como los que se lo llaman. Y tienen el mismo derecho a pensar como piensan sin que por ello sean insultados por sus acciones.Un ejemplo muy reciente:

Para la izquierda radical, la derecha no tiene legitimidad para manifestarse en favor de la Guardia Civil (hechos recientes en Alsasua) Albert Rivera y Santiago Abascal son unos fascistas provocadores. Por lo que dudo si vivimos en España en un estado de derecho en donde no se respetan o se consideran agravantes ciertas actitudes que se contemplan como legítimas en la Constitución Española.

La Extrema Izquierda se cree por encima de las leyes, y las llama "leyes injustas" simplemente porque les sale "de sus esferas". La izquierda radical de 2018, siente hacia la derecha el mismo odio que la de 1936. Ahora falta que tú me digas que con razón. y que toda derecha es fascismo.

#13

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

Bueno, pues como amenazas con gritar de nuevo, se acabo esta conversación.

#14

Re: ¡Fascista! Un insulto en boca de muchos ignorantes

creo que a alguien le falta argumentación....jjj

cosa que me recuerda a algunos que les pasaba igual y acababan su ultima frase con "eres un fascista"