Los depósitos bancarios: "Pa" echarse a la calle
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No sé exactamente que sucesos en España deberían merecer la consideración de “como para echarse a la calle”, pero no me cabe duda de que los ataques a la libre competencia y a la libertad de precios son algunos de ellos. En este sentido, las presuntas actuaciones de las autoridades para limitar los tipos de interés con los que se remuneran los depósitos bancarios forman parte de esos ataques.
Libertad de precios
No podemos permitir que la libertad de precios funcione de manera asimétrica: sí para establecer, en función de la escasez relativa como ocurre con los precios de todos los bienes y servicios, el tipo de interés de los préstamos bancarios, pero no para fijar el de los depósitos bancarios. Si hay entidades que les cuesta endeudarse fuera de España y pretenden hacerlo con el ahorro interior, en competencia con el Tesoro Público, que paguen lo que tengan que pagar pero no lo que dicte ningún ente regulador. Con ello se está, literalmente, metiendo la mano en el bolsillo de los ahorradores, de manera especial a los más modestos que no tienen la posibilidad de sacar sus ahorros fuera de España, si aquí no se los remuneran adecuadamente. El beneficiario de esta acción no sólo es la banca, sino también el Estado, pues su deuda pública a corto, con la que está ahora financiándose en mayor medida puesto que los tipos de la a largo han subido mucho, compite en el mercado de captación de pequeños ahorradores con los depósitos bancarios.
Sé que algunas entidades se quejan de que las instituciones más agresivas en la remuneración a los depositantes son las que han recibido ayuda pública. Llevan razón. Esto sólo demuestra la cadena de irregularidades que se genera en el mercado a partir de la interferencia pública. Las entidades ayudadas no tienen que obtener beneficios, es decir: que remunerar a sus capitalistas, les basta con dar resultado cero para no tentar a la suerte de que el Estado se harte de poner dinero. Al no tener dicho coste de capital, pueden emplear el equivalente al mismo en adquirir los fondos para financiarse que necesitan. Todo un sinsentido.
Seguimos atacando al ahorro que parece que tampoco es de nadie
La medida es, además, otro ataque al ahorro. Es posible que el ahorro de los pequeños particulares sea poco sensible a la remuneración, según piensan las autoridades, y que, por tanto, baste con remunerarlo con cualquier cosa. Al margen del deprecio que muestran los que así piensan hacia los gobernados, y aunque así fuera, no se entiende porque no hay que darle a los depositantes lo que en la lógica del mercado les corresponde, cuando sí pagan, sin embargo, lo que toca cuando necesitan endeudarse. Además, seguro que el público en general es sensible al tipo de interés a la hora de prestar y de tomar prestado y lo que necesita España no es consumo, sino ahorro. Hemos consumido mucho a costa de endeudamiento, y en gran parte de endeudamiento exterior, por lo que cuanto antes podamos sustituir esa financiación foránea por la interna, antes se equilibraran nuestros desequilibrios. Nos guste o no, necesitamos consumir menos y ahorrar más, hasta que nuestro nivel de vida sea acorde con nuestros ingresos. ¿Qué somos más pobres? Cuanto antes lo asumamos, mejor para todos, pero lo que no es razonable es que unos les metamos la mano en el bolsillo a otros con la inestimable ayuda del Sector Público, que todo lo legaliza aunque no lo legitime, en base a una muy peculiar forma de entender la redistribución de la renta.
Seguro que las mentes biempensantes podrían explicarnos que si los depositantes, que están en mejor situación que los que no pueden depositar, no asumen este “pequeño” impuesto encubierto, la cosa podría ser peor porque algunas instituciones serían inviables. Hay varias falsedades en esta argumentación. Así, entre los no depositantes habrá de todo: quienes tengan liquidez y quienes no tengan, con independencia de su nivel de renta o patrimonio. Este “pequeño” impuesto produce un efecto parecido, pero por la columna contable del pasivo, al que genera un coeficiente de inversión obligatoria por la del activo. Ya saben que este último, tan querido a Franco como a Solchaga, genera que los tomadores de préstamos bancarios paguen más de lo que les corresponde, para que no paguen precios de mercado por su financiación bancaria el Estado o determinados sectores. Ahora el sector determinado en este caso es el que no se endeuda con la banca y, de paso, se beneficia también el Estado. Por otro lado, si las entidades son inviables, que lo sean, pero no pueden ser viables a costa de sus actuales y futuros depositantes.
Está claro que en la mentalidad de algunos no es que el dinero público no es de nadie, sino que nada es de nadie o, dicho de otro modo, todo es de ellos.