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Carl Benz y Gottlieb Daimler, los villanos repudiados del mañana

No deja de ser sorprendente cómo va calando progresivamente en los individuos un sentimiento de rechazo hacia varias figuras que hasta hace dos días eran heroicas y veneradas. La simpleza de la mente humana y de los argumentos facilones se van metiendo en cada vez más cabezas, contagiándolas de una limitación de miras que, en ocasiones, asusta. Y es que los ataques hacia personajes históricos, como Colón entre otros, no han hecho más que comenzar. Dirigidos desde ciertos sectores interesados (o analfabetos), y seguidos por una masa borreguil no menos interesada (o analfabeta).

El argumento contra dichos ataques es sencillo, y quisiera pensar que no tan difícil de comprender: para analizar sucesos de hace 500 años se ha de hacer con ojos de hace 500 años, no con los ojos de la sociedad de hoy. No se pueden juzgar los hechos, costumbres, actitudes y reacciones de un hombre, mujer o sociedad de hace 500 años sin sumergirse en ella, sin entender un contexto y unas motivaciones para ello. Se puede juzgar como incorrecta una actitud pasada a ojos de la sociedad de hoy en día, lo cual quizá no esté exenta de razón (también para el caso de Colón), pero la forma correcta de analizarla es a través de los ojos de la misma sociedad en la que se llevó a cabo. Si en aquella época una actitud o costumbre estaba generalmente aceptada y no se tenía la percepción de estar haciendo algo incorrecto, aunque a ojos de hoy sí sea evidentemente reprochable, no considero correcto que se juzgue a alguien de entonces como villano, racista o maltratador. Simplemente se está haciendo un análisis muy simplista de la historia.

Y con esta problemática me viene a la mente un ejemplo que retrata fielmente el por qué esta forma errónea de interpretación de la historia puede ser algo de lo que nosotros mismos seamos víctimas en un futuro, a pesar de que nos creemos tan moralmente correctos como para juzgar lo que otros hicieron hace 500 años. Es un ejemplo absurdo, demasiado, pero no por ello menos posible a la luz de los acontecimientos actuales. Y es que dentro de otros 500 años, cuando la sociedad futura esté en el año 2520 y quizá ya no haya nieve en los Pirineos y en Sierra Nevada, apenas llueva en el País Vasco, la desertización haya avanzado hasta los Picos de Europa y la temperatura mínima invernal en Valladolid y Burgos sea de 18º, algún lumbreras descendiente de los actuales quizá empiece a elucubrar el origen de todos esos males, y puede que llegue a la conclusión de que el culpable de todo ha sido el automóvil y el motor de combustión. Y en ese momento, los hasta entonces admirados Carl Benz y Gottlieb Daimler pasarán de la noche a la mañana a ser villanos, seres despreciables cuya única aportación al mundo fue contribuir a su destrucción. Los radicales quemarán los museos del automóvil de todo el mundo, las antiguas fábricas de coches serán “museos del horror” visitables, las plataformas de streaming eliminarán de sus parrillas clásicos como “El coche fantástico”, “Cars”, “Speed” o “Taxi Driver” (y celebridades del para entonces “Hollywood clásico” como Robert de Niro, Keanu Reeves, Sandra Bullock serán denostadas, por haber destruido el mundo al conducir un coche en una película), y la canción “Drive my car” de los Beatles terminará abruptamente con su actual legado, pues con su música contribuyeron a que el automóvil hiciera del mundo un lugar peor. Y no serán sólo ellos, también lo seremos cualquiera de nosotros que tengamos una foto conduciendo, o posando orgullosos y sonrientes al lado de nuestro nuevo coche. Cuando la sociedad de dentro de 500 años acuda a las hemerotecas y nos vea, pensarán que fuimos unos delincuentes y unos sinvergüenzas, arrogantes y supremacistas junto a un motor de combustión que tanto daño y horror ha causado en el mundo. Y el tema automóviles no es el único motivo, también lo serán más cosas, como el comer carne animal ("los asesinos del siglo XXI") o tener empleados ("los explotadores del siglo XXI"). Y me temo que la deriva actual, donde corremos como pollos sin cabeza en un océano de sobreinformación digital sin saber filtrarla ni ordenarla, terminará llevando a nuestra sociedad futura a algo así, pues los de siempre tratarán de manejar interesadamente a los de siempre, y éstos últimos se seguirán dejando manipular, como siempre. 

Me gustaría encontrar razones que puedan rebatir este planteamiento, y que puedan aportar algún argumento que me haga cuestionar mi convencimiento, pero a día de hoy no veo otro ángulo desde el cual enfocarlo. Si alguien argumentara que lo importante es eliminar esa imagen de opresión contra los pueblos más débiles y enviar un mensaje de fraternidad, aún a costa de sepultar la historia, yo le indicaría que no, que la respuesta no pasa por la solución sencilla de tergiversar la verdad para obtener un fin. De entre las dos opciones para conseguir el fin de la fraternidad entre pueblos oprimidos, se puede filtrar y manipular la información con el objetivo de engañar al ignorante, o se le puede formar para que deje de ser ignorante y que sea él quien filtre con criterio los datos que le lleguen. La diferencia es que la segunda solución no es tan sencilla como la primera, pues exige el esfuerzo y la responsabilidad de dotar a todos los individuos de la capacidad de comprender, analizar y tomar decisiones fundamentadas, opción para la que quien maneja todas estas historias quizá no esté tan dispuesto.

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